miércoles, 29 de enero de 2025

La Profecía del Mal, Segunda Parte: Capítulo 3

 Intranquilidad


Algo iba mal.

Lo sabía desde su despertar, desde que aquellos pálidos y largos dedos sustituyeron a los de sus manos grises. Sus yemas palparon su cara, inspeccionando los huesos que cubría su piel, en formas diferentes a las que recordaba. Un hilo rojo corrió entre sus dedos y una cascada se unió a él cuando se sentó en la cama. Tardó un momento en entender que era su pelo, deslizándose al tocarse la cabeza.

Unas piernas tan desconocidas como propias lograron llevarle hasta el baño, donde su primer despertar en años le golpeó con la realidad. Un extraño se reflejó en el espejo y contuvo un grito con las manos.

Tocó sus labios. Notó sus dientes y lengua bajo ellos y reconoció su parecido del reencuentro de la noche anterior… no como su voz. Aquel grito contenido no le pertenecía, como tampoco lo hacía el rojo que teñía cejas, pestañas y cabello, más largo de lo que recordaba. Vio también el escaso rubor de su piel clara, distinguiéndola del gris. El amarillo en sus ojos, apenas visibles entre el pelo.

El reflejo del baño le devolvía la mirada y parpadeaba con él. Se movía con él.

Aquella era su cara. Tendría que acostumbrarse a ella.

Su despertar y sus delatoras pulsaciones alertaron a los médicos. Aunque acudieron para calmarlo, fue Firo quien terminó tranquilizándolos.

Acataron sus peticiones. No necesitaba más curas y podían darle el alta a pesar de la debilidad que mecía sus pasos. Les convenció de que no había nada de lo que alarmarse, y volvieron a vendar sus muñecas sin más preguntas. Se fueron y volvió al baño para terminar de tapar su antebrazo, pues bastante tenía ya lidiando con el resto de su aspecto.

Solo así logro callar aquella voz que resonaba en su cabeza, distinta a la que ahora nacía de su garganta, distinta a la del niño que fue. A aquel eco del pasado que le reprendía por no comprender ni respetar la moralidad de su magia.

“Has obrado mal todo este tiempo”.

Pero había asuntos más urgentes. El reflejo ante él, más presente que aquella acusación borrosa, repetía que algo iba mal y mal y mal, y que aquella no era su cara.

«¿Por qué he cambiado tanto?» Preguntó al espejo, a nadie más que a sí mismo. Ni Carine ni él comprendieron del todo su maldición, por lo que su crecimiento podría venir de su liberación. No debía verlo como algo extraño y, sin embargo, aquel mortificante pensamiento retorcía su imagen.

¿Era por sus rasgos más adultos? No, veía en ellos un recuerdo de quien fue. ¿Por su voz, más grave, contenida para no asustarse ni a él ni a los demás? ¿O aquel largo cabello que caía con el color de la sangre?

En pánico por aquel color, tomó unas tijeras dispuesto a cortar aquella cascada sangrienta. Podía dejarlo por los hombros, con el flequillo a un lado como lo llevaba en sus años de preso.

Tal y como había hecho con Carine cientos de veces, rasgó su flequillo y entonces dio con la respuesta.

Llamaron a la puerta. Arregló su trasquilón con un soplo de méner y tiró el mechón a la basura. Recordó que no estaba solo, que debía guardar las apariencias, y sacó una sonrisa calmada a la joven que entró a verle.

Ella no pareció notar sus inquietudes. Le dejó vestirse y se preocupó cuando se tambaleó al moverse. Luego lo tomó del brazo, lo devolvió con Claire y se presentó al resto.

La alegría y la nostalgia de ver a Claire calmaron su paranoia. El chocolate, la luz del sol y las risas le recordaron que estaba vivo y sus miedos se enterraron junto a las lágrimas de alivio que sometió a voluntad. Con la libertad, la dicha de hablar, andar y vivir; ignoró al desconocido del espejo y al juicio de su pasado. Solo permitió que un remordimiento acompañara su marcha:

«Oh, Carine, ojalá estuvieras conmigo para disfrutar de esto».

 

En el camino, Claire le habló de cómo aquella ciudad era tan distinta de Máline. En su pueblo, las casas de madera y piedra se juntaban unas con otras, separándose en calles estrechas donde difícilmente podrían pasar dos coches de caballos a la vez.

Sin embargo, en Clarpharos los animales pasaban con facilidad entre las hileras de edificios, con calles amplias iluminadas por elegantes farolas encantadas. Los escaparates de las tiendas cerradas por Año Nuevo mostraban ropas más refinadas y caras que las pertenecientes a los comercios malinenses, y otros establecimientos como talleres de artesanía y artilugios mágicos les hacían desear que no fuera festivo. Había similitudes con Máline, le explicaba Claire: de los balcones y ventanas colgaban macetas de acebo y enredaderas, que en primavera se cambiarían por vistosas flores. La gente también parecía buscar la comodidad del hogar en las frías mañanas de invierno, dejando las calles prácticamente desiertas.

Mientras hablaba, Claire observaba sus alrededores con curiosa fascinación, como si tratara de memorizar cada detalle de los altos edificios que dejaban atrás. Firo sonrió, pues sabía que era su primera vez en una ciudad. Se dejó llevar por el asombro de su hermana y leyeron los carteles con destinos culturales, admiraron los estandartes húmedos por el frío e incluso se unieron a Ángela y Grey en su conversación.

La joven parecía haber encontrado en Grey un compañero de chismes, pues este escuchaba sus historias de Máline con un interés difícil de fingir. En comparación con la huidiza mirada que dedicaba a Claire, con el precavido silencio que tuvo con Firo, Grey miraba a los ojos de Ángela sin miedo alguno.

La propia Claire se dio cuenta nada más unirse a su conversación. Aunque Grey interactúo con ella, carecía de la comodidad que esgrimía con Ángela. 

De forma similar, Firo también notó aquella diferencia de trato hacia sí mismo, culpándose por ello. Su extraña llegada y la paranoia justificaban, en su cabeza, la desconfianza de Grey. Además, aquel grupo venía de sobrevivir un atentado, no podía exigirles bajar la guardia.

Preguntándose si Ángela compartiría tales reservas hacia él, buscó respuestas y se encontró con que la muchacha era ilegible.

“No entiendes la moral de tu propia magia”, le reprendió un olvidado eco.

Tan confundido como culpable, Firo se apartó de la conversación y Blake terminó recogiéndolo. Este, ignorante de sus cavilaciones, sacó a relucir su experiencia con gente amnésica, deleitándose con que Firo parecía hacer progresos.

El chico se mostró colaborativo al principio, estudiando los mapas que el mestizo custodiaba. No obstante, terminó distanciándose al notar sus verdaderas intenciones:

—De verdad que me encuentro bien —aseguró, ya por tercera vez—. La luz del sol me está sentando genial, la ropa es más abrigada que la túnica de mi celda y, por supuesto, el desayuno ha sido el mejor que he tomado en años.

Blake no pareció percibir su ironía. Suspiró y cerró el mapa que tenía en sus manos.

—Quiero creerte, pero me preocupa no estar a la altura contigo —le confesó—. Ni Ángela ni yo somos Sanadores profesionales. Puede que ni siquiera mis padres supieran tratarte dadas tus condiciones. Debo seguir preguntándote para reducir el riesgo, el tiempo es crucial en la medicina.

Firo suspiró. Aunque entendía su posición, Blake ignoraba los detalles que sumaban complejidad al asunto y que el convaleciente todavía no sentía capaz de explicar. Sin más opción que callar y asentir, Firo cedió y dijo:

—Prometo avisarte ante cualquier infortunio.

—También para los descansos o comidas —Firo asintió y Blake le dedicó una palmadita en la espalda—. Gracias, y perdona por la vena de boticario.

Firo negó con la cabeza, distraído.

—También te preocupa otro ataque, ¿verdad?

—¿Qué?

