Asuntos y Consejos
La Sala de Reuniones de la
Sección Sureste del Consejo estaba tan bien decorada como el resto de la Sede.
Una larga mesa oscura ocupaba el centro, rodeada de sillas de respaldo alto
asignadas a cada uno de sus dueños. La mayoría de los asistentes hacía tiempo
de pie, conversando entre ellos o comprobando sus comunicadores entre tecleos y
pasos nerviosos. Hacía tiempo que el sol se despidió en el último crepúsculo
del año, y las lámparas encantadas se encendieron como reemplazo.
Andrew se
hallaba sentado en su silla, contemplando el blanco de aquella luz elemental.
Solía preferir la calidez anaranjada del fuego, pero la escala monocromática se
escogía por su uniforme blancura. Las lámparas no necesitaban encendedor que
las mantuviera encendidas, ni talismanes que actuaran como baterías, pues la
Sede estaba conectada a la Red de Méner. Las Torres de Dioses insuflaban
energía por un complejo sistema de cableado hasta llegar a ciudades, las Sedes
y todos sus aparatos. El méner activaba las recitaciones del instrumento y este
podía permanecer activo independientemente del tiempo o potencia que
necesitara.
Siete
Consejeros de la Sección Sureste esperaban a los dos restantes. El viejo
Araekloss Rethes dormitaba en su silla mientras uno de sus cuatro brazos
sujetaba una pipa a medio consumir. Su largo bigote blanco se movía con su
respiración. A su lado, los ojos felinos de Zoelynne Ferixes se deslizaban de
un lado a otro tras sus gafas redondas, recopilando información de un volumen
titulado Registro Cronológico de Leyes
Sagradas. Con un suspiro, se apartó el cabello rojizo y entrecano del
rostro antes de dejar el libro en la mesa y hacer aparecer otro entre sus manos.
Merody Caenor conversaba
nerviosa con el director del Departamento de Investigación e Innovación Mágica,
quien además era su prometido. Aunque Andrew no distinguía sus palabras (ni
quería, por respeto a su privacidad), la cadencia de sus voces le reveló que el
diálogo era estrictamente profesional. Comprensible dada la noticia del día.
No era la
primera vez que Investigación y Sanación unían fuerzas. La naturaleza de sus
ocupaciones prestaba a su colaboración, lo que terminó uniendo a la jovial
Merody y el reservado Sheziss Sedare en su relación actual. Este último también
colaboraba a menudo con el grupo de Zoelynne, encargada de Hechicería y
Servicios Mágicos, y todos acudían a la subdivisión de Tesorería de Araekloss
para pedir presupuestos.
En ocasiones,
el propio Andrew deseaba que su Departamento fuera reclamado con tanta
asiduidad como el de Araekloss, pues la mayoría se beneficiarían de una buena
dosis de diplomacia y acuerdos. Involuntariamente, su mirada se deslizó al
asiento vacío a su lado. Chasqueó la lengua. Desgraciadamente, ofrecer su
trabajo no servía de nada cuando sus compañeros pretendían avanzar sin ayuda, o
se retrasaban a pesar del sistema de portales de emergencia que unía las Sedes.
La reunión más
importante que el Consejo había vivido en décadas no podía comenzar mientras
dos Consejeros estuvieran ausentes. El hombretón a su lado carraspeó,
impaciente. George D. Hunther era uno de los dos Altos Consejeros de la Sección
Sureste, por lo que coordinaba los demás Departamentos pertenecientes al Sector
que lideraba: Defensa. Así, lucía orgulloso el puesto de Comandante Supremo
como última palabra en estrategias, movimientos militares e, incluso, en el
propio campo de batalla como combatiente. No era de extrañar su trayectoria
considerando su procedencia, pues los linajes de Metamórficos solían escoger la
milicia o medicina como metas personales. Sus años de experiencia y victorias
militares, de tácticas conservadoras y con fuertes escuadrones de Sanación para
limitar pérdidas, demostraban que sus aptitudes bélicas no se limitaban a su
poderío físico.
Hunther a
menudo buscaba la opinión de Andrew y el Sector de Diplomacia, lo que
estableció entre ambos una relación de cordial respeto. Es más, en su última
llamada le pidió asesoramiento para reclutar en Hirst y Cerésea. Como
agradecimiento, saludó al diplomático con la cabeza antes de volver a mirar al
otro Alto Consejero, quien siguió ignorándolo.
El hombre al
mando del puesto más importante del día, quien coordinaba los Departamentos
bajo el Sector de Divinidad, era Armiro Caenor, Mensajero Celestial y una de
las personas más extrañas que Andrew había conocido jamás.
Si bien
Diplomacia y Mensajería Celestial se parecían en finalidad, Armiro era todo lo
opuesto a lo que se esperaría de un mediador. El equipo de Andrew y sus
compañeros del Sector de Justicia y Entendimiento establecían relaciones tanto
entre Secciones, como los Reinos asociados al Bando Mágico. Compuesto
principalmente por Mentalistas y algunos Espaciotemporales que manejaban datos
y transporte, el grupo sostenía la compleja red de acuerdos, leyes y tratados
que mantenía unidos al pueblo, realeza y Consejo Mágico.
Armiro y sus
escasos ayudantes tenían la misma tarea, pero con las Torres de Dioses. La
comunicación era limitada y las tareas escasas, pues solo intervenían ante
asuntos que afectaran las Defensas Primordiales y la Red de Méner, la Elevación
de una nueva Divinidad y, por supuesto, las Profecías. Esto implicaba que
normalmente pasaban el tiempo colaborando (a regañadientes) con otros
Departamentos, esperando su “día de gloria”.
Hoy era “ese
día”, pero toda emoción inicial se había esfumado del rostro de Armiro,
cambiando a un hermético y llamativo hastío. La ansiada Revelación requería la
ayuda de los demás Departamentos, entrevistas con la prensa, viajes a las demás
Sedes, coordinar la búsqueda con la Torres y conocer al representante que
pronto votarían las Divinidades.
Y reuniones.
Muchas reuniones. Y normalmente con los “cotillas” de los diplomáticos, como
solía llamarles. Así pues, el cansado Demiurgo ni se inmutó ante el saludo de
Andrew. Ya fue bastante que le dedicara un bufido antes de ordenar a su último
muñequito de trapo que reanudara los pasos de un lento vals.
«Ni siquiera
su Clase concuerda con su tarea» ―pensó, como tantas otras veces.
