domingo, 4 de junio de 2023

La Profecía del Mal: Capítulo 8

 Asuntos y Consejos

 

La Sala de Reuniones de la Sección Sureste del Consejo estaba tan bien decorada como el resto de la Sede. Una larga mesa oscura ocupaba el centro, rodeada de sillas de respaldo alto asignadas a cada uno de sus dueños. La mayoría de los asistentes hacía tiempo de pie, conversando entre ellos o comprobando sus comunicadores entre tecleos y pasos nerviosos. Hacía tiempo que el sol se despidió en el último crepúsculo del año, y las lámparas encantadas se encendieron como reemplazo.

Andrew se hallaba sentado en su silla, contemplando el blanco de aquella luz elemental. Solía preferir la calidez anaranjada del fuego, pero la escala monocromática se escogía por su uniforme blancura. Las lámparas no necesitaban encendedor que las mantuviera encendidas, ni talismanes que actuaran como baterías, pues la Sede estaba conectada a la Red de Méner. Las Torres de Dioses insuflaban energía por un complejo sistema de cableado hasta llegar a ciudades, las Sedes y todos sus aparatos. El méner activaba las recitaciones del instrumento y este podía permanecer activo independientemente del tiempo o potencia que necesitara.

Siete Consejeros de la Sección Sureste esperaban a los dos restantes. El viejo Araekloss Rethes dormitaba en su silla mientras uno de sus cuatro brazos sujetaba una pipa a medio consumir. Su largo bigote blanco se movía con su respiración. A su lado, los ojos felinos de Zoelynne Ferixes se deslizaban de un lado a otro tras sus gafas redondas, recopilando información de un volumen titulado Registro Cronológico de Leyes Sagradas. Con un suspiro, se apartó el cabello rojizo y entrecano del rostro antes de dejar el libro en la mesa y hacer aparecer otro entre sus manos.

Merody Caenor conversaba nerviosa con el director del Departamento de Investigación e Innovación Mágica, quien además era su prometido. Aunque Andrew no distinguía sus palabras (ni quería, por respeto a su privacidad), la cadencia de sus voces le reveló que el diálogo era estrictamente profesional. Comprensible dada la noticia del día.

No era la primera vez que Investigación y Sanación unían fuerzas. La naturaleza de sus ocupaciones prestaba a su colaboración, lo que terminó uniendo a la jovial Merody y el reservado Sheziss Sedare en su relación actual. Este último también colaboraba a menudo con el grupo de Zoelynne, encargada de Hechicería y Servicios Mágicos, y todos acudían a la subdivisión de Tesorería de Araekloss para pedir presupuestos.

En ocasiones, el propio Andrew deseaba que su Departamento fuera reclamado con tanta asiduidad como el de Araekloss, pues la mayoría se beneficiarían de una buena dosis de diplomacia y acuerdos. Involuntariamente, su mirada se deslizó al asiento vacío a su lado. Chasqueó la lengua. Desgraciadamente, ofrecer su trabajo no servía de nada cuando sus compañeros pretendían avanzar sin ayuda, o se retrasaban a pesar del sistema de portales de emergencia que unía las Sedes.

La reunión más importante que el Consejo había vivido en décadas no podía comenzar mientras dos Consejeros estuvieran ausentes. El hombretón a su lado carraspeó, impaciente. George D. Hunther era uno de los dos Altos Consejeros de la Sección Sureste, por lo que coordinaba los demás Departamentos pertenecientes al Sector que lideraba: Defensa. Así, lucía orgulloso el puesto de Comandante Supremo como última palabra en estrategias, movimientos militares e, incluso, en el propio campo de batalla como combatiente. No era de extrañar su trayectoria considerando su procedencia, pues los linajes de Metamórficos solían escoger la milicia o medicina como metas personales. Sus años de experiencia y victorias militares, de tácticas conservadoras y con fuertes escuadrones de Sanación para limitar pérdidas, demostraban que sus aptitudes bélicas no se limitaban a su poderío físico.

Hunther a menudo buscaba la opinión de Andrew y el Sector de Diplomacia, lo que estableció entre ambos una relación de cordial respeto. Es más, en su última llamada le pidió asesoramiento para reclutar en Hirst y Cerésea. Como agradecimiento, saludó al diplomático con la cabeza antes de volver a mirar al otro Alto Consejero, quien siguió ignorándolo.

El hombre al mando del puesto más importante del día, quien coordinaba los Departamentos bajo el Sector de Divinidad, era Armiro Caenor, Mensajero Celestial y una de las personas más extrañas que Andrew había conocido jamás.

Si bien Diplomacia y Mensajería Celestial se parecían en finalidad, Armiro era todo lo opuesto a lo que se esperaría de un mediador. El equipo de Andrew y sus compañeros del Sector de Justicia y Entendimiento establecían relaciones tanto entre Secciones, como los Reinos asociados al Bando Mágico. Compuesto principalmente por Mentalistas y algunos Espaciotemporales que manejaban datos y transporte, el grupo sostenía la compleja red de acuerdos, leyes y tratados que mantenía unidos al pueblo, realeza y Consejo Mágico.

Armiro y sus escasos ayudantes tenían la misma tarea, pero con las Torres de Dioses. La comunicación era limitada y las tareas escasas, pues solo intervenían ante asuntos que afectaran las Defensas Primordiales y la Red de Méner, la Elevación de una nueva Divinidad y, por supuesto, las Profecías. Esto implicaba que normalmente pasaban el tiempo colaborando (a regañadientes) con otros Departamentos, esperando su “día de gloria”.

Hoy era “ese día”, pero toda emoción inicial se había esfumado del rostro de Armiro, cambiando a un hermético y llamativo hastío. La ansiada Revelación requería la ayuda de los demás Departamentos, entrevistas con la prensa, viajes a las demás Sedes, coordinar la búsqueda con la Torres y conocer al representante que pronto votarían las Divinidades.

Y reuniones. Muchas reuniones. Y normalmente con los “cotillas” de los diplomáticos, como solía llamarles. Así pues, el cansado Demiurgo ni se inmutó ante el saludo de Andrew. Ya fue bastante que le dedicara un bufido antes de ordenar a su último muñequito de trapo que reanudara los pasos de un lento vals.

«Ni siquiera su Clase concuerda con su tarea» ―pensó, como tantas otras veces.

