Suministros
Claire aprovechó la salida de la habitación para quitarse las vendas de la cabeza. Se encontraba bien, y temía llamar la atención por la paliza recibida. Al llegar a la cafetería, descubrió aliviada que sus uniformes azul oscuro se camuflaban perfectamente entre los del resto de aprendices.
Los "Buscadores" parecían otro grupo más de amigos.
Una vigilante Ángela localizó a Blake y Claire una vez estos entraron en la estancia. Dejó a sus compañeros en la mesa y se acercó a recibirlos y guiarlos.
Antes de sentarse, aprovechó para pedirle a Claire que se agachara para darle su beso de Año Nuevo y así hizo ella.
Se frotó la mejilla para ocultar su rubor. Aunque entendía la confianza y cariño de sus amigos, sus afectuosas costumbres seguían poniéndola extrañamente nerviosa. De hecho, se encontró con que Grey las miraba con curiosidad. ¿Estaría pensando algo de aquel gesto? ¿Habría recibido él también uno?
—Ángela, vas a incomodar al resto de presentes —bromeó Blake tras recibir (a fingidas regañadientes) su beso—. Deja que Firo y Grey desayunen en paz.
—¿Ocurre algo? —intervino Firo, levantando por primera vez los ojos de su taza de chocolate. Ángela rio al verle, aturdido y con la boca manchada.
—Pasa nada, Blake. También puedo darle una felicitación al resto. No, ¿Grey?
Ángela le guiñó un ojo, coqueta ella, y el otro contestó echándose hacia atrás en la silla.
—No será necesario… —dijo él, desviando la mirada—. Seamos más discretos, anda.
En efecto, las mesas más cercanas echaron un par de miradas al grupo. Les Elegides se sentaron, con Blake y Ángela compartiendo una sonrisa cómplice.
Aunque por la hora sería más apropiado pensar en almorzar más que en desayunar, Claire pidió dos tostadas con huevos pochados y jamón asado, su elección cuando las mañanas eran frías y una comida caliente la animaba a levantarse de la cama. Blake la imitó, aunque prescindió del jamón y añadió un bollito de cacao. Bajo recomendación de Firo, ambos pidieron chocolate caliente.
—Tendríais que haber visto su cara al probarlo —comentó Ángela—. ¡Casi se le saltan las lágrimas al pobre!
Al terminar su último trago, Firo descubrió una mirada comprensiva por parte de sus compañeros. Se permitió una leve sonrisa, cargada de emoción.
—Había olvidado lo bueno que estaba —dijo, con sinceridad—. Es dulce, caliente y reconforta mi alma. Es perfecto. No sabía que lo echaba tanto de menos.
—Coincido contigo —asintió Blake, cómplice, tras probar el suyo—. Es mucho mejor que el café. Solo puedo tomarlo con leche y azúcar… ¿Has probado los bollitos? Asegúrate de desayunar bien, ¡tienes que reponer fuerzas!
—Ya sacó la vena de padre —lamentó Claire—. Recuerda las lecciones de boticario, sería contraproducente que se atiborrara ahora tras tantos años en ayunas. Hay que reintroducirle a una alimentación normal poco a poco.
—Pero necesita energía para el viaje —protestó Blake—. Máline está a día y medio de camino. Anda, toma mi bollito, pediré otro…
—Espera, ¿qué? —exclamó Claire.
Blake se la quedó mirando con el bollo ya en el plato del otro. Firo asintió como agradecimiento y se lo llevó disimuladamente a la boca mientras los dos amigos reconectaban. Ángela fue más rápida:
—Blake… No le has dicho que íbamos a casa, ¿verdad? —Blake sonrió, otorgándole su respuesta—. De verdad, ¡para una tarea que tienes!
—¡¿Vais en serio?! —exclamó Claire y sus amigos asintieron.