—Habéis sufrido dos escaramuzas de enajenados en menos de cinco días —explicó Firo, tranquilo a pesar del agudo pánico de su interlocutor—. Claire fue secuestrada a una de sus bases de operaciones y salió conmigo de ella. Temes otro asalto y con razón, como también temes no poder curarme ya no solo a mí, si no al resto, ante una emergencia.

Blake movió los labios, pero su respuesta se perdió en el camino a ellos. Por suerte, Firo no parecía esperarla. Bajó la mirada y, entonces, un súbito alivio pareció levantarse y Blake pudo recuperar la palabra:

—Me da miedo, por eso intento mentalizarme para lo peor. Como dices, es demasiada casualidad para bajar la guardia. La próxima vez, pienso estar preparado —Firo lo observó con cautela y Blake le dedicó una sonrisa—. Además, no estoy solo en esto. Claire y Ángela me cubren las espaldas, como siempre han hecho, y también estáis Grey y tú.

»A pesar de tu debilidad, sé que eres un mago estupendo. Quiero decir, ¿cuántos portales has creado hasta ahora? ¿Y tan joven? Mires como lo mires, eres un prodigio —Firo se encogió de hombros y Blake aprovechó para rodearle con un brazo—. Confío en que nos sacarás de problemas si se da el caso, así que permíteme devolverte el favor cuidando de ti.

A pesar del reparo que Firo tenía con aquella propuesta, acabó aceptándola. Acompañó a Blake durante gran parte del camino, desde las calles hasta más allá de la linde con los bosques. Marchaban juntos ya no solo por sus charlas o la amistad que florecía entre ambos, si no para marcar el ritmo del grupo yendo en cabeza.

En consideración con el debilitado muchacho, Blake aminoró la velocidad de marcha para igualar a la de su protegido. A cambio, este cumplió su promesa pidiendo descansos cuando los necesitaba, ganándose los agradecimientos del resto. El aguante de Blake siempre había sido motivo de queja de Ángela, queja a la que se sumó Grey para picar entre ambos a su compañero. Aunque marcharan a paso más tranquilo que sus caminatas en Máline, el trayecto era largo. Incluso Claire, acostumbrada al trabajo físico, agradecía las paradas y entendía a sus quejumbrosos compañeros, más endebles que ella. 

A última hora de la tarde, cuando Firo pidió un descanso y Blake propuso acampar y cenar, Claire se unió a los disidentes y los tres estallaron en exagerados agradecimientos.

—¡Firo ha aguantado el viaje mucho mejor que vosotros, quejicas! —les espetó el mestizo. Ignoró que Firo fingió desmayarse al dejarse caer sobre la hierba y su mochila.

—Porque el pobre estará demasiado cansado para quejarse —picó Ángela. Cruzó los brazos y Claire la imitó a sus espaldas, asintiendo con efusión—. ¡Has hecho que eche de menos viajar en tren!

—No digo un tren, ¿pero un carro? —se quejó Grey, quien incluso se había quitado las botas para masajearse los pies—. Le ponemos un caballito simpático y nos turnamos para ir. O un automóvil o una moto, vamos. Es el Consejo, tienen pasta. Seguro que pueden traer de eso.

—¿Las motos van con caballos como los coches?

—¿Eh? —Grey parpadeó—. Ah, la amnesia. No, Claire, van con méner y electricidad y petróleo. Creo. No soy un ingeniero de esos.  

—Llamaríamos demasiado la atención —objetó Ángela—. ¿Y cómo la cargaríamos siquiera? Apenas hay electricidad en Sidera.

—¿Sabes conducir una? —saltó Blake, encontrada su oportunidad—. ¡¿Por eso llevas esas gafas?!

—Ojalá, son gafas de vuelo —dijo, levantándolas un poco. Las llevaba colgadas del cuello por la cinta—. Sirven para que el viento (y los bichos) no me cieguen al volar.

—¿Y por qué no vuelas en vez de caminar? —inquirió Ángela.

—¡Ah! Esa me la sé —saltó Claire—. Es porque le cansa más que andar.

—Así es —asintió el otro—, me honra que lo recuerdes. Prefiero que me salga algún callo a quedarme sin méner ante una emergencia. Lo cual, considerando nuestro historial, no está de más…

El grupo le dio la razón. La severidad de sus rostros no pasó desapercibida en Firo. Parecía que Blake no era el único preocupado por su situación.

Discutieron sobre si encender un fuego llamaría la atención y terminaron asumiendo el riesgo al comprender que las temperaturas seguirían cayendo al anochecer. Unieron mantas y capas para hacer un cálido círculo alrededor de la fogata que prendió Ángela, animada por el resto. Firo le cedió un par de consejos para centrar la llamarada con el bastón y sirvieron, pues solo chamuscó la madera necesaria.

Una vez asentados, repartieron los víveres y las guardias, que podían permitirse dobles por el tamaño del grupo. El sorteo decidió que Firo y Claire tendrían el primer turno y Blake saltó a intentar cambiárselo al primero, encontrándose con su rechazo.

—Estoy bastante despierto y prefiero dormir del tirón más tarde, lo siento.

Blake terminó cediendo, pues tenía cosas más importantes de las que preocuparse.

—Más os vale a todos seguir ejemplo de Firo: dormid bien y cenad aún mejor. Sobre todo, después de quejaros tanto.

Dicho esto, abrió su segunda lata de garbanzos con verduras y procedió a zampar. Para espanto de los recién llegados, tampoco calentó el contenido esta vez.

—Necesitaré dormir una semana para recuperarme —protestó Ángela, apartando la vista de las gelatinosas cucharadas del mestizo. Había cosas que la convivencia no siempre perdonaba.

—Pues aprovecha y cena bien, así ganas músculo. Ya son muchos años que Claire y yo cargamos con la fuerza del grupo.

—Compenso llevando la inteligencia…

—¡Eh! —intervino Claire—. Soy amnésica, no tonta.

—No puedes ser fuerte, lista y guapa a la vez, querida.

Ángela le guiñó un ojo y, al final, terminó acompañó su sándwich con una sopa de champiñones (bien calentada). A pesar de que la selección no era comparable a la del delicioso desayuno, tenían bastante surtido. Además de las latas de sopa y legumbres, también tenían pan para acompañar viandas frías, queso, encurtidos y barritas energéticas con sabor a chocolate, además de preparados de cacao y té para beber. Firo disfrutó de volver a comer, tomándose su tiempo con pequeñas porciones. Blake aprobó su comportamiento, aunque le exasperaba su lentitud. Con Claire y Ángela a buen recaudo, centró su atención en el último compañero (hijo adoptivo) que faltaba.

Llamó a Grey y este levantó la cabeza. Agitó la lata de sopa que estaba terminando.

—Una sopa excelente, mi chef.

—Hazte un bocata, aunque sea.

—No tengo hambre.

—Tienes que reponer fuerzas.

—No tantas como tú, estoy chiquito.

—Y seguirás chiquito si comes tan poco.

Grey se encogió de hombros y se preparó un cacao como postre. Blake evidentemente quedó insatisfecho, pero no insistió más. Por sus interacciones durante el día, Firo asumió que Blake no tenía tanta relación con el otro chico como Ángela, limitando sus peticiones a riesgo de que fueran contraproducentes.

O tal vez veía otro problema tras la actitud del chico. Nadie del grupo había visto comer a Grey nada sólido desde que lo conocían: solo yogurt, sopa y una ingente cantidad de café en el desayuno. Si Blake estaba entrenado en el campo de la salud, probablemente habría teorizado algo al respecto y decidido hasta qué punto era eficaz insistir.

Al poco, Blake dio las buenas noches y se hizo un ovillo entre las mantas. Ángela le siguió poco después, pegándose al mestizo para “aprovechar el calor” y Grey optó por mantener las distancias, tal y como había hecho durante la cena. Terminó su bebida con la cabeza baja, se quitó las gafas del cuello y dio las buenas noches, ya con los ojos cerrados.

Claire se acercó a Firo mientras este terminaba de cenar, trayendo una manta para ambos. Era una noche fría, no tan dura como las de Máline, según Claire, pero no deseable para acampar. El fuego hacía su trabajo y las bebidas, calentadas con cuidado, ayudaron a entrar en calor.

