domingo, 14 de mayo de 2023

La Profecía del Mal: Primer Extra

La Vidente 


Mis gritos desgarran el descanso, alaridos ante una pesadilla que tal vez se cumpla. Mis uñas rotas se hunden entre mi marcado costillar. El dolor apenas logra devolverme a mi hogar.

    Entonces llegas tú con piadoso cariño. Tus labios pronuncian mi nombre, atrayéndome entre las nubes que ahogan mi mente, despejándolas como el alba que nace tras las cortinas. Cuando la claridad asoma en mi mirada, tus brazos me envuelven y lágrimas recorren el conocido camino de mis mejillas.

    —Estoy aquí. Estoy contigo.

    Un “te amo” palidecería ante tu declaración, tu voz un bálsamo de cariño que poco a poco se filtra a mi interior. Muda todavía, contesto aferrándome a tu camisón pues necesito sentir que dices la verdad. Nuevas lágrimas se unen al incesante cauce que nace de mis ojos, pero pronto el río es alivio y me dejo hundir en tus hombros.

    Esperas a que mi sollozo acabe y levantas mi rostro, retirando el lacio velo que es mi cabello. Mis iris se encuentran con los tuyos. La compasión tuerce tu gesto en una sonrisa que depositas sobre mi frente, y yo me rompo como una niña otra vez.

    “Has vuelto a morir”, quiero decir.

    —Estás viva —digo, casi preguntándolo.

    “Lo sé, solo lloras así cuando muero yo”, dirías tú.

    —Estoy viva— confirmas. Una cansada sonrisa seca mi llanto.

    En otro tiempo, en otra hora, en otro momento, he visto y vivido esta conversación.

    En otros mundos, en otros caminos, en otros finales, te he visto morir y he vivido el morir.

    Aunque nuestros cuerpos yazcan juntos, cada vez me cuesta más volver al presente que construimos. Mi maldición me aleja de ti con estas noches sin descanso, donde vago entre los “quizás” y los “tal vez”, entre posibilidades y destinos y presagios que confundo con recuerdos. Recorro esta cronología buscándote, implorando piedad al incesante paso del tiempo, pero nadie responde a mis rezos.

    No hay misericordia en mis caídas y heridas. Mi carcasa yace mutilada por la guerra o sucumbiendo a los venenos que pretenden mantenerme lúcida. De tanto caer me he acostumbrado a morir pero, por fortuna, perderte todavía duele.

    Con suavidad me acunas entre tus brazos, tarareando una melodía que te compuse cuando aún tenía fuerzas para cantar. Ignoras que te despedí de la misma forma en mi sueño, presagio, futuro. Mis lágrimas oscuras caían sobre tus mejillas y estas perdían su color. Tu sonrisa fingía no sentir la lanza que te atravesaba, pero yo la sufría por ambas. Allí, mi voz ronca era clara, dejándome despedirte con el mismo amor que ahora entonas.

    Dejándome llevar por tu canto, me pregunto a mí misma si, cuando el día llegue, mi erosionado corazón se habrá acostumbrado a tu muerte. El horror me sacude. Cierro los ojos y escondo de los tuyos mi mayor terror, abrazándote mientras esperamos la hora de despertar.


La Profecía del Mal, Página Principal

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tablón: Update Mediados de Octubre 2024

 ¿Qué estoy haciendo este Otoño? Una breve disertación  Lo primero de todo, buenas tardes a todas las personas y seres sintientes que han ab...