—El Consejo nos dejó elegir el hospital donde refugiarnos y opté por Clarpharos por estar cerca de Máline —explicó Blake—. Al principio, solo nos enviaron tres lotes de suministro porque estabas capturada y, cuando informamos de tu regreso acompañada, solo pudieron cedernos uno más. Estaremos un poco justos, así que aprovechad para comer bien y yo compartiré ropa y mantas con Firo.
—Pero ¿por qué…?
Y Claire calló de pronto, recordando los acuerdos tratados en confidencia con Blake. Quería preguntar por qué escoger Máline como punto de partida, un lugar donde seguro no habría más Elegides que sus amigos y ella. Entonces, recordó que a ojos del mundo los Buscadores eran un grupo de aprendices que regresaban a sus hogares, sin más propósito que huir de una tragedia.
No obstante, también pudo comprender por qué, como Elegides, sus amigos escogieron tal destino.
Blake y Ángela tenían un hogar en Máline, tenían familias que no sabían nada de ellos desde hace días. Estaban en su derecho a despedirse, llorar y rezar por su sino con ellos. Claire también lo haría pues, aunque sus lazos no estuvieran afianzados por sangre, sentía aprecio a los padres de sus compañeros.
Sin embargo, los padres de sus amigos seguían sin ser los suyos. No por falta de interés por su parte, pues ambas familias se ofrecieron a acogerla como una hija, si no porque la propia Claire marcó las distancias desde joven. Claire era consciente de su propia extrañeza, prefiriendo una relación más amistosa que familiar con los adultos que la acogieron. Estos pronto asumieron su rol como tutores más que padres, facilitando una respetuosa convivencia.
Por otra parte, ella tenía otra familia ahora: el joven de aspecto enfermizo y extraño que los escuchaba con chocolate todavía en las comisuras.
—Entonces, ¿sois todos aprendices? —les preguntó, a lo que Blake asintió. Firo pestañeó, parecía pensativo—. ¿Y todos de Máline?
—No, yo soy de más al sur, de un pueblo de Catelia —respondió Grey—. Lo que pasa es que el ataque coincidió con mi primerito día en la Sede. Como solo tuve tiempo de hacerme colega de esta gente y no quería huir solo, me fui con ellos.
—Ay, ¡ya nos consideras amigos!
—Colegas, Ángela. He dicho colegas.
Grey hizo una mueca y Ángela un puchero, lo que despertó la curiosidad de Claire. Aunque sus amigos siempre fueron de naturaleza sociable, era extraño verlos interactuar con gente en su rango de edad. Parecían haber congeniado con Grey. Menos mal.
De mientras, Blake aprovechó para complementar el resumen corto que Ángela ya inventó sobre su situación a Firo. Los tres eran aprendices que, de regreso a la Sede, fueron asaltados por shirizas enajenados. Con la excusa de su visita, pudieron asistir al baile y allí, durante el último atentado, Claire fue raptada.
—Por suerte, Claire ha vuelto con nosotros y podemos almorzar tranquilos y en reunión —concluyó Blake, revolviendo el cabello de la nombrada—. Luego marcharemos a Máline y le enseñaremos a Firo en qué condiciones ha estado malviviendo su hermana.
—Blake exagera. Mi cabaña es pequeña pero acogedora.
Unas bromas más tarde, terminaron el desayuno y salieron a recoger los suministros. Esta vez, no compartieron la estancia con otros aprendices o su “protección especial” habría destacado entre sus supuestos camaradas.
Con la excusa de mostrarle la ropa que compartirían, Blake se llevó a Firo hacia el baúl destinado a sus enseres. Claire aceptó la oportunidad y reunió a Ángela y Grey para exponerle los últimos detalles de su situación. Su amiga le confirmó que Firo desconocía el verdadero papel del grupo y los objetivos de su viaje:
—Como Blake y Grey ya estaban cuidándote, decidí ir a ver al chico que trajiste contigo. Cuando entré en su sala, estaba despierto y… —Ángela miró a Claire, como si quisiera comprobar una cosa. Asintió al encontrarla—: Tenéis una forma de mirar similar, ¿sabes? Me miró como si pudiera ver más allá de mis gestos y palabras, mientras escondía sus propias emociones. Me sonrió y me preguntó si era Ángela. Veo que hablaste mucho de mí, ¿eh?