Los Mentalistas, aquellos Manipuladores que se centraban en la psique de Entes Vivos, solían ser los que buscaban puestos de mediación y política. ¿Qué narices hacía un renombrado Manipulador de Entes Vacíos en tal importante asiento? ¿Y por qué se le daba tan bien a pesar de su Clase de Magia y temperamento huraño? Era un tema fascinante cuanto menos.

Merody se acercó a la mesa y se sentó entre su hermano y una ausente Zoelynne, quien seguía rebuscando entre las páginas de un nuevo y voluminoso libro. Sheziss se sentó al lado del asiento libre que quedaba junto a Andrew. La mitad izquierda de su rostro, la que Andrew podía ver desde su posición, se ocultaba tras su cabello rubio. Una elección de estilo atrevida para alguien tan callado.

Carraspeos y murmullos se cortaron con el anuncio de Merody:

―Ya son las ocho y media de la tarde ―y cerró su reloj con un familiar chasqueo metálico―. Le Octave Elegide ya habrá caído.

Nadie comentó nada al respecto. Merody avisaba de un hecho inevitable, como que Araekloss durmiera en las reuniones o que Armiro pasara de ellas. Ahora, dos muñecos bailaban sobre la mesa. Irónico, considerando que su creador odiaba tal creatividad.

No tuvo más tiempo de distraerse. Las puertas de la sala reclamaron su atención al abrirse y un hombre de la quinta de Armiro las atravesó. Con la chaqueta del uniforme abierta, la camisa sin terminar de abrochar y el pelo negro peinado hacia arriba, llamaba tanto la atención como el resto de los Consejeros de la Sección Sureste.

Es decir, Ledzan Ázaros se camuflaba perfectamente entre ellos. Ocupó el asiento libre junto a Sheziss, saludándolo con un amistoso apretón en el hombro, y luego se giró hacia Andrew. Como siempre, cerró sus ojos rojizos y le dedicó una sonrisa de dientes afilados. El gesto le recordó a Andrew aquella duda que solía asolarle en las reuniones de Consejeros: dada su propia normalidad, ¿le considerarían la persona más extraña de la Sección?

―¿Por qué has tardado tanto? ―exigió George. Ante el pasotismo de Armiro, recaía en el otro Alto Consejero mantener las formalidades.

El aludido hizo una mueca.

—Una palabra: licántropos. Abastor y los suyos me han tenido secuestrado por un ataque al norte de Irialis ―contestó, rascándose la descuidada barba. Siendo de ascendencia furashi, solía recurrir a Metamorfosis para mantenerla a raya… cuando tenía tiempo―. Luego me llevaron a su Sede para una reunión sobre esas malditas bestias otra vez… Parece que me tocará pasar otra temporada con ellos.

―Eso no es motivo para tu tardanza ―protestó George, inamovible―. No hay reunión más urgente que la convocada en este día. Es la condenada Revelación, Ázaros.

Ledzan dejó escapar un exagerado suspiro. Zoelynne les dedicó una mirada cansada tras el último tomo invocado (Habilidades de Elegides: Registro de dones MEVI) y Araekloss roncó sonoramente desde su asiento. La amistad que ambos compartían no era secreto para nadie del Consejo, pero la disciplina militar de George y su responsabilidad como tercero al mando le llevaban a erguir espalda y voz con sus compañeros. De hecho, era el único que usaba los apellidos de los demás una vez entraba a la sala de reuniones, aunque el protocolo solo exigía emplear los cargos como título cuando estuvieran todos los Consejeros presentes.

Realmente conseguía un ambiente bastante formal considerando las extravagancias de sus miembros (por enumerar algunas: ronquidos, fumar, fumar durmiendo, aprovechamiento de las reuniones como tiempo de lectura, muñecos animados demiúrgicamente, uniformes sin arreglar y cotilleos por canal telepático). Además, permitía algún gesto amistoso (o romántico, en el caso de Sheziss y Merody) siempre que fuera discreto. Considerando su posición y cargo, era bastante permisivo, aunque se le notaba tenso por la reunión del día.

Finalmente, Ledzan encontró su réplica.

―Mira, sé que es la reunión que llevamos esperando dos décadas, pero no pinto nada aquí y más con la que se está liando entre los míos. Mi campo de trabajo son las plagas mágicas, criminales y demás asuntos que, aunque os sorprenda, poco tienen que ver con la búsqueda de nobles y valeroses Elegides.

Zoelynne anunció su intervención cerrando su último libro.

―Discrepo. Considerando la naturaleza de la Profecía, no podemos descartar que algune de tus criminales lo sea por ella y no una maldición.

―Realmente sí podemos ―comentó Merody―. La licantropía es letal en niñes. Los miembros más jóvenes de las manadas rondan los veinte años. 

―Efectivamente ―asintió Ledzan―. Así que debería ir pidiendo un portal de vuelta con el viejo Abastor y dejaros con vuestros futuros héroes. Tenemos noticia de nuestra “Elegida” particular y se nos requiere enseguida.

―¡¿Hay noticias de la Gran Bestia Azul?! ―exclamó Merody.

Aquella realización llamó la atención de todos los presentes. Incluso Armiro detuvo el elegante vals de sus muñequitos. Ledzan asintió a regañadientes, Merody abrió aún más los ojos y Andrew preguntó:

—¿Es ese el ataque de Irialis?

—No, ese es de una manada conocida. No hay muertos, pero sí ha dejado un infectado —Ledzan se rascó la cabeza, frustrado—. En unos días habrá luna llena, así que no creo que se salve de caer enfermo.

»En fin, la información todavía no debe salir del Consejo, pero la Bestia Azul se ha visto al noroeste de Derakonia, en la provincia de Dorcas.

—La capital —silbó George—. Con la que se está liando allí últimamente les habrá hecho poca gracia.

―Me sorprende que estés al tanto de los últimos cotilleos ―apreció Andrew.

―Con sangre real por en medio, los cotilleos se llaman política ―se excusó George―. Además, tú no eres el único que mantiene conversaciones con aristócratas. El Legado de muchos militares es de origen noble. 

Andrew asintió. Era cierto. La milicia no prohibía reclutar nobles. Allí toda cabeza era bienvenida mientras demostrara su utilidad. El Consejo era distinto, pues requería separarse de dioses y reyes para conservar la neutralidad como segundo poder legislativo y jurídico. Aquellos con título nobiliario eran vetados, lo que no excluía a las familias plebeyas con Legado.