Era el momento. Firo terminó los últimos sorbos de su cacao y preguntó:

—Claire, ¿qué pensáis hacer en llegar a Máline? —ella parpadeó, desprevenida, a lo que él añadió—: ¿Volveréis a las Sedes a seguir vuestro entrenamiento? Grey supongo que marchará pronto hacia su hogar.

Con Firo ignorante de su verdadera misión, Claire meditó su respuesta. No podía confesar que aquella era una parada temporal antes de la Búsqueda, claro, como tampoco podía mentir con que estarían mucho tiempo.

Tal vez sería mejor sincerarse y contar lo que realmente pensaba hacer:

—No lo sé. Ya lo pensaré en llegar —a lo que rápidamente añadió—: ¿Por qué lo dices?

—Quiero partir de viaje en un futuro. Dependiendo de mi salud, por supuesto.

—¿Cómo? —exclamó ella, aun bajando la voz para no molestar a sus compañeros—. ¿Por qué querrías irte? Si acabas de…

—Quiero buscar a Carine.

Y su sorpresa desapareció al entenderle. Carine, aquella que fue su única compañía durante tantos años, a quien Claire había visto crecer entre sus visitas. Aunque sus encuentros, sus sueños, se nublaban al amanecer, comprendía sus lazos de amistad. Comprendía su deseo, lo que no impidió que frunciera el ceño.

—Sé que es un poco repentino —continuó Firo—, pero de verdad quiero reunirme con ella. Tal vez no pudimos cumplir nuestra promesa de escapar juntos, pero aún podemos reunirnos en el exterior. Quiero buscarla, seguir averiguando sobre mi pasado... El viaje propiciaría ambas cosas.

—¿Sabes dónde fue? —Firo negó con la cabeza.

—Le bastaba cualquier destino. Todos sus… lazos con el exterior desaparecieron hace tiempo —dejó entrever severidad en sus facciones, gesto que pronto suavizó—. Yo al menos te tengo a ti, y es probable que recupere más conexiones conforme mis recuerdos vuelvan.

Sus palabras se cortaron, su mente dudando de si exponer sus dudas a aquella conocida para el Sin Nombre, a la hermana de Firo Delayer. Sobre la amistad que mantuvo con Carine y la voz que ahora lo mantenía alerta, tal vez olvidado por su hermana. La dualidad se cobró su voluntad y, cuando quiso darse cuenta, su boca reveló el conflicto:

—Realmente no sé quién es mi yo del pasado. He vivido tantos años como el Sin Nombre que no sé cómo debería actuar como Firo Delayer, como mi antiguo yo. Los pocos recuerdos que tengo los siento extraños y lógicos al mismo tiempo, pero pertenecen a un niño que ya no soy, a alguien que creo no ser.

»Lo único que tengo por seguro es que sé quién soy junto a Carine… y la echo de menos.

Claire le puso una mano en el hombro y Firo, sin palabras que mediaran, entendió y se dejó abrazar. Era la primera vez que lo abrazaba desde que escaparon y, con él ahora más alto, resultaba extraño para ambos.

—Aún estás débil para pensar en eso, date unos días —le dijo, dándole una palmadita en la espalda—. Mi casa también es tu casa, lo sabes —él asintió—. Puedes quedarte lo que necesites y volver siempre que quieras.

Firo lo agradeció en voz baja. Permanecieron un rato en silencio, el uno junto al otro.

—Es complicado —continuó Firo—. Agradezco el hogar que me ofreces y una parte de mí quiere estar ahí y reconstruir los lazos que traemos de nuestro pasado, no solo los forjados durante tus sueños y la huida. No obstante, también quiero recuperar el que tenía con Carine, lejos de la celda y nuestros objetos robados —Claire lo miró sin decir nada, expectante. Él terminó negando con la cabeza—. No, ¿qué estoy diciendo? Ahora estás tú. Tras todo lo que has hecho por mí, es egoísta pensar en marchar. Lo siento.

—Siempre puedo irme contigo.

Ahora fue el turno de Firo para sorprenderse o, más bien, dejar ver su asombro.

—No es mala idea, ¿verdad? Así no tenemos que separarnos. De hecho, seguro que mis amigos querrían acompañarnos en un viaje, si te parece bien —Firo asintió lentamente, dejando entrever una sonrisa que Claire no correspondió esta vez—. Sin embargo, deberías recuperarte primero —aseveró—. No soy Sanadora y ya viste cómo se me da la magia. Si enfermaras o tuvieras un accidente… No, mejor esperar, y más con los tiempos que corren.

Firo volvió a asentir, culpable esta vez. ¿Tanto le había embriagado la libertad como para olvidar el peligro? Sugerir una búsqueda a los supervivientes de aquella tragedia era una falta de respeto. Había visto a Claire aquel día, su muñeca ni siquiera se había curado del todo aún.

—Tienes razón, esperaremos a que las cosas se calmen. Siento la falta de tacto.

Claire negó que hiciera falta una disculpa, pero Firo la ignoró. “La empatía es lo que impide que dañes a los que más quieres”, le reprendió un eco del pasado. El mismo que le había acompañado desde su despertar. La voz era anónima, su cara engullida por la niebla del tiempo. 

Sus dudas ayudaron a la vigilia. Claire comprendió que no tendría más conversación por su parte y aceptó su compañía sin más. Apoyados el uno en el otro, abrigados con mantas, lucharon contra el sueño, el temor y la soledad con calmada quietud hasta su turno de descansar.


Era extraño no tener sueños.

Desde la huida de Carine, la ventana onírica de Claire había disminuido su contenido. Con Firo inconsciente, ni Claire ni su Sombra tenían nada que ver en aquellas celdas y ahora, con su liberación, carecía de propósito visitarle en sueños.

La otra cara de sus actividades nocturnas, las charlas con su Sombra, parecían haberse detenido mientras ella no tuviera nada que decirle. Además, ahora parecía poder manifestarse en la realidad, ¿para qué volvería a usar sus sueños?

Recordó la conversación que tuvieron al recuperar el nombre de su hermano. La oscuridad a sus pies había orquestado todo: aceptó la petición de Claire, la liberó del miedo a conocimiento y viaje solo por la arriesgada apuesta de encontrar al Sin Nombre, aquel al que visitaba cada noche.

Había cariño bajo la preocupación que le profesaba. Un sentimiento que explicaba sus visitas, sus dedos intentando apartarle el pelo en las celdas. Dijo que quebrantó una promesa, una que solo ella recuerda, por tal de encontrarlo. De verdad lo apreciaba.

¿Hasta qué punto era Claire parte de la Sombra y la Sombra parte de Claire? ¿Sería también su hermano, lo vería como tal? Por un instante, deseó haber soñado con ella para expresar sus dudas, pero su descanso fue un extenso y calmado parpadeo. Parte de Claire temía que el resto de sus noches ahora fueran así, pero su alivio por librarse de las pesadillas vencía a tal temor.

Lanzó una mirada cautelosa a sus pies, a la penumbra que arrastraban al ocultar los tenues rayos de sol. Era una mañana nubosa, la típica de Máline en invierno. Aún no hacía tanto frío como para que nevara, pero el riesgo aumentaría conforme subieran la cuesta sobre la que se alzaba el pueblo. De mientras, los árboles les protegían parcialmente del frío, dejando la niebla como el mayor de sus problemas.

Para contrarrestarlo, Grey había prendido su candil y Ángela, aconsejada por Firo de nuevo, encendió la gema de su bastón. Hablaron de practicar con su fuego para crear llamas lumínicas, pero la joven temía carecer del control suficiente.

Con la conversación establecida por su parte, Blake les dejó encabezar el grupo e intercambió compañeros. Claire había pensado comentarle la propuesta de Firo, que podrían aprovechar para la Búsqueda. Sin embargo, Blake se acercó a Grey para aleccionarle sobre su desayuno, que consistió en los últimos dos yogures del inventario.

Sacó una manzana de su mochila y se la ofreció al chaval. Este puso los ojos en blanco.

—Voy a empezar a llamarte abuelo.