Claire asintió y Ángela alzó las comisuras con afecto, un cariño que se apagó al volver a hablar:
—¿Cuándo vamos a decírselo? —Claire bajó la cabeza y Ángela se acercó a ella, susurrando—. Tarde o temprano habrá que hacerlo. Mejor eso a que lo descubra cuando nos toque partir a la Búsqueda.
Al volver la vista hacia Firo, lo encontraron charlando con Blake mientras llenaban su mochila conjunta. Su conversación era más animada que la tensa interacción de los otros.
Había motivos más allá de Firo por los que costaba mencionar la Profecía, y es que sus Marcas todavía escocían en la piel. Eran pocas las horas para asimilar tanto temor y angustia, pero la idea del viaje y sus preparativos mantenía sus mentes ocupadas. Tal vez caminando bajo el cielo, lejos del aire cargado de magia del Consejo, podrían asimilar su cometido.
—Lo hablaremos más adelante. De momento, deberíamos ver cómo evoluciona. Ha pasado por mucho, se merece unos días de paz —Ángela asintió, conforme, y Grey imitó el gesto con liviana expresión—. Blake me dijo que has informado al Consejo de su presencia, ¿cuándo piensas comunicarte de nuevo? Quiero hablar de lo descubierto durante mi captura. Firo no era el único preso, y que haya una familia noble colaborando con los enajenados…
—Lo sé, pero Andrew insistió en no usar mi comunicador salvo para emergencias… Y me temo que esta no es una. Esta mañana ya contacté para informar que habías vuelto y que traías un chico contigo, y Andrew contestó que hablaríamos en nuestra próxima llamada programada. Nada más tocar Máline, en dos días.
»Las comunicaciones están muy restringidas por miedo a que nos localicen por ellas. Seguro que ya somos el grupo que más las ha usado. Lo siento, Claire, pero todo servicio que exponga el beneplácito del Consejo nos pone en una diana, y me da miedo contactar dos veces en tan solo un día.
Claire se dio por vencida y empezó a distribuir sus enseres junto a sus compañeros. Cada uno había recibido un conjunto de uniformes de aprendiz, con la chaqueta azul oscuro, preparada para el frío, y una capa para la nieve y lluvia. Al conjunto se le sumaban tres juegos de ropa interior y camisas y pantalones térmicos. La estrella del Consejo estaba bordada en las prendas superiores, justo sobre el corazón.
La única que parecía llevar un uniforme diferente era Ángela, pues en vez de pantalones recibió una falda y medias tupidas. Cuando Claire le preguntó, ella sonrió con picardía.
—Andrew se pasó medio baile escuchando mis quejas. No tuvo más remedio que prometerme algo mínimamente mono para callarme.
«Así que llegaron a encontrarse —pensó Claire—. Me pregunto de qué querría hablar con ella».
El conjunto de ropa se complementaba con una baliza: un instrumento que se ajustaba a la muñeca y que emitía una señal a las otras balizas conectadas a su red, marcando la posición aproximada. Según le explicó Ángela, el talismán que la alimentaba absorbía energía de su mago portador, pero consumía tan poco que apenas importaba.
—Al parecer es un objeto de uso común en la guardia —le explicó—, siendo las suyas más sofisticadas que las nuestras. Si nos perdemos serán útiles, aunque hay que andar con ojo respecto a Firo: solo hemos recibido cuatro balizas.
Como de todos modos Firo estaba bajo supervisión del resto por su debilidad, era el mejor candidato para ir sin ella.
Además de los suministros, Grey también recibió el equipaje con el que llegó a la Sede. Asegurando bastarse con su ropa, cedió su conjunto a Firo, aunque este tuvo que rechazarlo.