Los
Mentalistas, aquellos Manipuladores que se centraban en la psique de Entes
Vivos, solían ser los que buscaban puestos de mediación y política. ¿Qué
narices hacía un renombrado Manipulador de Entes Vacíos en tal importante
asiento? ¿Y por qué se le daba tan bien a pesar de su Clase de Magia y
temperamento huraño? Era un tema fascinante cuanto menos.
Merody se
acercó a la mesa y se sentó entre su hermano y una ausente Zoelynne, quien
seguía rebuscando entre las páginas de un nuevo y voluminoso libro. Sheziss se
sentó al lado del asiento libre que quedaba junto a Andrew. La mitad izquierda
de su rostro, la que Andrew podía ver desde su posición, se ocultaba tras su
cabello rubio. Una elección de estilo atrevida para alguien tan callado.
Carraspeos y
murmullos se cortaron con el anuncio de Merody:
―Ya son las
ocho y media de la tarde ―y cerró su reloj con un familiar chasqueo metálico―.
Le Octave Elegide ya habrá caído.
Nadie comentó
nada al respecto. Merody avisaba de un hecho inevitable, como que Araekloss
durmiera en las reuniones o que Armiro pasara de ellas. Ahora, dos muñecos
bailaban sobre la mesa. Irónico, considerando que su creador odiaba tal
creatividad.
No tuvo más
tiempo de distraerse. Las puertas de la sala reclamaron su atención al abrirse
y un hombre de la quinta de Armiro las atravesó. Con la chaqueta del uniforme
abierta, la camisa sin terminar de abrochar y el pelo negro peinado hacia
arriba, llamaba tanto la atención como el resto de los Consejeros de la Sección
Sureste.
Es decir,
Ledzan Ázaros se camuflaba perfectamente entre ellos. Ocupó el asiento libre
junto a Sheziss, saludándolo con un amistoso apretón en el hombro, y luego se
giró hacia Andrew. Como siempre, cerró sus ojos rojizos y le dedicó una sonrisa
de dientes afilados. El gesto le recordó a Andrew aquella duda que solía
asolarle en las reuniones de Consejeros: dada su propia normalidad, ¿le
considerarían la persona más extraña de la Sección?
―¿Por qué has
tardado tanto? ―exigió George. Ante el pasotismo de Armiro, recaía en el otro
Alto Consejero mantener las formalidades.
El aludido
hizo una mueca.
—Una palabra:
licántropos. Abastor y los suyos me han tenido secuestrado por un ataque al
norte de Irialis ―contestó, rascándose la descuidada barba. Siendo de ascendencia
furashi, solía recurrir a Metamorfosis para mantenerla a raya… cuando tenía
tiempo―. Luego me llevaron a su Sede para una reunión sobre esas malditas
bestias otra vez… Parece que me tocará pasar otra temporada con ellos.
―Eso no es
motivo para tu tardanza ―protestó George, inamovible―. No hay reunión más
urgente que la convocada en este día. Es la condenada Revelación, Ázaros.
Ledzan dejó
escapar un exagerado suspiro. Zoelynne les dedicó una mirada cansada tras el
último tomo invocado (Habilidades de Elegides: Registro de dones MEVI) y
Araekloss roncó sonoramente desde su asiento. La amistad que ambos compartían
no era secreto para nadie del Consejo, pero la disciplina militar de George y
su responsabilidad como tercero al mando le llevaban a erguir espalda y voz con
sus compañeros. De hecho, era el único que usaba los apellidos de los demás una
vez entraba a la sala de reuniones, aunque el protocolo solo exigía emplear los
cargos como título cuando estuvieran todos los Consejeros presentes.
Realmente
conseguía un ambiente bastante formal considerando las extravagancias de sus
miembros (por enumerar algunas: ronquidos, fumar, fumar durmiendo,
aprovechamiento de las reuniones como tiempo de lectura, muñecos animados
demiúrgicamente, uniformes sin arreglar y cotilleos por canal telepático).
Además, permitía algún gesto amistoso (o romántico, en el caso de Sheziss y
Merody) siempre que fuera discreto. Considerando su posición y cargo, era
bastante permisivo, aunque se le notaba tenso por la reunión del día.
Finalmente,
Ledzan encontró su réplica.
―Mira, sé que
es la reunión que llevamos esperando dos décadas, pero no pinto nada aquí y más
con la que se está liando entre los míos. Mi campo de trabajo son las plagas
mágicas, criminales y demás asuntos que, aunque os sorprenda, poco tienen que
ver con la búsqueda de nobles y valeroses Elegides.
Zoelynne
anunció su intervención cerrando su último libro.
―Discrepo.
Considerando la naturaleza de la Profecía, no podemos descartar que algune de
tus criminales lo sea por ella y no una maldición.
―Realmente sí
podemos ―comentó Merody―. La licantropía es letal en niñes. Los miembros más
jóvenes de las manadas rondan los veinte años.
―Efectivamente
―asintió Ledzan―. Así que debería ir pidiendo un portal de vuelta con el viejo
Abastor y dejaros con vuestros futuros héroes. Tenemos noticia de nuestra
“Elegida” particular y se nos requiere enseguida.
―¡¿Hay
noticias de la Gran Bestia Azul?! ―exclamó Merody.
Aquella
realización llamó la atención de todos los presentes. Incluso Armiro detuvo el
elegante vals de sus muñequitos. Ledzan asintió a regañadientes, Merody abrió
aún más los ojos y Andrew preguntó:
—¿Es ese el ataque
de Irialis?
—No, ese es de
una manada conocida. No hay muertos, pero sí ha dejado un infectado —Ledzan se
rascó la cabeza, frustrado—. En unos días habrá luna llena, así que no creo que
se salve de caer enfermo.
»En fin, la
información todavía no debe salir del Consejo, pero la Bestia Azul se ha visto
al noroeste de Derakonia, en la provincia de Dorcas.
—La capital
—silbó George—. Con la que se está liando allí últimamente les habrá hecho poca
gracia.
―Me sorprende
que estés al tanto de los últimos cotilleos ―apreció Andrew.
―Con sangre
real por en medio, los cotilleos se llaman política ―se excusó George―. Además,
tú no eres el único que mantiene conversaciones con aristócratas. El Legado
de muchos militares es de origen noble.
Andrew
asintió. Era cierto. La milicia no prohibía reclutar nobles. Allí toda cabeza
era bienvenida mientras demostrara su utilidad. El Consejo era distinto, pues
requería separarse de dioses y reyes para conservar la neutralidad como segundo
poder legislativo y jurídico. Aquellos con título nobiliario eran vetados, lo
que no excluía a las familias plebeyas con Legado.