—Me parecerá bien mientras no tenga que llevarte en brazos por cansancio —Grey no contestó y Blake relajó su expresión—. No tienes por qué comerla ahora, pero te la doy para después. También hay cacahuetes si lo prefieres.

El chico clavó la mirada gris en la fruta, la superficie roja un poco abollada por llevarla entre el resto de las provisiones. Claire suponía que Blake había tenido tiempo de entablar un mínimo de relación con el Elegido por la espera en el hospital. Buscando un consuelo, no le extrañaba que hubiera conversado con Grey y compartido su alegría cuando Claire reapareció.

Grey, por su parte, mantenía más distancias con el mestizo que con Ángela, probablemente por las diferencias en su personalidad. Sin embargo, parecía entender su preocupación al ofrecerle alimento y miraba a la fruta no con hastío, si no con algo que Claire reconoció como hambre.

Tomó la manzana y se la llevó a los labios, sus dientes escondidos tras la fruta en una sonrisa secreta.

—Acepto con una condición: háblame de tu “magia”.

La confusión de Blake se borró tras un parpadeo.

—Creía que le preguntaste sobre ello en el hospital —intervino Claire, recordando su entusiasmo de entonces.

—Iba a hacerlo, pero se escabulló diciendo que era un tema privado —bajó la manzana, sus labios cerrados en una sonrisa pícara—. Los de delante están centrados en sus magias también. No tienes excusa y ofrezco un buen trato, ¿no crees?

Blake aceptó a regañadientes. Echó un receloso vistazo al frente y, tras comprobar la distancia con Ángela y su acompañante, contó las restricciones y dones de Pacto, su Habilidad.

Grey, a cambio, explicó los peligros y ventajas que encajaba la suya, tal y como ya hizo con Claire. Blake reaccionó con un consternado asombro similar al de la Elegida, y Grey alabó la utilidad de Pacto, con el consecuente gesto humilde de su compañero.

—Ahora estamos en igualdad de condiciones —anotó el tirador—. Si somos un equipo tenemos que empezar a actuar como tal, empezando por saber nuestras fortalezas y debilidades.

—Desde luego será útil saber que debemos llevar cuidado al hacer magia contigo —dijo Blake, aún consternado—. De verdad, suena horrible. Espero no tener que verlo jamás.

—Bueno, algún “calambrazo” me he llevado alguna vez —tanto Blake como Claire abrieron los ojos y Grey solo se encogió de hombros—. Duele como el infierno, pero si no es muy grave me puedo recomponer. He tenido suerte hasta ahora.

Blake deseó que siguiera teniéndola. Claire asintió y pensó en compartir también sus descubrimientos sobre su posible su Habilidad, pero Grey se adelantó:

—¿Y Ángela? ¿Lo de su fuego va como lo nuestro?

Blake negó con la cabeza. Delante, Ángela justo parecía estar comentando el tema con Firo.

—Según nos contó, su fuego se manifestó de repente en su infancia, sin asistir a clases ni nada. Nació con el Talento desatado, como el resto de “nosotros”, pero solo por su Habilidad. Sus madres son noma, no heredó el fuego de ellas.

—Extraño —comentó Grey—. Entonces, si las llamas no son su don nato, ¿cuál es?

—Quién sabe —esta vez, Blake fue quien se encogió de hombros—. Nunca me habló de que tuviera otro tipo de magia además del fuego y la Sanación que aprendimos juntos. Lo cierto es que la relación de Ángela con sus poderes nunca fue demasiado buena. Es un tema delicado. Si quieres preguntarle, hazlo con cuidado.

Grey asintió. Parecía comprender los límites de aquella conversación y decidió respetarlos. Claire, por su parte, recordó la animada charla que tenían Ángela y él sobre cualquier cosa y le sorprendió que no saliera aquel tema a colación… Lo que le llevó a preguntarse hasta qué punto el “don de gentes” de Ángela habría actuado.

De la extrañeza de Blake al hablarlo, de tratar con Firo y escuchar al shiriza que los atacó, Claire había comprendido que las emociones que se le revelaban al mirar ojos ajenos eran una particularidad suya. Una pieza más del puzle que conformaba su recién descubierta (¿reencontrada?) Habilidad. De ella veía sus similitudes en el nombrado Mentalismo de Firo, en el Pacto de Blake y las sensaciones que Ángela le despertaba.

—Creo que es capaz de hacer algún tipo de manipulación emocional —dijo Claire, y tanto Blake como Grey se sorprendieron—. Siempre me siento más alegre cuando ella lo está a mi lado. Me infundió valor cuando luchamos en el lago y sé que gritaría si le hicieran daño —miró a uno y a otro—. No sé mucho de estas cosas, pero me encaja.

Blake, con una sonrisa cálida, terminó asintiendo:

—Creo que me siento igual.

Mientras que Grey, tras mirar a ambos, escondió una risita bajando la cabeza.

—Bueno, ¿y no será que os gusta?

—¡¿QUÉ?!

El grito de Blake hizo que tanto Firo como Ángela se detuvieran. Claire, quien logró mantener la compostura, les indicó que todo iba bien con un gesto y su amiga reanudó el paso sin ocultar su deseo de información. Blake, ahora con voz baja, repitió:

—¿Qué?

—No sé, lleváis mucho tiempo juntos y la empatía y otros… sentimientos se desarrollan fácilmente cuando tu círculo es pequeño —ni Blake ni Claire encontraron respuesta y Grey se reajustó las gafas con fingido dramatismo—. Si estas condiciones y camaradería se reparten en nuestra empresa, espero que lloréis por mí si intercepto una bala por vosotros.

—Ni siquiera te dolería —sonrió Claire, sarcásticamente.

—Y tampoco la pararía —apuntó Grey—. Me atravesaría limpiamente. ¡Lo siento!

Por un momento, Claire pensó que había algo más sugerido por Grey, pero Blake curiosamente comenzaba a colorarse… y Ángela dedicó un par de miradas recelosas hacia ellos.

—Cambiemos de tema, anda —zanjó Claire. No se le escapó el alivio de Blake—, los secretos en reunión no son de buena educación.

—Oh, ¿en serio? —rio Grey—. De verdad que no te gustan los cotilleos.  

—Me gustan cuando son cosas útiles. Ayer, por ejemplo, pasamos un buen rato con Ángela hablando de todo un poco.

—Fue la conversación más divertida que he tenido en años —rio él, llevándose la mano a la boca con picardía—. Aunque te largaste con los sosos cuando se animó la cosa.

—¿Ah sí?

—Digamos que se comentó quién era el más guapo del grupo.

Claire puso los ojos en blanco.

—Cielo santo, ¿y eso es interesante?

—¡Para mí sí! ¿Qué no quieres saber lo que tu amiga opina de ti?

—Créeme cuando te digo que me llama guapa a la mínima que puede. Tiene buen gusto, ya la oíste anoche.

—Permíteme discrepar porque también llamó guapo al nuevo.

Claire trastabilló.

—¿Qué dices? —exclamó al recuperar el equilibrio—. ¡Pero si está febril el pobre!

—Y ella también, con ese gusto. Mira que no elegirme a mí… Aunque tampoco la escogí yo a ella.

Claire volvió a quedarse sin habla. Comprendiendo. Recordando. Contando. Curiosamente, fue Blake quien reunió el aplomo para tomarle el relevo.

—Así que te parecemos los más guapos del grupo, ¿eh?

Y Grey se escondió tras las gafas. Le había salido el tiro por la culata, y le tocó excusarse con que no podía alabar la belleza de su interlocutora de entonces o quedaría en evidencia.

Como estaba ocurriendo ahora.

 Blake, entretenido, le dijo que le parecía mono y coincidió en que tanto Firo como Claire eran bastante guapos. Esta añadió que Grey le preguntó si era modelo al conocerse y ya con eso terminó de descarriar la charla. Blake protestó con que él también podría servir para aquella profesión. Firo y Ángela parecieron aminorar la marcha, tal vez para intentar escucharlos. Grey asentía ante los argumentos de Blake fingiendo atención y vergüenza, más preocupado en guardar su manzana con admirable disimulo. Claire, quien jamás sería acusada de chivata, simplemente cortó lamentando el rumbo de la charla.