—Creo que todo me queda corto —dijo, tras examinar la última prenda—. No me hago a la idea de ser tan alto.
Hicieron el apaño con Claire quedándose la capa de Grey y cediendo la suya a Firo. También le pasó su chaqueta, rechazando la de Grey por tamaño también.
Se planteó ampliar armarios con el dinero cedido por el Consejo, pero el viaje era demasiado corto para merecerlo y las tiendas de la ciudad estarían cerradas por el Año Nuevo. Cuando volvieran a partir, los ahorros bastarían para reponer víveres y suministros durante una temporada. Aunque partían con suficiente alimento, se notaba que la Sede confiaba en un reabastecimiento en Máline.
Las armas parecían ser el único excedente. Cada lote contaba con un cuchillo (pensado más como utensilio que amenaza), además del equipamiento personal. Era Grey quien más variedad tenía, pues de su baúl extrajo dos instrumentos entre los que Claire discernió un cañón y una palanca en su composición. El chaval se sentó en el suelo y empezó a montar el más grande. Solo entonces Claire logró discernir lo que era.
—¿Armas de fuego?
Grey asintió distraído, aunque no tardó en entender el tono de su pregunta. Alzó la mirada:
—No tenéis en Máline, ¿verdad? —ella negó con la cabeza.
—Se bastan con porras para intimidar y arcos para cazar. A veces usan magia para suplementarlos. ¿Cómo funcionan?
—Son similares a las ballestas en el sentido de que debes cargarlas con munición y apretar un gatillo, pero la recarga es más rápida y la distancia alcanzada mucho mayor. Tengo buena puntería y me especializo en ataques muy lejanos o a escondidas. El rifle que estoy montando es perfecto para ello, y parece compatible con las balas de viento que sé crear. La pistola parece más versátil, pero la voy a dejar. No mola tanto como el rifle…
—¿No tienes para defenderte a corta distancia?
Con una sonrisa, Grey extrajo una pequeña pistola de sus bolsillos. ¡¿Cuándo la había guardado ahí?!
—Me han dejado traer mi revólver favorito. Herencia familiar. Sorprendentemente, no hicieron muchas preguntas sobre mis destrezas, tal vez para acostumbrarse a eso de usar menores en la Guerra —Claire tensó el gesto y Grey bajó la voz—. Perdón. Aun así, disparar a quemarropa es lo menos deseable para mí: estoy chiquito y cualquiera podría tumbarme de un puñetazo si no fuera por Inalcanzable, mi Habilidad.
—Qué oportuno, ¿no? La tienes para compensar esa carencia.
No obstante, la confianza de Grey se quebró ante su observación.
—No del todo. El Bando Mágico hace honor a su nombre y usa la magia como arma predilecta… y a mí no se me da bien. Solo aprendí Elementalismo de viento, lo que es estupendo para volar, complementar mi Habilidad y armas, pero no es el elemento ofensivo por excelencia.
»Como habrás intuido, Inalcanzable es magia defensiva. Me permite atravesar muros y esconderme en ellos. Me vuelve invulnerable al daño físico, lo que está genial, pero solo a eso. El frío y el calor me siguen afectando… y la más mínima descarga me volatiliza.
—¡¿Qué?!
—Toca explicación, supongo —Grey suspiró—. Inalcanzable toma mi cuerpo y una pequeña capa a su alrededor, la justa para incluir mi ropa y un poco de aire, y la convierte en una “nube”. Dentro de esa nube, las partículas se pueden dispersar lo suficiente para atravesar barreras sólidas, pero la inestabilidad es tal que las corrientes energéticas (es decir, la magia) las separarían, al punto que podrían disgregarse por siempre.
Claire tragó saliva.
—Es aterrador.