—Antes de que
preguntéis, seguimos sin pistas sobre la identidad de la Bestia —continuó
Ledzan—. Solo sabemos que es enorme y de pelaje celeste, lo que facilita
identificarla las pocas veces que se deja ver. Tampoco ha protagonizado un
ataque esta vez.
—Considerando
que solo mata en solitario, no me consuela demasiado —gruñó George—. Primero
acabó con un grupo de mis soldados, luego arrasó una pequeña aldea. Ningún superviviente.
Es un peligro para tener en cuenta.
Admitiendo la
urgencia de Ledzan, George pretendía disculparse con él.
—Así es
—asintió Ledzan, aceptando con ello las disculpas de George—. Y tú mismo lo has
dicho, ningún superviviente. Los licántropos buscan dejar algún infectado para
extender su plaga, pero los dos únicos ataques de la Bestia han sido una
aniquilación completa. Nos hace pensar que igual no se ha perdido tanto a sí
mismo como creemos… Al menos no en el sentido de su condición.
La conversación
terminó con un gesto cansado. Si bien Armiro estaría ocupado con la Revelación,
el Departamento de Ledzan y su superior de la Sección Noreste, Abastor, llevaba
meses hasta arriba. Las pocas comunicaciones que Andrew mantenía con su amigo
eran vía comunicador o correspondencia, y en todas estaba exhausto.
No solo era
por los licántropos y demás plagas. Ledzan se giró hacia Sheziss para comentar
algo y Andrew confirmó que había más problemas en su agenda. El Reino de
Derakonia no solo era un punto caliente en las altas esferas, también estaba
cerca de la otra gran preocupación del Departamento de Plagas. Zoelynne puso el
ojo en la conversación y Andrew advirtió la sutil perturbación en sus rostros
que ocurría en un intercambio telepático.
La secreta
complicidad pronto se rompió con un nuevo movimiento de puertas. Entre ellas
avanzó una mujer cuya melena negra se ondulaba al compás de sus pasos,
enmarcando un rostro claro y uniforme como la porcelana. El monocromo contraste
de sus hermosas facciones se rompía entonces con unos ojos de penetrante azul,
insignia de la única casa noble que el Consejo había acogido entre sus filas.
Su mirada fría rivalizaba con la gargantilla de rubí de su cuello, y su silueta
destacaba entre sus camaradas por la capa negra que anunciaba su liderazgo.
Los Consejeros
se pusieron en pie como saludo y ella inclinó la cabeza en disculpa por su
tardanza. Entonces avanzó hasta el último lugar libre en la mesa y se sentó
para presidirla.
Estaban ante
la bella y temible Sirenya, última representante del linaje Aerias, caído en
desgracia por sus pecados. Buscando la redención de sus ruines predecesores, la
talentosa Bruja rechazó su título nobiliario y trató con aquellos afectados por
su apellido. Sus acciones y compromiso social la llevaron a las puertas del
Consejo, y desde allí amplió el alcance de sus hazañas hasta ganarse el mando
de la Sección Sureste.
Una victoria
para el pueblo, una espina en el orgullo noble, una rival para los Consejeros
más conservadores. La Líder de la Sección Sureste dedicó un breve intercambio
de miradas a cada uno de los asistentes antes de relajar su postura y preguntar
con sonora ironía:
―¿Y bien?
¿Cuál es el tema de hoy?
Disimulando
una confiada sonrisa por la chanza, George se levantó dispuesto a cumplir el
deber que correspondería a Armiro:
―La Revelación
de…
―No, hoy
empezaremos con otro tema.
Las cabezas se
giraron hacia la voz que había osado robar protagonismo al imponente Comandante
Supremo. Andrew parpadeó de la impresión al identificar al dueño de aquel
inconfundible siseo.
El ojo derecho
de Sheziss, ambarino y felino, devolvía la intrigada mirada de Sirenya y la
confusa ofensa de George con férrea determinación. De pie y con la espalda
erguida, su postura mostraba tal valor que arrancó una sonrisa de su superiora.
—Sheziss
Sedare, Investigación —anunció, siguiendo el protocolo para romperlo después
con una carcajada—. ¡Al fin participas en nuestras reuniones! ¿Debo preocuparme
por tus noticias? ¿O es que tu prometida te ha curado la introversión?
—¡Líder
Aerias! —exclamó la aludida, casi levantándose. La piel bajo las mejillas
escamadas de Sheziss se encendieron con rubor, pero logró mantener la mirada a
la Líder.
La risa de
Sirenya se selló con un chasquido de sus propios dedos. En un instante, las
bromas entre colegas se rompieron y la primera al mando se irguió en su
asiento, su rostro convertido en una máscara de interés. No quedaba burla en
sus ojos y sus pupilas, negro entre azul como una fosa marina, esperaban
devorar la información de su compañero.
—Veo que son
malas noticias. ¿Cuál es el asunto de máxima prioridad, Investigación?
—Pero, mi
Señora Aerias —interrumpió George, molesto porque alguien en relación monógama
le quitara protagonismo—. Ahora mismo, la principal preocupación del Bando es
la Revelación de Elegides. Siendo nuestra Sección la que activó el Marcado y la
que cuenta con el Mensajero Celestial…
—Armiro
Caenor, Mensajero —llamó Sirenya y el aludido emitió un gruñido en respuesta—.
¿Te importa cederle unos minutos a Investigación?
—Si
Investigación considera oportuno interrumpir esta reunión de todas, es que debe
traer información de vital importancia —zanjó Armiro—. Adelante.
Sheziss
agradeció con la cabeza y George frunció el ceño, gesto que se aligeró con la
sonrisa de su superiora. Andrew puso los ojos en blanco ante tal lamentable
espectáculo. Ya estaba regalando cuadros a la ciega. Dos años llevaba y todavía
no se había percatado de que a Sirenya le interesaban tanto los hombres como a
un pez un par de botas.
—Dadas las
circunstancias intentaré ser breve, aunque el asunto que expongo requerirá de
mayor examen próximamente —Sheziss tomó aliento y, con renovadas fuerzas,
explicó—: Como sabéis, mi Departamento ha estado colaborando con el de Plagas
Mágicas de Ledzan Ázaros, la Guardia de Margo Edera y la policía de cuatro
Reinos en una investigación sobre los shirizas enajenados. Este asunto no solo
concierne a enfermos y víctimas, pues el último ataque demuestra que les
candidates a Elegide también son objetivo de dicha organización.
―¿Organización?