—Antes de que preguntéis, seguimos sin pistas sobre la identidad de la Bestia —continuó Ledzan—. Solo sabemos que es enorme y de pelaje celeste, lo que facilita identificarla las pocas veces que se deja ver. Tampoco ha protagonizado un ataque esta vez.

—Considerando que solo mata en solitario, no me consuela demasiado —gruñó George—. Primero acabó con un grupo de mis soldados, luego arrasó una pequeña aldea. Ningún superviviente. Es un peligro para tener en cuenta.

Admitiendo la urgencia de Ledzan, George pretendía disculparse con él.

—Así es —asintió Ledzan, aceptando con ello las disculpas de George—. Y tú mismo lo has dicho, ningún superviviente. Los licántropos buscan dejar algún infectado para extender su plaga, pero los dos únicos ataques de la Bestia han sido una aniquilación completa. Nos hace pensar que igual no se ha perdido tanto a sí mismo como creemos… Al menos no en el sentido de su condición.

La conversación terminó con un gesto cansado. Si bien Armiro estaría ocupado con la Revelación, el Departamento de Ledzan y su superior de la Sección Noreste, Abastor, llevaba meses hasta arriba. Las pocas comunicaciones que Andrew mantenía con su amigo eran vía comunicador o correspondencia, y en todas estaba exhausto.

No solo era por los licántropos y demás plagas. Ledzan se giró hacia Sheziss para comentar algo y Andrew confirmó que había más problemas en su agenda. El Reino de Derakonia no solo era un punto caliente en las altas esferas, también estaba cerca de la otra gran preocupación del Departamento de Plagas. Zoelynne puso el ojo en la conversación y Andrew advirtió la sutil perturbación en sus rostros que ocurría en un intercambio telepático.

La secreta complicidad pronto se rompió con un nuevo movimiento de puertas. Entre ellas avanzó una mujer cuya melena negra se ondulaba al compás de sus pasos, enmarcando un rostro claro y uniforme como la porcelana. El monocromo contraste de sus hermosas facciones se rompía entonces con unos ojos de penetrante azul, insignia de la única casa noble que el Consejo había acogido entre sus filas. Su mirada fría rivalizaba con la gargantilla de rubí de su cuello, y su silueta destacaba entre sus camaradas por la capa negra que anunciaba su liderazgo.

Los Consejeros se pusieron en pie como saludo y ella inclinó la cabeza en disculpa por su tardanza. Entonces avanzó hasta el último lugar libre en la mesa y se sentó para presidirla.

Estaban ante la bella y temible Sirenya, última representante del linaje Aerias, caído en desgracia por sus pecados. Buscando la redención de sus ruines predecesores, la talentosa Bruja rechazó su título nobiliario y trató con aquellos afectados por su apellido. Sus acciones y compromiso social la llevaron a las puertas del Consejo, y desde allí amplió el alcance de sus hazañas hasta ganarse el mando de la Sección Sureste.

Una victoria para el pueblo, una espina en el orgullo noble, una rival para los Consejeros más conservadores. La Líder de la Sección Sureste dedicó un breve intercambio de miradas a cada uno de los asistentes antes de relajar su postura y preguntar con sonora ironía:

―¿Y bien? ¿Cuál es el tema de hoy?

Disimulando una confiada sonrisa por la chanza, George se levantó dispuesto a cumplir el deber que correspondería a Armiro:

―La Revelación de…

―No, hoy empezaremos con otro tema.

Las cabezas se giraron hacia la voz que había osado robar protagonismo al imponente Comandante Supremo. Andrew parpadeó de la impresión al identificar al dueño de aquel inconfundible siseo.

El ojo derecho de Sheziss, ambarino y felino, devolvía la intrigada mirada de Sirenya y la confusa ofensa de George con férrea determinación. De pie y con la espalda erguida, su postura mostraba tal valor que arrancó una sonrisa de su superiora.

—Sheziss Sedare, Investigación —anunció, siguiendo el protocolo para romperlo después con una carcajada—. ¡Al fin participas en nuestras reuniones! ¿Debo preocuparme por tus noticias? ¿O es que tu prometida te ha curado la introversión?

—¡Líder Aerias! —exclamó la aludida, casi levantándose. La piel bajo las mejillas escamadas de Sheziss se encendieron con rubor, pero logró mantener la mirada a la Líder.

La risa de Sirenya se selló con un chasquido de sus propios dedos. En un instante, las bromas entre colegas se rompieron y la primera al mando se irguió en su asiento, su rostro convertido en una máscara de interés. No quedaba burla en sus ojos y sus pupilas, negro entre azul como una fosa marina, esperaban devorar la información de su compañero.

—Veo que son malas noticias. ¿Cuál es el asunto de máxima prioridad, Investigación?

—Pero, mi Señora Aerias —interrumpió George, molesto porque alguien en relación monógama le quitara protagonismo—. Ahora mismo, la principal preocupación del Bando es la Revelación de Elegides. Siendo nuestra Sección la que activó el Marcado y la que cuenta con el Mensajero Celestial…

—Armiro Caenor, Mensajero —llamó Sirenya y el aludido emitió un gruñido en respuesta—. ¿Te importa cederle unos minutos a Investigación?

—Si Investigación considera oportuno interrumpir esta reunión de todas, es que debe traer información de vital importancia —zanjó Armiro—. Adelante.

Sheziss agradeció con la cabeza y George frunció el ceño, gesto que se aligeró con la sonrisa de su superiora. Andrew puso los ojos en blanco ante tal lamentable espectáculo. Ya estaba regalando cuadros a la ciega. Dos años llevaba y todavía no se había percatado de que a Sirenya le interesaban tanto los hombres como a un pez un par de botas.

—Dadas las circunstancias intentaré ser breve, aunque el asunto que expongo requerirá de mayor examen próximamente —Sheziss tomó aliento y, con renovadas fuerzas, explicó—: Como sabéis, mi Departamento ha estado colaborando con el de Plagas Mágicas de Ledzan Ázaros, la Guardia de Margo Edera y la policía de cuatro Reinos en una investigación sobre los shirizas enajenados. Este asunto no solo concierne a enfermos y víctimas, pues el último ataque demuestra que les candidates a Elegide también son objetivo de dicha organización.