—Lo es. Pero eh, todo poder tiene consecuencias, sobre todo cuanto más fuerte sea. Llevo con Inalcanzable desde que nací y he aprendido a vivir con ella, como el resto de nosotres con nuestras Habilidades.
—No sé, no recuerdo que la Habilidad de Blake conllevara tanto riesgo.
—¡Oh! ¿Te ha contado la suya? —exclamó—. Tendré que preguntarle por ella, ¡no será que esté revelando mis secretos gratuitamente!
Con el rifle ya montado, Grey se levantó para ajustarse las correas sobre su chaqueta y ponerlo en la funda a su espalda. El arma parecía todavía más grande cuando él la cargaba, pero la llevó sin problemas hasta Blake y su inventario.
Andrew parecía haber accedido a su petición, concediéndole un espadón similar al que blandió en su duelo. Grey intervino en la conversación que tenía con Firo, y Ángela reclamó la atención de este último.
—Ya que eres muy listo y sabes mucho de magia, ¿qué opinas de este bastón?
Ángela había recibido un bastón de madera, alto como ella, con dos ramas entrelazadas al extremo que rodeaban un cristal amarillento. Firo comentó que era extraño encontrar un arma cuyo uso exclusivo fuera mejorar la canalización de méner, pues aquellas propiedades normalmente se incorporaban a las tradicionales espadas o lanzas, sacrificando así parte de su eficacia mágica.
—La madera, al ser un material de Entes Vacíos que una vez fueron Semi-Vivos, es de los mejores conductores de méner —explicó—, pues reúne las propiedades de dos tipos de Entes. Veo que también incorpora restos de hueso en su entallado, probablemente de bestias mágicas como los cornatores de Hirst, para afianzar la canalización de Clase MEVI. Finalmente, los cristales del final actúan como prisma dirigiendo el méner y la magia que moldeas a un punto, como hacen nuestras manos.
La explicación le hizo recordar a Claire que también tenía su propio “bastón”. Volvió a su baúl y buscó la hermosa hoja que robó en la fortaleza, sin éxito. Solo dio con una espada ligera, igual a la que usó en el Consejo.
Notó una mano en su hombro y, al girarse, dio con Firo tendiéndole la espada robada.
―¿La buscabas? Estaba en mi habitación, aunque la han traído aquí durante el desayuno ―dijo, mientras Claire la tomaba en sus manos―. Se te caería cuando nos desmayamos en el portal. Debería acostumbrarme a usarlos, es curioso que solo haya cruzado uno de los tres que llevo.
―Gracias ―respondió Claire―. Por todo.
Firo tardó un poco en responder.
―Gracias a ti por insistir en sacarme de allí.
Claire le dedicó una sonrisa que él le devolvió. Blake recogió el resto de los objetos de la caja y probó a dar un par de mandobles a la nueva espada de Claire, alabando su ligereza y diseño. Decidieron que Firo llevaría la espada sobrante ya que no tenía nada para defenderse. Él aceptó, aunque reluctante:
—Si hasta el permiso de armas lleva el nombre de Claire —objetó—. Podríamos meternos en problemas si me ven con ella.
—Diremos que se la estás guardando —resolvió Blake.
—¿Y mi nueva espada? No le robé el permiso al shiriza.
—Eso es botín de guerra. Que se acostumbren.
Firo le miró con curiosidad y Blake negó con la cabeza, quitándole importancia. Cambió de tema con un par de cuestiones sobre magia. Parecía haber encontrado en él un compañero que le hablara de recitaciones más allá de la Sanación instruida por sus padres. Claire intentó seguir la conversación, pero terminó distrayéndose ojeando las cartas de los suministros. Encontró los permisos de armas, que devolvió cuidadosamente a la cartera que llevaría Ángela. Luego, se fascinó con la cartografía.