―remarcó Sirenya―. ¿Al final descartamos que se trate de una nueva plaga
mágica? ¿Hay cabeza tras las acciones de sus miembros?
―Hay una mano
moviendo los hilos, así que no es una plaga mágica. La llamada “mutación
shiriza” es un embrujo basado en magia MEVI, una enajenación, como ya
suponíamos por la forzosa metamorfosis que padecen los afectados.
»Cumpliendo
nuestras sospechas, la creadora de la “mutación” es su alteza Kasshere Zasjara,
actual soberana de Zes’Haris.
Lejos de
asombro o estupor, el ambiente de la reunión se endureció como el hielo. La
necesaria separación de poderes entre el Consejo Mágico y los nueve Reinos creó
una rivalidad que seguía manteniéndose hoy en día, por lo que tal acusación
debía tomarse como una olla de agua hirviendo a recoger con manos desnudas. Los
nobles más tradicionales asociaban el poder mágico a los Legados de sus
apellidos, considerando al Consejo un hatajo de plebeyos que robaron lo que les
diferenciaba de sus vasallos. Esta misma idea la reflejaban los Consejeros más
vetustos con sus reservas hacia la nobleza. Muestra de ello era el sutil pero
innegable trato despectivo a la Sección Sureste, excusado con la juventud e
inexperiencia de la mayoría de sus miembros y fundamentado en la procedencia de
su Líder. Aunque renegara de su nobleza, el apellido de Sirenya seguía
manchando su impecable trayectoria.
Históricamente,
Zes’Haris y Derakonia, Reinos hermanados por su gobierno y raíces shirizas,
contenían a la población más monárquica. Ejemplo de ello era el severo luto que
guardaron a sus respectivos monarcas, y el apoyo que prestaron a la hija mayor
del polículo real shiriza cuando fallecieron sus progenitores. Andrew llegó a
intercambiar algunas palabras con la actual soberana al principio de su carrera
en política. Tenían la misma edad, pero ella gozaba de una confianza que solo
se ganaba tras toda una vida preparándose para el trono. Le pareció una persona
tan sensata como razonable y comprensiva.
¿De verdad
dirigía aquella pesadilla?
—Acusar a la
Reina de tu patria es un acto temerario —dijo George, suavizando el tono ante
la mirada del shiriza—. Aunque se respalde por nuestras teorías y las
evidencias que expones, debemos ser cautos.
—Soy
consciente, Comandante. Mis palabras son impulsadas tanto por los hechos, como
las muertes y sospechas que ahora levantan nuestras escamas… Aunque también
hemos confirmado que la mutación se ha extendido a otros Reinos.
Zoelynne
entrecerró los ojos. Hacía rato que había hecho desaparecer sus lecturas.
—No te refieres
a los ataques, ¿verdad?
—Efectivamente.
Hasta ahora, pensábamos que esta nueva plaga artificial solo nos afectaba a los
shirizas. Sin embargo, las ocho razas pueden mutar con idéntico resultado tanto
físico… como mental. El embrujo deja la voluntad de las víctimas en manos de
Kasshere. La Reina controla mentalmente a todos los convertidos.
El estupor e
incredulidad por fin salpicaron los rostros de los Consejeros. Merody quedó
consternada a pesar de que probablemente habría tenido acceso previo a la información.
George se quedó sin habla y Zoelynne, la vetusta Hechicera, fue quien exclamó:
—¡No es
posible! ¡Una canalización de tal calibre es inalcanzable para la Reina! Podría
entender su autoría si la maldición solo implicara la metamorfosis, ¿pero un control
mental de tal orden? ¡No hay recitación capaz de automatizarlo!
—Solo un dios
podría alcanzar ese nivel de mente colmena —apuntó Andrew—. Y Kasshere
ni siquiera se inició en las artes MEVI. Si acaso, fue su hermano menor quien
nació y se formó Mentalista.
—Y su paradero
sigue desconocido —añadió Merody.
—Es la única
posibilidad —continuó Sheziss, alzando la voz para retomar su discurso―. Las
conversiones de otras razas explicarían las desapariciones tras ataques, que
los números de convertidos no desciendan. No hay teoría que encaje mejor con
nuestras sospechas.
―¿Entonces
sigue siendo una teoría? ―notó la Líder Sirenya, entrecerrando los ojos―.
Acusar a un monarca, y más de Zes’Haris, es un movimiento peligroso.
―Tenemos
pruebas de su implicación ―intervino Ledzan, levantándose también―. Dejadme
explicar primero lo que Margo Edera, de la Guardia, y yo, representando a Plagas
Mágicas, hemos investigado por ahora. Estamos ante una maldición que actúa como
una plaga mágica, diferenciándose de estas en que es artificial.
»Aunque
desconocemos el procedimiento de conversión, sabemos los resultados: criaturas
similares a los shirizas con garras afiladas y ojos sin pupilas. Esto último
probablemente les limite a visión de ánima, como los afectados de peste gris.
Serviría para impedir recuperar la voluntad ante estímulos visuales.
»La pérdida de
agudeza visual se compensaría con las instrucciones de la Reina. Estas son
generales, pues los afectados tienen gran nivel de automatismo, facilitando así
su movilización. Además, su fuerza física, reflejos y velocidad se incrementan,
y todos los controlados hasta ahora manejaban armas o magia con gran destreza.
―En todos mis
años investigando al servicio del Bando, jamás había leído o visto algo así
―suspiró Zoelynne, todavía incrédula―. Dada la fugacidad de las víctimas, ¿cómo
habéis conseguido tanta información?
―Testigos y
algún ataque interceptado ―respondió Ledzan―. Pero, como bien has dicho, su
sistema de huida nos ha impedido capturar ningún sujeto para analizar en
detalle.
―¿Qué teoría
hay al respecto?
―Justo
queríamos tu opinión como Prestidigitadora además de Hechicera ―intervino
Sheziss, mirando a Zoelynne―. Enviamos a un escuadrón para seguir a convertidos.
En el reporte, analizaron la impronta energética de la maldición, confirmando
su origen MEVI. Este es de vertiente tanto Metamórfico como Mentalista, lo que
demuestra el control mental —su expresión se ensombreció al añadir—: La mezcla
de ambas es opaca a la visión de ánima.
―Eso nos dice
dos cosas ―resumió Ledzan, levantando dos dedos―: La primera es que el
teletransporte de vuelta a casa no es parte de su maldición. Es más, el mismo
escuadrón confirmó un foco de magia espaciotemporal en sus pechos: un talismán
con la recitación de huida —Zoelynne asintió, meditando aquella información. De
mientras, Ledzan se giró hacia Sirenya—. De él extrajimos la implicación de su
majestad Zasjara, pues la huella mágica que despiden está registrada como suya.