―¿Organización? ―remarcó Sirenya―. ¿Al final descartamos que se trate de una nueva plaga mágica? ¿Hay cabeza tras las acciones de sus miembros?

―Hay una mano moviendo los hilos, así que no es una plaga mágica. La llamada “mutación shiriza” es un embrujo basado en magia MEVI, una enajenación, como ya suponíamos por la forzosa metamorfosis que padecen los afectados.

»Cumpliendo nuestras sospechas, la creadora de la “mutación” es su alteza Kasshere Zasjara, actual soberana de Zes’Haris.

Lejos de asombro o estupor, el ambiente de la reunión se endureció como el hielo. La necesaria separación de poderes entre el Consejo Mágico y los nueve Reinos creó una rivalidad que seguía manteniéndose hoy en día, por lo que tal acusación debía tomarse como una olla de agua hirviendo a recoger con manos desnudas. Los nobles más tradicionales asociaban el poder mágico a los Legados de sus apellidos, considerando al Consejo un hatajo de plebeyos que robaron lo que les diferenciaba de sus vasallos. Esta misma idea la reflejaban los Consejeros más vetustos con sus reservas hacia la nobleza. Muestra de ello era el sutil pero innegable trato despectivo a la Sección Sureste, excusado con la juventud e inexperiencia de la mayoría de sus miembros y fundamentado en la procedencia de su Líder. Aunque renegara de su nobleza, el apellido de Sirenya seguía manchando su impecable trayectoria.

Históricamente, Zes’Haris y Derakonia, Reinos hermanados por su gobierno y raíces shirizas, contenían a la población más monárquica. Ejemplo de ello era el severo luto que guardaron a sus respectivos monarcas, y el apoyo que prestaron a la hija mayor del polículo real shiriza cuando fallecieron sus progenitores. Andrew llegó a intercambiar algunas palabras con la actual soberana al principio de su carrera en política. Tenían la misma edad, pero ella gozaba de una confianza que solo se ganaba tras toda una vida preparándose para el trono. Le pareció una persona tan sensata como razonable y comprensiva.

¿De verdad dirigía aquella pesadilla?

—Acusar a la Reina de tu patria es un acto temerario —dijo George, suavizando el tono ante la mirada del shiriza—. Aunque se respalde por nuestras teorías y las evidencias que expones, debemos ser cautos.

—Soy consciente, Comandante. Mis palabras son impulsadas tanto por los hechos, como las muertes y sospechas que ahora levantan nuestras escamas… Aunque también hemos confirmado que la mutación se ha extendido a otros Reinos. 

Zoelynne entrecerró los ojos. Hacía rato que había hecho desaparecer sus lecturas.

—No te refieres a los ataques, ¿verdad?

—Efectivamente. Hasta ahora, pensábamos que esta nueva plaga artificial solo nos afectaba a los shirizas. Sin embargo, las ocho razas pueden mutar con idéntico resultado tanto físico… como mental. El embrujo deja la voluntad de las víctimas en manos de Kasshere. La Reina controla mentalmente a todos los convertidos.

El estupor e incredulidad por fin salpicaron los rostros de los Consejeros. Merody quedó consternada a pesar de que probablemente habría tenido acceso previo a la información. George se quedó sin habla y Zoelynne, la vetusta Hechicera, fue quien exclamó:

—¡No es posible! ¡Una canalización de tal calibre es inalcanzable para la Reina! Podría entender su autoría si la maldición solo implicara la metamorfosis, ¿pero un control mental de tal orden? ¡No hay recitación capaz de automatizarlo!

—Solo un dios podría alcanzar ese nivel de mente colmena —apuntó Andrew—. Y Kasshere ni siquiera se inició en las artes MEVI. Si acaso, fue su hermano menor quien nació y se formó Mentalista.

—Y su paradero sigue desconocido —añadió Merody.

—Es la única posibilidad —continuó Sheziss, alzando la voz para retomar su discurso―. Las conversiones de otras razas explicarían las desapariciones tras ataques, que los números de convertidos no desciendan. No hay teoría que encaje mejor con nuestras sospechas.

―¿Entonces sigue siendo una teoría? ―notó la Líder Sirenya, entrecerrando los ojos―. Acusar a un monarca, y más de Zes’Haris, es un movimiento peligroso.

―Tenemos pruebas de su implicación ―intervino Ledzan, levantándose también―. Dejadme explicar primero lo que Margo Edera, de la Guardia, y yo, representando a Plagas Mágicas, hemos investigado por ahora. Estamos ante una maldición que actúa como una plaga mágica, diferenciándose de estas en que es artificial.

»Aunque desconocemos el procedimiento de conversión, sabemos los resultados: criaturas similares a los shirizas con garras afiladas y ojos sin pupilas. Esto último probablemente les limite a visión de ánima, como los afectados de peste gris. Serviría para impedir recuperar la voluntad ante estímulos visuales.

»La pérdida de agudeza visual se compensaría con las instrucciones de la Reina. Estas son generales, pues los afectados tienen gran nivel de automatismo, facilitando así su movilización. Además, su fuerza física, reflejos y velocidad se incrementan, y todos los controlados hasta ahora manejaban armas o magia con gran destreza.

―En todos mis años investigando al servicio del Bando, jamás había leído o visto algo así ―suspiró Zoelynne, todavía incrédula―. Dada la fugacidad de las víctimas, ¿cómo habéis conseguido tanta información?

―Testigos y algún ataque interceptado ―respondió Ledzan―. Pero, como bien has dicho, su sistema de huida nos ha impedido capturar ningún sujeto para analizar en detalle.

―¿Qué teoría hay al respecto?

―Justo queríamos tu opinión como Prestidigitadora además de Hechicera ―intervino Sheziss, mirando a Zoelynne―. Enviamos a un escuadrón para seguir a convertidos. En el reporte, analizaron la impronta energética de la maldición, confirmando su origen MEVI. Este es de vertiente tanto Metamórfico como Mentalista, lo que demuestra el control mental —su expresión se ensombreció al añadir—: La mezcla de ambas es opaca a la visión de ánima.

―Eso nos dice dos cosas ―resumió Ledzan, levantando dos dedos―: La primera es que el teletransporte de vuelta a casa no es parte de su maldición. Es más, el mismo escuadrón confirmó un foco de magia espaciotemporal en sus pechos: un talismán con la recitación de huida —Zoelynne asintió, meditando aquella información. De mientras, Ledzan se giró hacia Sirenya—. De él extrajimos la implicación de su majestad Zasjara, pues la huella mágica que despiden está registrada como suya.