—Se queja quien ha sido nombrada la más guapa —sonrió Blake, pasando un brazo por sus hombros—. No pasa nada, seguro que Firo puede apoyarme en mi candidatura a modelo. Eh, ¡los de delante!

Los otros habían aminorado tanto el paso que apenas se notó cuando se detuvieron del todo. Ninguno se volvió a verlos. Ángela, con su mirada perdida entre las hojas y árboles de la travesía, Firo, expectante.

Un grito y el cuerpo de un shiriza cayó al suelo entre llamas naranjas, retorciéndose de dolor. Ángela dio la voz de alarma.


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miércoles, 22 de enero de 2025

Notas de Lore 1: ¿Qué es la Profecía?

Todo sobre la Profecía

El evento sobre el que orbita la saga


    La Profecía es un evento de origen divino que sucede periódicamente desde el Eclipse, el reinicio de todo. Otorga un Destino a niñes capaces de hacer magia desde su nacimiento, es decir, aquelles que fueran a nacer con el Talento mágico desatado[1]. Como se convierten en Elegides antes de recibir el Segundo Nombramiento[2], es tradición hablar de les Elegides como grupo y sus candidates en neutro.

El Destino es aquel poder o conjunto de poderes, cambios y dones que la Profecía otorga, cambiante con cada edición de la Profecía y siendo su primer regalo la Habilidad de Elegide. Esta Habilidad es un poder que, aunque naciente de las Clases de Magia de Inspiración[3], sigue unas normas concretas como hacen los dones de Legado[4]. Sin embargo, al contrario que estos, su poder puede sobrepasar al de los dioses[5].

A la Habilidad le pueden seguir cambios (físicos o mentales respecto a otres niñes), poderes o designios que se irán manifestando conforme le Elegide crezca y que cambian según la edición de la Profecía bajo la que nació.

Bajo la voluntad de la Profecía han marchado héroes, guerreros capaces de poner fin a guerras, salvadores de tragedias… así como villanos capaces de desafiar a dioses. Han nacido Elegides de belleza impoluta y las semillas de generaciones enteras, así como monstruos cuyo final marcaron sus propios colmillos, cerrándose en las tráqueas de sus hermanes de Destino.

La Profecía es caprichosa en los Destinos que otorga. Ni siquiera los dioses son capaces de predecir qué traerá su siguiente edición. Los mortales solo pueden esperar a que las campanadas que anuncian su llegada suenen y los moradores de las Torres, los dioses de la Corte Celestial, transcriban qué está por llegar al mundo.


Etapas de la Profecía


  • Anunciación: Ocurre tras la muerte de le Últime Elegide de la edición anterior. La Torre de Dioses Central trae las Leyes Únicas de la nueva Profecía.
  • Selección: Dura cinco años. Periodo en el que nacen les Elegides y sus Profetas correspondientes reciben una marca con su número y saber sobre su Destino. Los Profetas no son necesariamente magos.
  • Ceremonia de Revelación: Ritual con el objetivo de revelar Elegides. Para el ritual se llevan candidates al Observatorio de una Sede del Consejo y se ejecuta el Hechizo de Marcado. Si entre les candidates hay al menos une Elegide, la recitación se activa y comienza el Marcado.
  • Marcado: Periodo de tiempo durante el que se otorga una Marca en la piel de cada une de les Elegides, señalándole como tal. Dura tantas horas como Elegides haya en esa Profecía, apareciendo una Marca por hora. Al ser marcade, le Elegide se desmaya y durante su inconsciencia puede ver a su Profeta, por si desea buscarlo para conocer a su Destino. La aparición de la Marca acelera la compleción del Destino. 
  • Observación: Periodo hasta la siguiente Profecía. Se puede pedir la designación de un Director de la Observación desde las Torres de Dioses para que vele y encuentre al resto de Elegides.


Leyes Sagradas


    Son las normas que sigue la Profecía, desde los requisitos de su elección hasta los efectos que aplica. Se dividen en dos:

Leyes Sagradas Generales

    Son comunes a todas las Profecías. Al contrario que las Leyes Sagradas Únicas, no fueron estipuladas en ninguna Profecía como tal, si no que su contenido fue recogido de los estudios de Namare y otras divinidades, así como de observar a sus Elegides. 

    Son las siguientes:

1. Les Elegides tienen el Talento desatado de nacimiento. Es decir, son magues desde que nacen. Su primer don es siempre la Habilidad de Elegide un don que poseen desde el inicio independientemente de su herencia familiar mágica[6]. La Habilidad pertenece a una o varias de las Clases de Magia de Inspiración, aunque sigue unas normas similares a las Clases Recitadas[7] como los dones de Legado. 

2. Las Profecías se Anuncian tras la muerte de le últime Elegide de su edición.

3. Les Elegides tienden a madurar psíquica y físicamente más rápido que otres niñes de su edad.

4. Si une Elegide tiene hermanes en rango de selección de la Profecía, probablemente también sean Elegides. 
    Es más probable cuanto más cercana sea la edad de ambos, hasta en un 70% en el caso de gemelos idénticos. Curiosamente, en este último ejemplo, los Destinos otorgados por la Profecía seguirían siendo diferentes. 

5. El poder de une Elegide puede llegar a superar al de un dios. 
    La Habilidad de Elegide siempre está por encima de las normas de lo divino, y la magia de estos últimos supera la de los mortales.

 Ejemplo: Si une Elegide tiene como Habilidad algún tipo de Telepatía, esta se emitirá independientemente de las contra-magias que haga un dios para evitarla.
    El resto de las artes de une Elegide pueden llegar a superar a las de un dios, pero costará más cuanto más alejadas estén de su Habilidad y Destino. 

6. Une Elegide jamás podrá ascender a divinidad. 
    Son mortales, para que el ciclo de Profecías no se interrumpa.

Leyes Sagradas Únicas

Varían con cada edición y se descubren en la Anunciación. Incluyen requisitos además del Destino que da a sus Elegides. 

Las Leyes de la Profecía actual son tres. Las dos primeras describen que serán trece les Elegides de esa edición, de linaje humano o ángel en al menos una de sus mitades”.

Más preocupante es la ley que habla de su Destino:

“Serán otorgades con el don de enfrentarse a cualquier sino, bajo el eco de antiguas glorias y la sed de grandes bestias. Sangre roja se oscurecerá, delicadas manos se tornarán garras y bocas pulirán con el afilar de colmillos. Entre tanto cambio, las antiguas historias que prometen victoria pueden tornarse una cacofonía de agonía y dolor, el camino a la cordura cada vez más difuso. El cambio trae poder, libertad, mas depende de su recipiente alzarse como héroe o rugir como simple bestia. Mortales y dioses podrán señalar a las trece estrellas fugaces que nacen bajo este siglo, temerosas de su poder y cambio, a las que llamarán monstruo u alabarán como héroes, aun rechazando sus formas. Teman o no los cuernos que brotan o la sangre de antiguos demonios que palpita en sus venas, es elección de les Elegides bajo qué designios marchar”.

Esta última ley es un extracto de la transcripción obtenida de las Torres de dioses, tercer y último intento, del que se rescataron más párrafos. Como suele ocurrir con la Ley que trata del Destino de la Profecía, el fragmento es largo y cuesta transcribir por completo, por lo que se ha perdido información que los dioses han interpretado y completado gracias a su experiencia.  

Es por ella que esta última edición se llama “La Profecía del Mal”.


Notas al pie:

[1] “Desatar el Talento” es el primer paso para convertirse en mago. Es un proceso que se realiza en academias o que puede surgir bajo condiciones concretas, como nacer de padres magos. Capítulo 1, Parte 1

[2] En el Bando Mágico y parte del Neutral se adoptó la costumbre de dar un primer nombre neutro a la descendencia, pues en su primera infancia esta todavía no tiene conciencia sobre su género para decidir al respecto. Sobre los cinco años, se realiza en Segundo Nombramiento donde a le niñe, considerade de género neutro hasta el momento, se le da la opción de escoger un nuevo nombre típicamente asociado a los géneros binarios que conocemos hoy en día o conservar el suyo neutro, entre otras opciones. Se habla en el capítulo 2, Parte 1.