―Eso es una
excelente noticia ―se alegró Sirenya―. Tenemos una prueba que defender ante un
tribunal de nobles.
―Efectivamente
―asintió Ledzan, antes de mirar a Andrew. Sus ojos rojizos no mostraban señas
de celebrar aquel descubrimiento―. No ibas tan desencaminado, Diplomacia.
Nuestra segunda observación es sobre la opacidad del embrujo, que implica un
poder superior al de la inmensa mayoría de mortales. Se ha empleado la mano de
una Divinidad…
—…O la sangre
de une Elegide.
Los Consejeros
se giraron ante el comentario de Armiro, cuyos ojos solo reflejaban la silueta
de su cuñado. Sorprendentemente, Sheziss no se dejó amedrentar por su extraña
imitación de mirada. Su petición sonó clara y tranquila:
―Necesitaremos
que contactes con las Torres de Dioses, tanto por sospechar de ellos como por
la posible incautación de une Elegide.
―Lo haré.
―¡Un momento!
―pidió George, poniéndose en pie―. ¿Os estáis oyendo? ¿Queréis enemistar al
Consejo no solo con los Reinos, sino también con las Torres? Os recuerdo que
dependemos de ambos para mantener al Bando con vida, ¡para la Búsqueda de
Elegides!
―George tiene razón
―intercedió Andrew―. Además, no podéis olvidar que el último ataque fue contra
candidates y con intención homicida. Si quieren usarlos, ¿para qué matarlos?
Apresurarnos con las sospechas solo mancharía nuestras futuras investigaciones.
Sheziss negó
con la cabeza. Se levantó y, cuando habló, su calma se había afilado con una
punzada de urgente determinación.
―Cuando la
vida de tanta gente está en juego, podemos permitirnos acelerar las
deducciones.
―Ambos estáis
en lo cierto.
La réplica de
Andrew se cortó con la templada voz de Sirenya. Sheziss aguantó su mirada antes
de que tanto él como George se sentaran. Andrew se vio tentado a disculparse
telepáticamente. Aunque Sheziss había mantenido la calma durante su discurso,
un Mentalista sabía ver la emoción tras las apariencias. Veía la frustración en
el violento rubor que casi escondían sus escamas, la desesperación en sus uñas
mordidas.
Como
Mentalista, era el que más se acercaba a entender su dolor y duelo, a pesar de
que jamás podría comprenderlo como hacía el propio penitente. Su compañero
había visto la erosión de su hogar y el silenciamiento de su gente, recluida en
un Reino cuyas fronteras se habían cerrado herméticamente.
―En la próxima
reunión con el Consejo Supremo, imitaré tu ejemplo para rogar a mis camaradas
una apertura de fronteras en Zes’Haris —anunció Sirenya—. Mensajero, requeriré
de tus servicios para reunir a un representante del tercer poder que apele a
nuestro favor —Armiro asintió y la Líder se giró hacia Andrew—. Mientras tanto,
Diplomacia deberá buscar apoyo entre los demás Reinos. Colaborad con
Investigación y el Sector de Protección para elaborar un informe que convenza a
nuestros objetivos.
Andrew aceptó
las órdenes. Dada la situación, no sería difícil convencer a los monarcas
cercanos a Zes’Haris. Incluso Derakonia accedería con tal de recuperar a su
mayor aliado.
―Sin embargo,
este sigue siendo un asunto delicado, por lo que no podemos acusar tan
directamente a los dioses ―la mirada de Sirenya se perdió entre sus compañeros,
con el mentón apoyándose en su mano―. Me temo que estamos ante la formación de
un tumor en nuestro organismo, una célula que ha decidido morder la mano que le
da de comer. La Reina Kasshere no se ha aliado con Neutrales, pues estos
también quieren a les Elegides con vida, y los Metaloides considerarían
blasfemia colaborar con una Bruja.
»Y, a pesar de
todo, Kasshere ha conseguido tanto poder como para crear esta extraña mutación.
Para manipular las comunicaciones de nuestra guardia y enviarla a una trampa…
Con el objetivo de matar posibles Elegides. ¿Por qué? ¿Por qué matar a peones
tan útiles?
—Hay más
incógnitas además del sabotaje en las comunicaciones —apuntó Andrew—.
Encontramos restos de una pelea en las inmediaciones del lago. Tienes los
detalles en el informe enviado anoche, pero me extraña que los shirizas optaran
por matar a les candidates cuando ya les habían inmovilizado con
Mentalismo. Es decir, no escogieron
matarlos porque les costara capturarlos. Incluso la muerte escogida, el
ahogamiento, extraña considerando que los enajenados iban armados.
Sirenya
frunció el ceño y Andrew casi pudo percibir la velocidad de sus maquinaciones;
la resolución de alguien cauto, pero con el arrojo para hacer los cambios
pertinentes. La Líder que tanto él como sus compañeros escogieron.
―Tendremos que
ir con los ojos bien abiertos ―decretó, volviendo por fin la vista hacia sus
compañeros―. De mientras, Sanación, me gustaría que también te pusieras en
contacto con tu jefa de Sector. Si conseguimos cualquier muestra de las
víctimas, preparaos para investigarla en busca de una cura ―Merody asintió con
solemnidad, siempre dispuesta―. Entre esto y la Profecía nos esperan unas
semanas duras, pero debemos ser optimistas. Al fin y al cabo, la Revelación
siempre es motivo de celebración, ¿no?
»Mensajero
Celestial, ¿haces los honores?
Armiro se puso
en pie con movimientos medidos que, para el entrenado ojo de Andrew, apenas
ocultaron su entusiasmo. La aparente indiferencia de Armiro era la máscara de
un hombre atento y observador. Alguien que sabía aprovechar la neutralidad de
su rostro para pasar desapercibido.
Araekloss
ejercía un pasotismo similar. El viejo onírico podía mantener un oído puesto en
la realidad mientras aprovechaba la abstracción de los sueños para sus
cálculos. Dadas sus posiciones, a ambos se les permitían sus extravagancias.
Los ojos de
Armiro, devorados por la peste gris, buscaron las siluetas de sus compañeros
antes de anunciar su mayor orgullo como Mensajero:
―Hoy, treinta
y uno de Dunoctis, hemos comprobado que nuestres tres últimes candidates son
Elegides. Les tres comparten una relación de amistad y son residentes de la
localidad de Máline, provincia de Gabera, en el centro del Reino de Sidera.