―Eso es una excelente noticia ―se alegró Sirenya―. Tenemos una prueba que defender ante un tribunal de nobles.

―Efectivamente ―asintió Ledzan, antes de mirar a Andrew. Sus ojos rojizos no mostraban señas de celebrar aquel descubrimiento―. No ibas tan desencaminado, Diplomacia. Nuestra segunda observación es sobre la opacidad del embrujo, que implica un poder superior al de la inmensa mayoría de mortales. Se ha empleado la mano de una Divinidad…

—…O la sangre de une Elegide.

Los Consejeros se giraron ante el comentario de Armiro, cuyos ojos solo reflejaban la silueta de su cuñado. Sorprendentemente, Sheziss no se dejó amedrentar por su extraña imitación de mirada. Su petición sonó clara y tranquila:

―Necesitaremos que contactes con las Torres de Dioses, tanto por sospechar de ellos como por la posible incautación de une Elegide.

―Lo haré.

―¡Un momento! ―pidió George, poniéndose en pie―. ¿Os estáis oyendo? ¿Queréis enemistar al Consejo no solo con los Reinos, sino también con las Torres? Os recuerdo que dependemos de ambos para mantener al Bando con vida, ¡para la Búsqueda de Elegides!

―George tiene razón ―intercedió Andrew―. Además, no podéis olvidar que el último ataque fue contra candidates y con intención homicida. Si quieren usarlos, ¿para qué matarlos? Apresurarnos con las sospechas solo mancharía nuestras futuras investigaciones.

Sheziss negó con la cabeza. Se levantó y, cuando habló, su calma se había afilado con una punzada de urgente determinación.

―Cuando la vida de tanta gente está en juego, podemos permitirnos acelerar las deducciones.

―Ambos estáis en lo cierto.

La réplica de Andrew se cortó con la templada voz de Sirenya. Sheziss aguantó su mirada antes de que tanto él como George se sentaran. Andrew se vio tentado a disculparse telepáticamente. Aunque Sheziss había mantenido la calma durante su discurso, un Mentalista sabía ver la emoción tras las apariencias. Veía la frustración en el violento rubor que casi escondían sus escamas, la desesperación en sus uñas mordidas.

Como Mentalista, era el que más se acercaba a entender su dolor y duelo, a pesar de que jamás podría comprenderlo como hacía el propio penitente. Su compañero había visto la erosión de su hogar y el silenciamiento de su gente, recluida en un Reino cuyas fronteras se habían cerrado herméticamente.

―En la próxima reunión con el Consejo Supremo, imitaré tu ejemplo para rogar a mis camaradas una apertura de fronteras en Zes’Haris —anunció Sirenya—. Mensajero, requeriré de tus servicios para reunir a un representante del tercer poder que apele a nuestro favor —Armiro asintió y la Líder se giró hacia Andrew—. Mientras tanto, Diplomacia deberá buscar apoyo entre los demás Reinos. Colaborad con Investigación y el Sector de Protección para elaborar un informe que convenza a nuestros objetivos.

Andrew aceptó las órdenes. Dada la situación, no sería difícil convencer a los monarcas cercanos a Zes’Haris. Incluso Derakonia accedería con tal de recuperar a su mayor aliado.

―Sin embargo, este sigue siendo un asunto delicado, por lo que no podemos acusar tan directamente a los dioses ―la mirada de Sirenya se perdió entre sus compañeros, con el mentón apoyándose en su mano―. Me temo que estamos ante la formación de un tumor en nuestro organismo, una célula que ha decidido morder la mano que le da de comer. La Reina Kasshere no se ha aliado con Neutrales, pues estos también quieren a les Elegides con vida, y los Metaloides considerarían blasfemia colaborar con una Bruja. 

»Y, a pesar de todo, Kasshere ha conseguido tanto poder como para crear esta extraña mutación. Para manipular las comunicaciones de nuestra guardia y enviarla a una trampa… Con el objetivo de matar posibles Elegides. ¿Por qué? ¿Por qué matar a peones tan útiles?

—Hay más incógnitas además del sabotaje en las comunicaciones —apuntó Andrew—. Encontramos restos de una pelea en las inmediaciones del lago. Tienes los detalles en el informe enviado anoche, pero me extraña que los shirizas optaran por matar a les candidates cuando ya les habían inmovilizado con Mentalismo.  Es decir, no escogieron matarlos porque les costara capturarlos. Incluso la muerte escogida, el ahogamiento, extraña considerando que los enajenados iban armados.

Sirenya frunció el ceño y Andrew casi pudo percibir la velocidad de sus maquinaciones; la resolución de alguien cauto, pero con el arrojo para hacer los cambios pertinentes. La Líder que tanto él como sus compañeros escogieron.

―Tendremos que ir con los ojos bien abiertos ―decretó, volviendo por fin la vista hacia sus compañeros―. De mientras, Sanación, me gustaría que también te pusieras en contacto con tu jefa de Sector. Si conseguimos cualquier muestra de las víctimas, preparaos para investigarla en busca de una cura ―Merody asintió con solemnidad, siempre dispuesta―. Entre esto y la Profecía nos esperan unas semanas duras, pero debemos ser optimistas. Al fin y al cabo, la Revelación siempre es motivo de celebración, ¿no?

»Mensajero Celestial, ¿haces los honores?

Armiro se puso en pie con movimientos medidos que, para el entrenado ojo de Andrew, apenas ocultaron su entusiasmo. La aparente indiferencia de Armiro era la máscara de un hombre atento y observador. Alguien que sabía aprovechar la neutralidad de su rostro para pasar desapercibido.

Araekloss ejercía un pasotismo similar. El viejo onírico podía mantener un oído puesto en la realidad mientras aprovechaba la abstracción de los sueños para sus cálculos. Dadas sus posiciones, a ambos se les permitían sus extravagancias.

Los ojos de Armiro, devorados por la peste gris, buscaron las siluetas de sus compañeros antes de anunciar su mayor orgullo como Mensajero:

―Hoy, treinta y uno de Dunoctis, hemos comprobado que nuestres tres últimes candidates son Elegides. Les tres comparten una relación de amistad y son residentes de la localidad de Máline, provincia de Gabera, en el centro del Reino de Sidera.