Abrió mapas del continente Mágico y cada uno de los Reinos que lo componían. Mapas ilustrando los países del Bando Metaloide y Neutral en su conjunto, dibujos del mundo entero. En cada uno de ellos, una minúscula flecha señalaba Clarpharos, la ciudad en la que se encontraban. Al girar sobre sí misma, Claire descubrió que la flecha giraba con ella: más detallada en el mapa que se centraba en Sidera, minúscula en el del Bando entero, perdida en los bordes de los mapas Neutrales y Metaloides.
Había estudiado geografía en su infancia, como sus amigos, pero era la primera vez que la veía interaccionar con la magia. Una sombra de culpa manchó su sonrisa, ¿de verdad había estado huyendo de aquellas maravillas?
Una vez todos cargaron con sus mochilas (el hospital les consiguió una pequeña para Firo y un saco de dormir extra), Blake encabezó la marcha con Claire a su lado. Conmovido por su interés en la cartografía, le señaló el recorrido en el mapa nacional, minúsculo en papel, y luego el lejano punto que era la ciudad de Soleria, donde nació Ángela. Al Este y junto al mar, daba al frente con la isla Reino de Kyaer-Shiara. A pesar de su nombre, Clarpharos era una ciudad de montaña, debiendo su referencia a la luz del amanecer y ocaso que iluminaba los picos que la rodeaban.
—Al noroeste damos con Retarguia, donde nació mi padre —comentó en confidencia, señalando el Reino en el mapa—. Tal vez podríamos partir hacia allí después.
—Depende de lo que diga Andrew —intervino Ángela—. Seguro que el Consejo tiene alguna pista para orientarnos, pero toca esperar a que limpien el destrozo de la Sede.
—Claro, claro —suspiró Blake—. Al menos con este follón tenemos la posibilidad de volver a Máline y despedirnos. Reponer suministros será fácil, podremos recoger ropa, a Blumy…
—¡¿En serio?! —exclamó Claire¬—. ¿Te lo quieres llevar?
—Despedirnos… Todavía no sé qué le diré a mis madres —suspiró Ángela.
No comentaron nada más hasta la salida del edificio. De vez en cuando, Ángela y Blake murmuraban las palabras que buscaban para el reencuentro con su familia y Claire guardó silencio, por respeto a ello. Ella también elaboraría una despedida hacia los adultos, una cuyos lazos no dificultaban pronunciar.
Al abrir la puerta al exterior y dejar que el viento frío rozara sus caras, un impulso le hizo volverse hacia Firo. A pesar de caminar junto a Grey, Claire tampoco los escuchó hablar de camino a la salida. El tirador se adelantó cuando ella se detuvo a esperar a su hermano y, esta vez, Claire decidió ignorar la esquiva desconfianza que se marcó en aquellos ojos grises.
Firo le dedicó una sonrisa cansada, gesto que se desvaneció cuando la luz iluminó su figura. Aunque escasa, procedente de un cielo gris que clamaba lluvia, fue suficiente para que el joven escondiera sus ojos bajo la mano.
—¿Estás bien?
Él se giró hacia ella, con esfuerzo para abrir los párpados. Por un momento, las preocupaciones de Blake volvieron a su cabeza. ¿Estaría demasiado débil para el viaje? ¿Debería permanecer más tiempo en el hospital?
—Sí, me encuentro bien. De momento —contestó, antes de volver a mirar al cielo. Esta vez, no se escondió del manto gris que los cubría—. No me había dado cuenta del tiempo que llevaba sin sentir la luz del sol —su sonrisa se tiñó de un deje nostálgico—. Y eso que no es especialmente cálida…
Ambos dedicaron unos segundos a contemplar el cielo, a las nubes que formaban un continuo brumoso, a los rectos rayos de sol que escapaban de ellas. Sintieron como el viento revolvía sus ropas, llamándolos como hacían sus amigos desde la distancia.
—Creo que te encantará la primavera —la sonrisa de Firo creció ante la idea y Claire se descubrió contagiándose de ella—. Vamos, tenemos que irnos.
Firo asintió y ambos se reunieron con el resto de la pequeña comitiva.
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