Sirenya
frunció el ceño, gesto que se compartió entre aquellos que no habían conocido a
los jóvenes. Sus muecas pasaron desapercibidas para la peculiar visión del Mensajero.
―A la una de
la tarde cayó el Primero: Blake Greenwood, mestizo de elvan y humano de quince
años ―Andrew advirtió que la uniforme voz de Armiro tenía una cadencia
ligeramente más rápida: estaba viviendo su mejor momento en años―. Nada en su
aspecto parece indicar haber iniciado su transformación.
»A las dos de
la tarde cayó la Segunda. Una joven llamada Claire Máline que aparenta ser
humana y nayhade, tampoco sin signos de…
―¿Es huérfana?
―interrumpió Sirenya, provocando un momentáneo temblor en el párpado derecho de
Armiro. La mujer no ocultó su sonrisa. Sabía que odiaba las interrupciones.
―No lo
sabemos, aunque se trata de la misma chica amnésica que registró mi
predecesora, Erekea Ametlla, en dicho pueblo. He comparado el registro con su
testimonio.
Sirenya
asintió lentamente. A la tercera inclinación de cabeza, la severidad había
endurecido sus rasgos, una expresión que se compartió a lo largo de la mesa.
―Entonces
tenías razón. Eso me facilitará justificar el uso de los rastreadores a las
otras Sedes.
—Era una
apuesta arriesgada, pero asumible dadas las extrañas circunstancias de tanto
pueblo como muchacha. Máline es una villa remota, tan apartada que ni tienen
televisor o cableado conductor. Por la falta de acceso a la Red de Méner, sus
aparatos domésticos son modelos antiguos de automegias.
»En resumidas
cuentas, es un lugar perfecto para ocultar a alguien. Ya he pedido análisis de
sangre y ADN para cotejarlos con las bases de datos, pero solo su nombre y
aspecto ya dan pistas de su identidad.
Sirenya se
inclinó sobre su asiento. Aunque ni la Líder ni Andrew llegaron a conocer a la
antigua maestra de Armiro, ambos procuraron informarse tras las teorías sobre
su traición que hilaba el nuevo Mensajero. La presunta muerte de la anciana
Mensajera, cuyo cadáver jamás llegó a encontrarse, era una espina que Armiro
llevaba clavada desde el relevo.
—Solo puedo
pedirte que tomes la misma precaución que tus camaradas emplearán con los
shirizas —declaró, sus pupilas apuntando a Armiro—. Ya es la segunda vez que
bailas entre muertos esta semana, Mensajero. Si bien los rastreadores nos han
traído Elegides, la difamación requiere pruebas.
»Aunque, de
conseguirlas, nos ganaría la simpatía del Consejo Central. Seguro que la
Sección Noreste estaría encantada de oír noticias de sus antiguos compañeros.
Andrew notó
que Zoelynne miraba fijamente a Sirenya, sus pupilas furashis redondeadas por
la atención que depositaba en aquellas teorías. La Hechicera fue colega, casi
amiga, de dos de los tres Consejeros desaparecidos en la última década. Remover
aquel pasado debía ser inquietante cuanto menos.
—Os informaré
conforme reciba más pruebas —terminó Armiro—. De mientras: la Tercera Elegida
también reside en Máline, aunque me consta que procede de Soleria, una ciudad
del mismo Reino, pero distinta provincia. Es humana pura y responde al nombre
de Ángela Dianthus. Tampoco muestra signos de…
Una vez más,
la interrupción de Sirenya levantó arrugas de frustración en Armiro.
—¿Dianthus y
de Soleria? Qué casualidad, ¿no?
De forma
teatral, Sirenya paseó su mirada azulada entre los presentes, quienes también
advirtieron la coincidencia. Andrew terminó contestando:
—No lo es
tanto. Dianthus es un apellido relativamente común en la comarca, procedente de
un linaje de magos cuyo Legado terminó saltando de casa.
—¿De verdad?
—su sorpresa fue calculadamente exagerada—. Y yo maravillándome con la racha
estadística que llevábamos. En serio, Primero, Segunda y Tercera… ¡en el mismo
pueblo! ¿Cuál es la probabilidad de que les tres primeres compartieran
procedencia y encima vinieran en orden?
—¿Podemos
continuar, por favor? —intervino Ledzan—: Armiro se está poniendo nervioso.
Efectivamente,
los delgados dedos de Armiro temblaban sobre la mesa, fruto de la irritación.
Sirenya recuperó la seriedad que correspondería a una reunión antes de
devolverle la palabra. Definitivamente, la actitud de la Líder tampoco
destacaba entre sus competentes, pero variopintos Consejeros, dejando a Andrew
como el más extrañamente corriente del grupo. Tal vez podría competir en
mediocridad con Zoelynne, si no fuera porque la Hechicera tenía un carisma
extra por su talento jugando a los dardos.
―La muchacha
tiene algún don MEVI además de su notable Elementalismo —siguió Armiro—:
descubrió que mis rastreadores usan visión de ánima. Por eso la elegí
Candidata. Además, Segunda también tiene un don peculiar: creo que es
Desaceleradora.
Hubo un gesto
de interés por parte de varios Consejeros, tanto por la inusual magia
mencionada como…
—Si obviamos
la relación entre los Desaceleradores y algunas familias, los poderes de
las dos chicas encajarían con Habilidades de Elegide.
—¿Y el chico?
—inquirió George—. ¿Por qué don lo nombraste candidato?
Armiro se
encogió de hombros.
—Por
asociación, y parece que tengo buen ojo.
George
parpadeó, sorprendido, y Sirenya aprovechó para preguntar:
—¿Has
contactado ya con la Corte Celestial?
—Debo esperar
hasta la aparición de la última Marca —respondió Armiro—. Cuando ocurra,
hablaré con los líderes de las Torres, estos sortearán el puesto de Directore
de la Observación, y entonces nos reuniremos para reanudar la búsqueda.
Recitó el
proceso de carrerilla, emocionado. Andrew se habría alegrado por él si no
hubiera soltado a bestias dudosamente controladas para probar sus teorías. Le
consoló pensar que su justificación por los medios empleados no convenció a sus
camaradas.
—Diplomacia
—lo llamó Sirenya y Andrew se giró a ella—. Primero, mis disculpas por depender
tanto de tu Departamento. Lo segundo, requiero que tus compañeros elaboren un
anuncio a la población: debe describir la aparición de la Marca y apelar al
decreto de Llamamiento de Elegides.