Sirenya frunció el ceño, gesto que se compartió entre aquellos que no habían conocido a los jóvenes. Sus muecas pasaron desapercibidas para la peculiar visión del Mensajero.

―A la una de la tarde cayó el Primero: Blake Greenwood, mestizo de elvan y humano de quince años ―Andrew advirtió que la uniforme voz de Armiro tenía una cadencia ligeramente más rápida: estaba viviendo su mejor momento en años―. Nada en su aspecto parece indicar haber iniciado su transformación.

»A las dos de la tarde cayó la Segunda. Una joven llamada Claire Máline que aparenta ser humana y nayhade, tampoco sin signos de…

―¿Es huérfana? ―interrumpió Sirenya, provocando un momentáneo temblor en el párpado derecho de Armiro. La mujer no ocultó su sonrisa. Sabía que odiaba las interrupciones.

―No lo sabemos, aunque se trata de la misma chica amnésica que registró mi predecesora, Erekea Ametlla, en dicho pueblo. He comparado el registro con su testimonio.

Sirenya asintió lentamente. A la tercera inclinación de cabeza, la severidad había endurecido sus rasgos, una expresión que se compartió a lo largo de la mesa.

―Entonces tenías razón. Eso me facilitará justificar el uso de los rastreadores a las otras Sedes.

—Era una apuesta arriesgada, pero asumible dadas las extrañas circunstancias de tanto pueblo como muchacha. Máline es una villa remota, tan apartada que ni tienen televisor o cableado conductor. Por la falta de acceso a la Red de Méner, sus aparatos domésticos son modelos antiguos de automegias. 

»En resumidas cuentas, es un lugar perfecto para ocultar a alguien. Ya he pedido análisis de sangre y ADN para cotejarlos con las bases de datos, pero solo su nombre y aspecto ya dan pistas de su identidad.

Sirenya se inclinó sobre su asiento. Aunque ni la Líder ni Andrew llegaron a conocer a la antigua maestra de Armiro, ambos procuraron informarse tras las teorías sobre su traición que hilaba el nuevo Mensajero. La presunta muerte de la anciana Mensajera, cuyo cadáver jamás llegó a encontrarse, era una espina que Armiro llevaba clavada desde el relevo.

—Solo puedo pedirte que tomes la misma precaución que tus camaradas emplearán con los shirizas —declaró, sus pupilas apuntando a Armiro—. Ya es la segunda vez que bailas entre muertos esta semana, Mensajero. Si bien los rastreadores nos han traído Elegides, la difamación requiere pruebas.

»Aunque, de conseguirlas, nos ganaría la simpatía del Consejo Central. Seguro que la Sección Noreste estaría encantada de oír noticias de sus antiguos compañeros.

Andrew notó que Zoelynne miraba fijamente a Sirenya, sus pupilas furashis redondeadas por la atención que depositaba en aquellas teorías. La Hechicera fue colega, casi amiga, de dos de los tres Consejeros desaparecidos en la última década. Remover aquel pasado debía ser inquietante cuanto menos.

—Os informaré conforme reciba más pruebas —terminó Armiro—. De mientras: la Tercera Elegida también reside en Máline, aunque me consta que procede de Soleria, una ciudad del mismo Reino, pero distinta provincia. Es humana pura y responde al nombre de Ángela Dianthus. Tampoco muestra signos de…

Una vez más, la interrupción de Sirenya levantó arrugas de frustración en Armiro.

—¿Dianthus y de Soleria? Qué casualidad, ¿no?

De forma teatral, Sirenya paseó su mirada azulada entre los presentes, quienes también advirtieron la coincidencia. Andrew terminó contestando:

—No lo es tanto. Dianthus es un apellido relativamente común en la comarca, procedente de un linaje de magos cuyo Legado terminó saltando de casa.

—¿De verdad? —su sorpresa fue calculadamente exagerada—. Y yo maravillándome con la racha estadística que llevábamos. En serio, Primero, Segunda y Tercera… ¡en el mismo pueblo! ¿Cuál es la probabilidad de que les tres primeres compartieran procedencia y encima vinieran en orden?

—¿Podemos continuar, por favor? —intervino Ledzan—: Armiro se está poniendo nervioso.

Efectivamente, los delgados dedos de Armiro temblaban sobre la mesa, fruto de la irritación. Sirenya recuperó la seriedad que correspondería a una reunión antes de devolverle la palabra. Definitivamente, la actitud de la Líder tampoco destacaba entre sus competentes, pero variopintos Consejeros, dejando a Andrew como el más extrañamente corriente del grupo. Tal vez podría competir en mediocridad con Zoelynne, si no fuera porque la Hechicera tenía un carisma extra por su talento jugando a los dardos.

―La muchacha tiene algún don MEVI además de su notable Elementalismo —siguió Armiro—: descubrió que mis rastreadores usan visión de ánima. Por eso la elegí Candidata. Además, Segunda también tiene un don peculiar: creo que es Desaceleradora.

Hubo un gesto de interés por parte de varios Consejeros, tanto por la inusual magia mencionada como…

—Si obviamos la relación entre los Desaceleradores y algunas familias, los poderes de las dos chicas encajarían con Habilidades de Elegide.

—¿Y el chico? —inquirió George—. ¿Por qué don lo nombraste candidato?

Armiro se encogió de hombros.

—Por asociación, y parece que tengo buen ojo.

George parpadeó, sorprendido, y Sirenya aprovechó para preguntar:

—¿Has contactado ya con la Corte Celestial?

—Debo esperar hasta la aparición de la última Marca —respondió Armiro—. Cuando ocurra, hablaré con los líderes de las Torres, estos sortearán el puesto de Directore de la Observación, y entonces nos reuniremos para reanudar la búsqueda.

Recitó el proceso de carrerilla, emocionado. Andrew se habría alegrado por él si no hubiera soltado a bestias dudosamente controladas para probar sus teorías. Le consoló pensar que su justificación por los medios empleados no convenció a sus camaradas.

—Diplomacia —lo llamó Sirenya y Andrew se giró a ella—. Primero, mis disculpas por depender tanto de tu Departamento. Lo segundo, requiero que tus compañeros elaboren un anuncio a la población: debe describir la aparición de la Marca y apelar al decreto de Llamamiento de Elegides.