[3] Las Clases de Magia de Inspiración son aquellas que no se valen de recitaciones escritas previamente para realizar sus artes. Es decir, su usuario les da forma al momento.

[4] Dones de Legado: Don mágico que sigue unas normas concretas de uso y es heredada al primogénito de la familia que lo porte.

[5] Los dioses o elevados son aquellos magos cuyo poder ha crecido tanto que su presencia es inestable en la tierra, por lo que se les ofrece habitar las Torres de Dioses. Son inmortales y su magia prevalece sobre la mortal.

[6] Normalmente la descendencia maga presenta poderes similares a los de sus progenitores.

[7] Estas son las Clases de Magia que realizan sus artes a través del uso de recitaciones preestablecidas.



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miércoles, 15 de enero de 2025

La Profecía del Mal, Segunda Parte: Capítulo 2

Suministros


Claire aprovechó la salida de la habitación para quitarse las vendas de la cabeza. Se encontraba bien, y temía llamar la atención por la paliza recibida. Al llegar a la cafetería, descubrió aliviada que sus uniformes azul oscuro se camuflaban perfectamente entre los del resto de aprendices. 

Los "Buscadores" parecían otro grupo más de amigos. 

Una vigilante Ángela localizó a Blake y Claire una vez estos entraron en la estancia. Dejó a sus compañeros en la mesa y se acercó a recibirlos y guiarlos.

Antes de sentarse, aprovechó para pedirle a Claire que se agachara para darle su beso de Año Nuevo y así hizo ella. 

Se frotó la mejilla para ocultar su rubor. Aunque entendía la confianza y cariño de sus amigos, sus afectuosas costumbres seguían poniéndola extrañamente nerviosa. De hecho, se encontró con que Grey las miraba con curiosidad. ¿Estaría pensando algo de aquel gesto? ¿Habría recibido él también uno? 

—Ángela, vas a incomodar al resto de presentes —bromeó Blake tras recibir (a fingidas regañadientes) su beso—. Deja que Firo y Grey desayunen en paz.

—¿Ocurre algo? —intervino Firo, levantando por primera vez los ojos de su taza de chocolate. Ángela rio al verle, aturdido y con la boca manchada.

—Pasa nada, Blake. También puedo darle una felicitación al resto. No, ¿Grey?

Ángela le guiñó un ojo, coqueta ella, y el otro contestó echándose hacia atrás en la silla.

—No será necesario… —dijo él, desviando la mirada—. Seamos más discretos, anda.

En efecto, las mesas más cercanas echaron un par de miradas al grupo. Les Elegides se sentaron, con Blake y Ángela compartiendo una sonrisa cómplice. 

Aunque por la hora sería más apropiado pensar en almorzar más que en desayunar, Claire pidió dos tostadas con huevos pochados y jamón asado, su elección cuando las mañanas eran frías y una comida caliente la animaba a levantarse de la cama. Blake la imitó, aunque prescindió del jamón y añadió un bollito de cacao. Bajo recomendación de Firo, ambos pidieron chocolate caliente.

—Tendríais que haber visto su cara al probarlo —comentó Ángela—. ¡Casi se le saltan las lágrimas al pobre!

Al terminar su último trago, Firo descubrió una mirada comprensiva por parte de sus compañeros. Se permitió una leve sonrisa, cargada de emoción.

—Había olvidado lo bueno que estaba —dijo, con sinceridad—. Es dulce, caliente y reconforta mi alma. Es perfecto. No sabía que lo echaba tanto de menos.

—Coincido contigo —asintió Blake, cómplice, tras probar el suyo—. Es mucho mejor que el café. Solo puedo tomarlo con leche y azúcar… ¿Has probado los bollitos? Asegúrate de desayunar bien, ¡tienes que reponer fuerzas!

—Ya sacó la vena de padre —lamentó Claire—. Recuerda las lecciones de boticario, sería contraproducente que se atiborrara ahora tras tantos años en ayunas. Hay que reintroducirle a una alimentación normal poco a poco.

—Pero necesita energía para el viaje —protestó Blake—. Máline está a día y medio de camino. Anda, toma mi bollito, pediré otro…

—Espera, ¿qué? —exclamó Claire.

Blake se la quedó mirando con el bollo ya en el plato del otro. Firo asintió como agradecimiento y se lo llevó disimuladamente a la boca mientras los dos amigos reconectaban. Ángela fue más rápida:

—Blake… No le has dicho que íbamos a casa, ¿verdad? —Blake sonrió, otorgándole su respuesta—. De verdad, ¡para una tarea que tienes! 

—¡¿Vais en serio?! —exclamó Claire y sus amigos asintieron.

—El Consejo nos dejó elegir el hospital donde refugiarnos y opté por Clarpharos por estar cerca de Máline —explicó Blake—. Al principio, solo nos enviaron tres lotes de suministro porque estabas capturada y, cuando informamos de tu regreso acompañada, solo pudieron cedernos uno más. Estaremos un poco justos, así que aprovechad para comer bien y yo compartiré ropa y mantas con Firo.

—Pero ¿por qué…?

Y Claire calló de pronto, recordando los acuerdos tratados en confidencia con Blake. Quería preguntar por qué escoger Máline como punto de partida, un lugar donde seguro no habría más Elegides que sus amigos y ella. Entonces, recordó que a ojos del mundo los Buscadores eran un grupo de aprendices que regresaban a sus hogares, sin más propósito que huir de una tragedia.

No obstante, también pudo comprender por qué, como Elegides, sus amigos escogieron tal destino. 

Blake y Ángela tenían un hogar en Máline, tenían familias que no sabían nada de ellos desde hace días. Estaban en su derecho a despedirse, llorar y rezar por su sino con ellos. Claire también lo haría pues, aunque sus lazos no estuvieran afianzados por sangre, sentía aprecio a los padres de sus compañeros. 

Sin embargo, los padres de sus amigos seguían sin ser los suyos. No por falta de interés por su parte, pues ambas familias se ofrecieron a acogerla como una hija, si no porque la propia Claire marcó las distancias desde joven. Claire era consciente de su propia extrañeza, prefiriendo una relación más amistosa que familiar con los adultos que la acogieron. Estos pronto asumieron su rol como tutores más que padres, facilitando una respetuosa convivencia.  

Por otra parte, ella tenía otra familia ahora: el joven de aspecto enfermizo y extraño que los escuchaba con chocolate todavía en las comisuras.

—Entonces, ¿sois todos aprendices? —les preguntó, a lo que Blake asintió. Firo pestañeó, parecía pensativo—. ¿Y todos de Máline?

—No, yo soy de más al sur, de un pueblo de Catelia —respondió Grey—. Lo que pasa es que el ataque coincidió con mi primerito día en la Sede. Como solo tuve tiempo de hacerme colega de esta gente y no quería huir solo, me fui con ellos. 

—Ay, ¡ya nos consideras amigos!

—Colegas, Ángela. He dicho colegas.

Grey hizo una mueca y Ángela un puchero, lo que despertó la curiosidad de Claire. Aunque sus amigos siempre fueron de naturaleza sociable, era extraño verlos interactuar con gente en su rango de edad. Parecían haber congeniado con Grey. Menos mal.

De mientras, Blake aprovechó para complementar el resumen corto que Ángela ya inventó sobre su situación a Firo. Los tres eran aprendices que, de regreso a la Sede, fueron asaltados por shirizas enajenados. Con la excusa de su visita, pudieron asistir al baile y allí, durante el último atentado, Claire fue raptada. 

—Por suerte, Claire ha vuelto con nosotros y podemos almorzar tranquilos y en reunión —concluyó Blake, revolviendo el cabello de la nombrada—. Luego marcharemos a Máline y le enseñaremos a Firo en qué condiciones ha estado malviviendo su hermana.

—Blake exagera. Mi cabaña es pequeña pero acogedora.