Aunque
disconforme, Andrew aceptó su petición. Hasta el momento, la Búsqueda de
Elegides exigía a les candidates hallades por el Consejo su presencialidad en
la Sede más cercana para el Hechizo de Marcado. Si algune hubiera resultado ser
Elegide, como había ocurrido con Primero y Tercera, las familias no serían
acusadas de ocultarle pues se presumía su desconocimiento ante la ausencia de
Marcas.
Ahora, con la
activación del Hechizo y el decreto de Llamamiento, las familias tenían la
obligación de presentar a sus descendientes Marcades a la Sede. En realidad, el
Marcado sería un gran alivio para la mayoría de los hogares, pues por fin
podrían saberse libres de la Profecía. La felicidad de la mayoría a cambio de
la desgracia de unos pocos.
Y el temor a
dicho destino podría llevar a guardar el secreto. La cruel Profecía podría
terminar condenando tanto a Elegides por su sino, como sus familias por vía
legal.
Un breve pulso
de racionalidad ahuyentó el sudor frío que amenazaba con recorrer su espalda.
Ya no tenía sentido pensar en ello, por lo que centró sus pensamientos
en el recuperado discurso de Sirenya. Preguntaba a Armiro si quedaba algo más
que explicar a les Elegides.
—No les hablé
de los Profetas —contestó el Mensajero—. Les explicaré junto a los detalles de
la que será su misión.
—Ese es otro
punto que deberíamos tratar —suspiró Sirenya. Entrecruzó los dedos de sus manos
y se tensó antes de seguir—: Sé bien cuál es la opinión del Mensajero Celestial
al respecto, pero deberíamos someter a votación qué hacer con les Elegides.
»En nuestras
manos tenemos tres fragmentos de la esperanza que nuestro Bando ansía desde
hace años. Conozco la historia y los cantares sobre antigües Elegides, sus
hazañas y también sus caídas. He leído sobre Destinos pasados, aquellos
que ni los dioses pueden detener o alcanzar.
»Y sé que
vosotros también veis en esta Profecía la promesa de un cambio, de asegurar la
paz que hasta ahora no ha sido más que un sueño. Por eso mismo, como Líder y
por los pecados que cargo sobre mis hombros, me veo en la necesidad de
recordaros que nuestra última esperanza reside en los cuerpos de tres niños. Normalmente
es en niñes u adolescentes donde encontramos la mirada de la Profecía, pero
hacía mucho tiempo que no ocurría en estas circunstancias y con unos Destinos
tan graves. La necesidad nos llama, es cierto, pero prefiero dar esta
opción antes de equivocarme y que mi nombre pase a la historia como el de una
tirana.
»Someto a
votación la siguiente cuestión: ¿Deberíamos dar la libertad que siempre
concedimos a les Elegides también en esta Profecía? Permitirles encabezar la
Búsqueda, a riesgo de perderlos… ¿O deberíamos comenzar a entrenarles para
servir de utilidad a nuestra causa? No acepto abstenciones.
Los Consejeros
guardaron silencio mientras Sirenya levantaba la mano.
—Mi voto es
para su libertad y la Búsqueda, alzad la mano si así lo creéis también.
Fue Ledzan el
primero que intervino.
—Mi opinión es
que carezco de la información para dar mi voto. Considero que es un asunto a
decidir con el resto de Sedes.
—Y así se
discutirá —asintió Sirenya—. Sin embargo, con esta votación podemos acudir ya
con los deberes hechos. El Consejo Central llamará una asamblea en apenas dos
días y, una vez las Torres de Dioses comiencen la Observación, nos reuniremos
de nuevo. Para entonces, ya deberíamos contar con una posición respecto a la
Búsqueda y nuestra Sede tiene la última palabra al respecto. Por mucho que les
pese a nuestros compañeros, fue la Sede Sureste quien dio con tres Elegidos y
además cuenta con el Mensajero Celestial.
—Mensajero que
justamente se opone a lo propuesto —anunció Armiro, levantándose—. Este día ha
tardado más años de lo que debía, y aceptar lo que propones, Líder Aerias, me
supondría casi aliarme con la incompetencia o incluso traición de mi
predecesora. Hasta he arriesgado mi honor como Demiurgo al emplear
rastreadores.
—Eso fue
decisión tuya y nada más que tuya —protestó Merody, levantándose también—.
Tenías suficiente destreza como para evitar recurrir a las artes fúnebres.
George alzó
las manos.
—Opino que la
urgencia del Mensajero Celestial, dado su cargo y conflicto personal, está
justificada en esta ocasión —comenzó el Comandante—. Así como también debo
posicionarme de su lado: No podemos dejar libres a las mejores armas que
poseemos contra los Metaloides, a pesar de su corta edad.
—Estamos
hablando de niños, Comandante —le miró Sirenya, y George bajó la cabeza.
—Soy
consciente, mi Señora, como también sé del duelo y miedo que se respira en el
frente. Debo pedirle que reconsidere su voto, no puedo dejar ir tanto poder.
Andrew negó
con la cabeza.
—Ya no solo se
trata de las implicaciones morales, Comandante. ¿No me oíste hablar de sus
dones? Ni siquiera conocemos el alcance de sus Habilidades y la única
que serviría como ofensiva en batalla es incapaz de controlar sus llamas. No
están preparados todavía.
—Esperaba algo
así —admitió George—. Por eso mismo me ofrezco a entrenarlos para ser de
utilidad en combate. Aunque no lo parezca, la moralidad también me reconcome. No
me siento capaz de soltarles al frente tan pronto…
—Tampoco es
que tengamos mucho tiempo —suspiró Zoelynne, frotándose los ojos cansados tras
las gafas—. Hemos activado el Marcado, os recuerdo.
—…Y sin
explicarle las consecuencias de ello —recalcó Andrew—. Creo que les debemos una
disculpa.
Andrew levantó
la mano y Armiro negó con la cabeza. Ni él ni Merody se sentaron de nuevo, y
Sheziss le dedicó una mirada a su prometida antes de decir:
—Me preocupa
la seguridad de les Elegides en ambas propuestas. Sanación y Diplomacia, sois
conscientes de que el grupo ha sido objetivo de ataques de enajenados shirizas.
Tal vez no sea el momento de permitirles encabezar la Búsqueda.
—Es cierto,
Investigación. Compartimos la misma opinión —admitió Merody—. Sin embargo, si
aceptamos concederles la opción de la Búsqueda, son les Elegides quienes deben
escoger el momento de partida. Es la tradición y no podríamos hacer más que
intentar disuadirles y protegerles lo mejor posible.