Aunque disconforme, Andrew aceptó su petición. Hasta el momento, la Búsqueda de Elegides exigía a les candidates hallades por el Consejo su presencialidad en la Sede más cercana para el Hechizo de Marcado. Si algune hubiera resultado ser Elegide, como había ocurrido con Primero y Tercera, las familias no serían acusadas de ocultarle pues se presumía su desconocimiento ante la ausencia de Marcas.

Ahora, con la activación del Hechizo y el decreto de Llamamiento, las familias tenían la obligación de presentar a sus descendientes Marcades a la Sede. En realidad, el Marcado sería un gran alivio para la mayoría de los hogares, pues por fin podrían saberse libres de la Profecía. La felicidad de la mayoría a cambio de la desgracia de unos pocos.

Y el temor a dicho destino podría llevar a guardar el secreto. La cruel Profecía podría terminar condenando tanto a Elegides por su sino, como sus familias por vía legal.

Un breve pulso de racionalidad ahuyentó el sudor frío que amenazaba con recorrer su espalda. Ya no tenía sentido pensar en ello, por lo que centró sus pensamientos en el recuperado discurso de Sirenya. Preguntaba a Armiro si quedaba algo más que explicar a les Elegides.

—No les hablé de los Profetas —contestó el Mensajero—. Les explicaré junto a los detalles de la que será su misión.

—Ese es otro punto que deberíamos tratar —suspiró Sirenya. Entrecruzó los dedos de sus manos y se tensó antes de seguir—: Sé bien cuál es la opinión del Mensajero Celestial al respecto, pero deberíamos someter a votación qué hacer con les Elegides.

»En nuestras manos tenemos tres fragmentos de la esperanza que nuestro Bando ansía desde hace años. Conozco la historia y los cantares sobre antigües Elegides, sus hazañas y también sus caídas. He leído sobre Destinos pasados, aquellos que ni los dioses pueden detener o alcanzar.

»Y sé que vosotros también veis en esta Profecía la promesa de un cambio, de asegurar la paz que hasta ahora no ha sido más que un sueño. Por eso mismo, como Líder y por los pecados que cargo sobre mis hombros, me veo en la necesidad de recordaros que nuestra última esperanza reside en los cuerpos de tres niños. Normalmente es en niñes u adolescentes donde encontramos la mirada de la Profecía, pero hacía mucho tiempo que no ocurría en estas circunstancias y con unos Destinos tan graves. La necesidad nos llama, es cierto, pero prefiero dar esta opción antes de equivocarme y que mi nombre pase a la historia como el de una tirana.

»Someto a votación la siguiente cuestión: ¿Deberíamos dar la libertad que siempre concedimos a les Elegides también en esta Profecía? Permitirles encabezar la Búsqueda, a riesgo de perderlos… ¿O deberíamos comenzar a entrenarles para servir de utilidad a nuestra causa? No acepto abstenciones.

Los Consejeros guardaron silencio mientras Sirenya levantaba la mano.

—Mi voto es para su libertad y la Búsqueda, alzad la mano si así lo creéis también.

Fue Ledzan el primero que intervino.

—Mi opinión es que carezco de la información para dar mi voto. Considero que es un asunto a decidir con el resto de Sedes.

—Y así se discutirá —asintió Sirenya—. Sin embargo, con esta votación podemos acudir ya con los deberes hechos. El Consejo Central llamará una asamblea en apenas dos días y, una vez las Torres de Dioses comiencen la Observación, nos reuniremos de nuevo. Para entonces, ya deberíamos contar con una posición respecto a la Búsqueda y nuestra Sede tiene la última palabra al respecto. Por mucho que les pese a nuestros compañeros, fue la Sede Sureste quien dio con tres Elegidos y además cuenta con el Mensajero Celestial.

—Mensajero que justamente se opone a lo propuesto —anunció Armiro, levantándose—. Este día ha tardado más años de lo que debía, y aceptar lo que propones, Líder Aerias, me supondría casi aliarme con la incompetencia o incluso traición de mi predecesora. Hasta he arriesgado mi honor como Demiurgo al emplear rastreadores.

—Eso fue decisión tuya y nada más que tuya —protestó Merody, levantándose también—. Tenías suficiente destreza como para evitar recurrir a las artes fúnebres.

George alzó las manos.

—Opino que la urgencia del Mensajero Celestial, dado su cargo y conflicto personal, está justificada en esta ocasión —comenzó el Comandante—. Así como también debo posicionarme de su lado: No podemos dejar libres a las mejores armas que poseemos contra los Metaloides, a pesar de su corta edad.

—Estamos hablando de niños, Comandante —le miró Sirenya, y George bajó la cabeza.

—Soy consciente, mi Señora, como también sé del duelo y miedo que se respira en el frente. Debo pedirle que reconsidere su voto, no puedo dejar ir tanto poder.

Andrew negó con la cabeza.

—Ya no solo se trata de las implicaciones morales, Comandante. ¿No me oíste hablar de sus dones? Ni siquiera conocemos el alcance de sus Habilidades y la única que serviría como ofensiva en batalla es incapaz de controlar sus llamas. No están preparados todavía.

—Esperaba algo así —admitió George—. Por eso mismo me ofrezco a entrenarlos para ser de utilidad en combate. Aunque no lo parezca, la moralidad también me reconcome. No me siento capaz de soltarles al frente tan pronto…

—Tampoco es que tengamos mucho tiempo —suspiró Zoelynne, frotándose los ojos cansados tras las gafas—. Hemos activado el Marcado, os recuerdo.

—…Y sin explicarle las consecuencias de ello —recalcó Andrew—. Creo que les debemos una disculpa.

Andrew levantó la mano y Armiro negó con la cabeza. Ni él ni Merody se sentaron de nuevo, y Sheziss le dedicó una mirada a su prometida antes de decir:

—Me preocupa la seguridad de les Elegides en ambas propuestas. Sanación y Diplomacia, sois conscientes de que el grupo ha sido objetivo de ataques de enajenados shirizas. Tal vez no sea el momento de permitirles encabezar la Búsqueda.

—Es cierto, Investigación. Compartimos la misma opinión —admitió Merody—. Sin embargo, si aceptamos concederles la opción de la Búsqueda, son les Elegides quienes deben escoger el momento de partida. Es la tradición y no podríamos hacer más que intentar disuadirles y protegerles lo mejor posible.