Unas bromas más tarde, terminaron el desayuno y salieron a recoger los suministros. Esta vez, no compartieron la estancia con otros aprendices o su “protección especial” habría destacado entre sus supuestos camaradas.

Con la excusa de mostrarle la ropa que compartirían, Blake se llevó a Firo hacia el baúl destinado a sus enseres. Claire aceptó la oportunidad y reunió a Ángela y Grey para exponerle los últimos detalles de su situación. Su amiga le confirmó que Firo desconocía el verdadero papel del grupo y los objetivos de su viaje:

—Como Blake y Grey ya estaban cuidándote, decidí ir a ver al chico que trajiste contigo. Cuando entré en su sala, estaba despierto y… —Ángela miró a Claire, como si quisiera comprobar una cosa. Asintió al encontrarla—: Tenéis una forma de mirar similar, ¿sabes? Me miró como si pudiera ver más allá de mis gestos y palabras, mientras escondía sus propias emociones. Me sonrió y me preguntó si era Ángela. Veo que hablaste mucho de mí, ¿eh?

Claire asintió y Ángela alzó las comisuras con afecto, un cariño que se apagó al volver a hablar:

—¿Cuándo vamos a decírselo? —Claire bajó la cabeza y Ángela se acercó a ella, susurrando—. Tarde o temprano habrá que hacerlo. Mejor eso a que lo descubra cuando nos toque partir a la Búsqueda.  

Al volver la vista hacia Firo, lo encontraron charlando con Blake mientras llenaban su mochila conjunta. Su conversación era más animada que la tensa interacción de los otros.

 Había motivos más allá de Firo por los que costaba mencionar la Profecía, y es que sus Marcas todavía escocían en la piel. Eran pocas las horas para asimilar tanto temor y angustia, pero la idea del viaje y sus preparativos mantenía sus mentes ocupadas. Tal vez caminando bajo el cielo, lejos del aire cargado de magia del Consejo, podrían asimilar su cometido. 

—Lo hablaremos más adelante. De momento, deberíamos ver cómo evoluciona. Ha pasado por mucho, se merece unos días de paz —Ángela asintió, conforme, y Grey imitó el gesto con liviana expresión—. Blake me dijo que has informado al Consejo de su presencia, ¿cuándo piensas comunicarte de nuevo? Quiero hablar de lo descubierto durante mi captura. Firo no era el único preso, y que haya una familia noble colaborando con los enajenados… 

—Lo sé, pero Andrew insistió en no usar mi comunicador salvo para emergencias… Y me temo que esta no es una. Esta mañana ya contacté para informar que habías vuelto y que traías un chico contigo, y Andrew contestó que hablaríamos en nuestra próxima llamada programada. Nada más tocar Máline, en dos días. 

»Las comunicaciones están muy restringidas por miedo a que nos localicen por ellas. Seguro que ya somos el grupo que más las ha usado. Lo siento, Claire, pero todo servicio que exponga el beneplácito del Consejo nos pone en una diana, y me da miedo contactar dos veces en tan solo un día.

Claire se dio por vencida y empezó a distribuir sus enseres junto a sus compañeros. Cada uno había recibido un conjunto de uniformes de aprendiz, con la chaqueta azul oscuro, preparada para el frío, y una capa para la nieve y lluvia. Al conjunto se le sumaban tres juegos de ropa interior y camisas y pantalones térmicos. La estrella del Consejo estaba bordada en las prendas superiores, justo sobre el corazón. 

La única que parecía llevar un uniforme diferente era Ángela, pues en vez de pantalones recibió una falda y medias tupidas. Cuando Claire le preguntó, ella sonrió con picardía.

—Andrew se pasó medio baile escuchando mis quejas. No tuvo más remedio que prometerme algo mínimamente mono para callarme.

«Así que llegaron a encontrarse —pensó Claire—. Me pregunto de qué querría hablar con ella».

El conjunto de ropa se complementaba con una baliza: un instrumento que se ajustaba a la muñeca y que emitía una señal a las otras balizas conectadas a su red, marcando la posición aproximada. Según le explicó Ángela, el talismán que la alimentaba absorbía energía de su mago portador, pero consumía tan poco que apenas importaba.

—Al parecer es un objeto de uso común en la guardia —le explicó—, siendo las suyas más sofisticadas que las nuestras. Si nos perdemos serán útiles, aunque hay que andar con ojo respecto a Firo: solo hemos recibido cuatro balizas.

Como de todos modos Firo estaba bajo supervisión del resto por su debilidad, era el mejor candidato para ir sin ella.  

Además de los suministros, Grey también recibió el equipaje con el que llegó a la Sede. Asegurando bastarse con su ropa, cedió su conjunto a Firo, aunque este tuvo que rechazarlo. 

—Creo que todo me queda corto —dijo, tras examinar la última prenda—. No me hago a la idea de ser tan alto.

Hicieron el apaño con Claire quedándose la capa de Grey y cediendo la suya a Firo. También le pasó su chaqueta, rechazando la de Grey por tamaño también. 

Se planteó ampliar armarios con el dinero cedido por el Consejo, pero el viaje era demasiado corto para merecerlo y las tiendas de la ciudad estarían cerradas por el Año Nuevo. Cuando volvieran a partir, los ahorros bastarían para reponer víveres y suministros durante una temporada. Aunque partían con suficiente alimento, se notaba que la Sede confiaba en un reabastecimiento en Máline. 

Las armas parecían ser el único excedente. Cada lote contaba con un cuchillo (pensado más como utensilio que amenaza), además del equipamiento personal. Era Grey quien más variedad tenía, pues de su baúl extrajo dos instrumentos entre los que Claire discernió un cañón y una palanca en su composición. El chaval se sentó en el suelo y empezó a montar el más grande. Solo entonces Claire logró discernir lo que era.

—¿Armas de fuego?

Grey asintió distraído, aunque no tardó en entender el tono de su pregunta. Alzó la mirada:

—No tenéis en Máline, ¿verdad? —ella negó con la cabeza.

—Se bastan con porras para intimidar y arcos para cazar. A veces usan magia para suplementarlos. ¿Cómo funcionan?

—Son similares a las ballestas en el sentido de que debes cargarlas con munición y apretar un gatillo, pero la recarga es más rápida y la distancia alcanzada mucho mayor. Tengo buena puntería y me especializo en ataques muy lejanos o a escondidas. El rifle que estoy montando es perfecto para ello, y parece compatible con las balas de viento que sé crear. La pistola parece más versátil, pero la voy a dejar. No mola tanto como el rifle…

—¿No tienes para defenderte a corta distancia?

Con una sonrisa, Grey extrajo una pequeña pistola de sus bolsillos. ¡¿Cuándo la había guardado ahí?!

—Me han dejado traer mi revólver favorito. Herencia familiar. Sorprendentemente, no hicieron muchas preguntas sobre mis destrezas, tal vez para acostumbrarse a eso de usar menores en la Guerra —Claire tensó el gesto y Grey bajó la voz—. Perdón. Aun así, disparar a quemarropa es lo menos deseable para mí: estoy chiquito y cualquiera podría tumbarme de un puñetazo si no fuera por Inalcanzable, mi Habilidad.

—Qué oportuno, ¿no? La tienes para compensar esa carencia.

No obstante, la confianza de Grey se quebró ante su observación.

—No del todo. El Bando Mágico hace honor a su nombre y usa la magia como arma predilecta… y a mí no se me da bien. Solo aprendí Elementalismo de viento, lo que es estupendo para volar, complementar mi Habilidad y armas, pero no es el elemento ofensivo por excelencia. 

»Como habrás intuido, Inalcanzable es magia defensiva. Me permite atravesar muros y esconderme en ellos. Me vuelve invulnerable al daño físico, lo que está genial, pero solo a eso. El frío y el calor me siguen afectando… y la más mínima descarga me volatiliza. 

—¡¿Qué?!

—Toca explicación, supongo —Grey suspiró—. Inalcanzable toma mi cuerpo y una pequeña capa a su alrededor, la justa para incluir mi ropa y un poco de aire, y la convierte en una “nube”. Dentro de esa nube, las partículas se pueden dispersar lo suficiente para atravesar barreras sólidas, pero la inestabilidad es tal que las corrientes energéticas (es decir, la magia)  las separarían, al punto que podrían disgregarse por siempre. 