—¿Hay alguna
idea en mente?
—Podéis unir
fuerzas Investigación y Hechicería —intervino Andrew, mirando tanto a Sheziss
como a Zoelynne—. Balizas de seguimiento, un buen equipo de suministros…
Podríamos permitirles un viaje de prueba para despedirse de sus familias y que
valoren tanto elles como nosotros si están preparades.
—Así también
ganaríamos tiempo para que el Consejo Central tome una decisión —añadió Merody,
levantando una mano. Sheziss la siguió, prometiendo su colaboración.
Ledzan negó
con la cabeza.
—Sigo creyendo
que carezco de la información suficiente para dar un voto válido al respecto.
Sin embargo, si mi experiencia en el Departamento de Control de Plagas me sirve
en este caso, temo el día que no podamos controlar a les Elegides. Aún son
jóvenes, pero su equivalente más cercano en poder son los dioses, y son
contenidos en las Torres por una razón —negó con la cabeza—. ¿No hubo ya una
Profecía similar a esta en el pasado?
Zoelynne dio
un toque a la mesa y de ella materializó un volumen de su colección.
—Me hallo en
la misma situación —comentó Zoelynne, deslizando el libro hacia Ledzan—. Capítulo
catorce. Te adelanto de que en esa Profecía no hubo Marcado. No sé si
considerarlo una piedad o crueldad en aquel caso, pero, como bien dijo
Diplomacia antes, les debemos una disculpa a les nuestres por no consultarles
si hacer el Marcado o no.
—La urgencia
ya nos ha hecho tomar unas decisiones que contradicen los votos de nuestros
cargos —añadió Andrew—. Además, concederles una muestra de libertad, aunque sea
de corto alcance, nos permitirá que nuestras armas no se vuelvan contra
nosotros cuando el momento llegue.
Ledzan
suspiró.
—He visto
estragos de monstruos que una vez fueron personas como nosotros, consumidos por
enfermedades y plagas mágicas que soñamos con curar algún día —dedicó una
mirada cansada a Andrew—. No quiero saber qué harán aquellos que nacieron diferentes,
bajo la sombra de un Destino así. Voto en contra de la propuesta.
Ledzan bajó la
cabeza y Andrew supo que era incapaz de devolverle la mirada de decepción que le
dedicó. Dolido, apenas escuchó el recuento de Sirenya: Armiro, George y Ledzan
en contra; Andrew, Merody, Sheziss y Sirenya a favor.
—Comandante y
Mensajero tienen doble voto por ser Altos Consejeros —expresó Sirenya—, al
igual que yo. En caso de empate, sin embargo, la balanza se decantará a mi
favor por Líder electa —miró a Zoelynne y el durmiente Araekloss—. Hechicería,
Tesorería, vuestros votos pueden cambiar eso.
Zoelynne
asintió. Sus uñas rascaron la madera de la mesa, sumándose a las muescas que ya
hizo en decisiones difíciles, pero no tan importantes como aquella.
—Me temo que
mis dudas superan a las de mis compañeros y mi experiencia —terminó
anunciando—. Al igual que mi compañero de Control de Plagas, yo tampoco me
siento cómoda liberando tanto poder al mundo. Me atrae la idea de ganar tiempo
para el Consejo Central y, sin embargo, también opino que no les corresponde a
ellos tomar una decisión.
»Les Elegides
se escapan de nuestra jurisdicción y dominio, solo los dioses se les acercan y
aún quedan semanas hasta el inicio de la Observación. Como mortal, como
mortales que somos, no deberíamos estar discutiendo esto aunque el deber nos
obligue.
Sirenya
asintió ante sus palabras y Zoelynne se giró hacia el viejo Araekloss.
—Tesorería,
aunque con esto estoy firmando ya una resolución, mi conciencia estará
tranquila si pido una abstención. ¿Votamos de forma opuesta?
Araekloss
abrió un ojo de pupila blanca hacia su compañera y asintió ligeramente antes de
regresar al plano onírico. Sirenya aceptó los votos de ambos y, a pesar del
repentino gesto, no se inmutó cuando George se levantó.
—Mi señora,
camaradas presentes. Por favor, recapacitad lo que estáis a punto de escoger. Podemos
cuidar a les Elegides desde nuestras instancias. Ganarnos su confianza y lograr
que entiendan su sacrificio, su valor para los inocentes del Bando. Si apelamos
a ello…
Miró a Sirenya
con la última frase y la Líder negó con la cabeza.
—La renuncia a
mi título sería vacía si permitiera la instrumentalización de niñes bajo mi
mandato —dedicó una sonrisa triste a los presentes—. La decisión está tomada.
George se
sentó. Aunque contuvo sus gestos, la derrota de su rostro fue la emoción más
distintiva en la sala. El resto de miembros habían recuperado la tensa frialdad
que ya sintieron tras escuchar de la amenaza shiriza, del riesgo de enemistar
al Consejo con Reinos y Torres.
Tal vez
ganarse la simpatía de les Elegides, considerando su poder, no fuera una
decisión tan terrible a pesar de las implicaciones. A pesar de su voto y
motivos para defenderlo, Andrew no pudo evitar temer por la decisión tomada.
—Tras esta
reunión, Diplomacia y Mensajero Celestial se reunirán con les Elegides para
explicar todo aquello que resta por contar —anunció Sirenya, y Andrew alzó la
mirada al escuchar su cargo—. Acudiréis los dos tanto por vuestros Departamentos
como opiniones opuestas. Como dije antes, esta no es más que una votación
preliminar, una que se completará con la próxima asamblea del Consejo Central y
el comienzo de la Observación.
»Informadles
del Marcado y les Profetas, presentadles tanto la Búsqueda y sus derechos como
la opción de rechazarlos y sacrificarse por el Bando. Pedidles un único favor y
que este se incluya también en nuestra disculpa: invitadles al Baile que se
celebrará esta noche, como invitades de honor.
Andrew
parpadeó con sorpresa. Notó que su reacción no fue única, más de uno de sus compañeros
parecía haber olvidado el evento.
—Acudiría yo
misma, pero me ausentaré del Baile para organizar las próximas reuniones. Entre
la Revelación y las Investigaciones sobre la mutación shiriza tenemos mucho
trabajo por delante. Descansad hoy y, sobre todo, cuidad de nuestres Elegides
durante el Baile.
»Pues, tomen
la decisión que tomen, les Elegides siempre han sido un orgullo para el Bando
Mágico.
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