—¿Hay alguna idea en mente?

—Podéis unir fuerzas Investigación y Hechicería —intervino Andrew, mirando tanto a Sheziss como a Zoelynne—. Balizas de seguimiento, un buen equipo de suministros… Podríamos permitirles un viaje de prueba para despedirse de sus familias y que valoren tanto elles como nosotros si están preparades.

—Así también ganaríamos tiempo para que el Consejo Central tome una decisión —añadió Merody, levantando una mano. Sheziss la siguió, prometiendo su colaboración.

Ledzan negó con la cabeza.

—Sigo creyendo que carezco de la información suficiente para dar un voto válido al respecto. Sin embargo, si mi experiencia en el Departamento de Control de Plagas me sirve en este caso, temo el día que no podamos controlar a les Elegides. Aún son jóvenes, pero su equivalente más cercano en poder son los dioses, y son contenidos en las Torres por una razón —negó con la cabeza—. ¿No hubo ya una Profecía similar a esta en el pasado?

Zoelynne dio un toque a la mesa y de ella materializó un volumen de su colección.

—Me hallo en la misma situación —comentó Zoelynne, deslizando el libro hacia Ledzan—. Capítulo catorce. Te adelanto de que en esa Profecía no hubo Marcado. No sé si considerarlo una piedad o crueldad en aquel caso, pero, como bien dijo Diplomacia antes, les debemos una disculpa a les nuestres por no consultarles si hacer el Marcado o no.

—La urgencia ya nos ha hecho tomar unas decisiones que contradicen los votos de nuestros cargos —añadió Andrew—. Además, concederles una muestra de libertad, aunque sea de corto alcance, nos permitirá que nuestras armas no se vuelvan contra nosotros cuando el momento llegue.

Ledzan suspiró.

—He visto estragos de monstruos que una vez fueron personas como nosotros, consumidos por enfermedades y plagas mágicas que soñamos con curar algún día —dedicó una mirada cansada a Andrew—. No quiero saber qué harán aquellos que nacieron diferentes, bajo la sombra de un Destino así. Voto en contra de la propuesta.

Ledzan bajó la cabeza y Andrew supo que era incapaz de devolverle la mirada de decepción que le dedicó. Dolido, apenas escuchó el recuento de Sirenya: Armiro, George y Ledzan en contra; Andrew, Merody, Sheziss y Sirenya a favor.

—Comandante y Mensajero tienen doble voto por ser Altos Consejeros —expresó Sirenya—, al igual que yo. En caso de empate, sin embargo, la balanza se decantará a mi favor por Líder electa —miró a Zoelynne y el durmiente Araekloss—. Hechicería, Tesorería, vuestros votos pueden cambiar eso.

Zoelynne asintió. Sus uñas rascaron la madera de la mesa, sumándose a las muescas que ya hizo en decisiones difíciles, pero no tan importantes como aquella.

—Me temo que mis dudas superan a las de mis compañeros y mi experiencia —terminó anunciando—. Al igual que mi compañero de Control de Plagas, yo tampoco me siento cómoda liberando tanto poder al mundo. Me atrae la idea de ganar tiempo para el Consejo Central y, sin embargo, también opino que no les corresponde a ellos tomar una decisión.

»Les Elegides se escapan de nuestra jurisdicción y dominio, solo los dioses se les acercan y aún quedan semanas hasta el inicio de la Observación. Como mortal, como mortales que somos, no deberíamos estar discutiendo esto aunque el deber nos obligue.

Sirenya asintió ante sus palabras y Zoelynne se giró hacia el viejo Araekloss.

—Tesorería, aunque con esto estoy firmando ya una resolución, mi conciencia estará tranquila si pido una abstención. ¿Votamos de forma opuesta?

Araekloss abrió un ojo de pupila blanca hacia su compañera y asintió ligeramente antes de regresar al plano onírico. Sirenya aceptó los votos de ambos y, a pesar del repentino gesto, no se inmutó cuando George se levantó.

—Mi señora, camaradas presentes. Por favor, recapacitad lo que estáis a punto de escoger. Podemos cuidar a les Elegides desde nuestras instancias. Ganarnos su confianza y lograr que entiendan su sacrificio, su valor para los inocentes del Bando. Si apelamos a ello…

Miró a Sirenya con la última frase y la Líder negó con la cabeza.

—La renuncia a mi título sería vacía si permitiera la instrumentalización de niñes bajo mi mandato —dedicó una sonrisa triste a los presentes—. La decisión está tomada.

George se sentó. Aunque contuvo sus gestos, la derrota de su rostro fue la emoción más distintiva en la sala. El resto de miembros habían recuperado la tensa frialdad que ya sintieron tras escuchar de la amenaza shiriza, del riesgo de enemistar al Consejo con Reinos y Torres.

Tal vez ganarse la simpatía de les Elegides, considerando su poder, no fuera una decisión tan terrible a pesar de las implicaciones. A pesar de su voto y motivos para defenderlo, Andrew no pudo evitar temer por la decisión tomada.

—Tras esta reunión, Diplomacia y Mensajero Celestial se reunirán con les Elegides para explicar todo aquello que resta por contar —anunció Sirenya, y Andrew alzó la mirada al escuchar su cargo—. Acudiréis los dos tanto por vuestros Departamentos como opiniones opuestas. Como dije antes, esta no es más que una votación preliminar, una que se completará con la próxima asamblea del Consejo Central y el comienzo de la Observación.

»Informadles del Marcado y les Profetas, presentadles tanto la Búsqueda y sus derechos como la opción de rechazarlos y sacrificarse por el Bando. Pedidles un único favor y que este se incluya también en nuestra disculpa: invitadles al Baile que se celebrará esta noche, como invitades de honor.

Andrew parpadeó con sorpresa. Notó que su reacción no fue única, más de uno de sus compañeros parecía haber olvidado el evento.

—Acudiría yo misma, pero me ausentaré del Baile para organizar las próximas reuniones. Entre la Revelación y las Investigaciones sobre la mutación shiriza tenemos mucho trabajo por delante. Descansad hoy y, sobre todo, cuidad de nuestres Elegides durante el Baile.

»Pues, tomen la decisión que tomen, les Elegides siempre han sido un orgullo para el Bando Mágico. 





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