Claire tragó saliva. 

—Es aterrador. 

—Lo es. Pero eh, todo poder tiene consecuencias, sobre todo cuanto más fuerte sea. Llevo con Inalcanzable desde que nací y he aprendido a vivir con ella, como el resto de nosotres con nuestras Habilidades. 

—No sé, no recuerdo que la Habilidad de Blake conllevara tanto riesgo.

—¡Oh! ¿Te ha contado la suya? —exclamó—. Tendré que preguntarle por ella, ¡no será que esté revelando mis secretos gratuitamente! 

Con el rifle ya montado, Grey se levantó para ajustarse las correas sobre su chaqueta y ponerlo en la funda a su espalda. El arma parecía todavía más grande cuando él la cargaba, pero la llevó sin problemas hasta Blake y su inventario.

Andrew parecía haber accedido a su petición, concediéndole un espadón similar al que blandió en su duelo. Grey intervino en la conversación que tenía con Firo, y Ángela reclamó la atención de este último.

—Ya que eres muy listo y sabes mucho de magia, ¿qué opinas de este bastón?

Ángela había recibido un bastón de madera, alto como ella, con dos ramas entrelazadas al extremo que rodeaban un cristal amarillento. Firo comentó que era extraño encontrar un arma cuyo uso exclusivo fuera mejorar la canalización de méner, pues aquellas propiedades normalmente se incorporaban a las tradicionales espadas o lanzas, sacrificando así parte de su eficacia mágica. 

—La madera, al ser un material de Entes Vacíos que una vez fueron Semi-Vivos, es de los mejores conductores de méner —explicó—, pues reúne las propiedades de dos tipos de Entes. Veo que también incorpora restos de hueso en su entallado, probablemente de bestias mágicas como los cornatores de Hirst, para afianzar la canalización de Clase MEVI. Finalmente, los cristales del final actúan como prisma dirigiendo el méner y la magia que moldeas a un punto, como hacen nuestras manos.

La explicación le hizo recordar a Claire que también tenía su propio “bastón”. Volvió a su baúl y buscó la hermosa hoja que robó en la fortaleza, sin éxito. Solo dio con una espada ligera, igual a la que usó en el Consejo.

Notó una mano en su hombro y, al girarse, dio con Firo tendiéndole la espada robada.

―¿La buscabas? Estaba en mi habitación, aunque la han traído aquí durante el desayuno ―dijo, mientras Claire la tomaba en sus manos―. Se te caería cuando nos desmayamos en el portal. Debería acostumbrarme a usarlos, es curioso que solo haya cruzado uno de los tres que llevo. 

―Gracias ―respondió Claire―. Por todo.

Firo tardó un poco en responder.

―Gracias a ti por insistir en sacarme de allí.

Claire le dedicó una sonrisa que él le devolvió. Blake recogió el resto de los objetos de la caja y probó a dar un par de mandobles a la nueva espada de Claire, alabando su ligereza y diseño. Decidieron que Firo llevaría la espada sobrante ya que no tenía nada para defenderse. Él aceptó, aunque reluctante:

—Si hasta el permiso de armas lleva el nombre de Claire —objetó—. Podríamos meternos en problemas si me ven con ella.

—Diremos que se la estás guardando —resolvió Blake.

—¿Y mi nueva espada? No le robé el permiso al shiriza. 

—Eso es botín de guerra. Que se acostumbren.

Firo le miró con curiosidad y Blake negó con la cabeza, quitándole importancia. Cambió de tema con un par de cuestiones sobre magia. Parecía haber encontrado en él un compañero que le hablara de recitaciones más allá de la Sanación instruida por sus padres. Claire intentó seguir la conversación, pero terminó distrayéndose ojeando las cartas de los suministros. Encontró los permisos de armas, que devolvió cuidadosamente a la cartera que llevaría Ángela. Luego, se fascinó con la cartografía.

 Abrió mapas del continente Mágico y cada uno de los Reinos que lo componían. Mapas ilustrando los países del Bando Metaloide y Neutral en su conjunto, dibujos del mundo entero. En cada uno de ellos, una minúscula flecha señalaba Clarpharos, la ciudad en la que se encontraban. Al girar sobre sí misma, Claire descubrió que la flecha giraba con ella: más detallada en el mapa que se centraba en Sidera, minúscula en el del Bando entero, perdida en los bordes de los mapas Neutrales y Metaloides.

Había estudiado geografía en su infancia, como sus amigos, pero era la primera vez que la veía interaccionar con la magia. Una sombra de culpa manchó su sonrisa, ¿de verdad había estado huyendo de aquellas maravillas?

Una vez todos cargaron con sus mochilas (el hospital les consiguió una pequeña para Firo y un saco de dormir extra), Blake encabezó la marcha con Claire a su lado. Conmovido por su interés en la cartografía, le señaló el recorrido en el mapa nacional, minúsculo en papel, y luego el lejano punto que era la ciudad de Soleria, donde nació Ángela. Al Este y junto al mar, daba al frente con la isla Reino de Kyaer-Shiara. A pesar de su nombre, Clarpharos era una ciudad de montaña, debiendo su referencia a la luz del amanecer y ocaso que iluminaba los picos que la rodeaban.

—Al noroeste damos con Retarguia, donde nació mi padre —comentó en confidencia, señalando el Reino en el mapa—. Tal vez podríamos partir hacia allí después.

—Depende de lo que diga Andrew —intervino Ángela—. Seguro que el Consejo tiene alguna pista para orientarnos, pero toca esperar a que limpien el destrozo de la Sede.

—Claro, claro —suspiró Blake—. Al menos con este follón tenemos la posibilidad de volver a Máline y despedirnos. Reponer suministros será fácil, podremos recoger ropa, a Blumy…

—¡¿En serio?! —exclamó Claire¬—. ¿Te lo quieres llevar?

—Despedirnos… Todavía no sé qué le diré a mis madres —suspiró Ángela.

No comentaron nada más hasta la salida del edificio. De vez en cuando, Ángela y Blake murmuraban las palabras que buscaban para el reencuentro con su familia y Claire guardó silencio, por respeto a ello. Ella también elaboraría una despedida hacia los adultos, una cuyos lazos no dificultaban pronunciar. 

Al abrir la puerta al exterior y dejar que el viento frío rozara sus caras, un impulso le hizo volverse hacia Firo. A pesar de caminar junto a Grey, Claire tampoco los escuchó hablar de camino a la salida. El tirador se adelantó cuando ella se detuvo a esperar a su hermano y, esta vez, Claire decidió ignorar la esquiva desconfianza que se marcó en aquellos ojos grises. 

 Firo le dedicó una sonrisa cansada, gesto que se desvaneció cuando la luz iluminó su figura. Aunque escasa, procedente de un cielo gris que clamaba lluvia, fue suficiente para que el joven escondiera sus ojos bajo la mano.

—¿Estás bien?

Él se giró hacia ella, con esfuerzo para abrir los párpados. Por un momento, las preocupaciones de Blake volvieron a su cabeza. ¿Estaría demasiado débil para el viaje? ¿Debería permanecer más tiempo en el hospital? 

—Sí, me encuentro bien. De momento —contestó, antes de volver a mirar al cielo. Esta vez, no se escondió del manto gris que los cubría—. No me había dado cuenta del tiempo que llevaba sin sentir la luz del sol —su sonrisa se tiñó de un deje nostálgico—. Y eso que no es especialmente cálida…

Ambos dedicaron unos segundos a contemplar el cielo, a las nubes que formaban un continuo brumoso, a los rectos rayos de sol que escapaban de ellas. Sintieron como el viento revolvía sus ropas, llamándolos como hacían sus amigos desde la distancia.

—Creo que te encantará la primavera —la sonrisa de Firo creció ante la idea y Claire se descubrió contagiándose de ella—. Vamos, tenemos que irnos.

Firo asintió y ambos se reunieron con el resto de la pequeña comitiva.



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