Enjambre
Corté la mitad de mis cabellos para que me trataras de
duque, pues no soy tan pretencioso como para pedir el título de Rey. Soy
consciente de mi forma, ¡humilde al respecto! Pero a tus ojos no basta ni para
ser muchacho.
En su lugar me ofreces ser Reina, aunque jamás pedí jalea ni
Reino que gobernar. Mi posición es más abierta, entre la zalamería de los
zánganos y el ímpetu de las obreras. Sin embargo, hay algo entre ellos y ellas
que me destaca, que distingue mis zumbidos y lenguaje. Bailando estoy sobre la
delgada línea de la discreción y la confesión, para no ser el clavo que recibe
el martillazo.
Es ahora, que te lo cuento en privada confianza, que puedes
verlo, ¿verdad? Mi comportamiento, singular, que no encaja en la casilla que se
me asignó. Una postura burda, poco grácil. Un perfume marino, no floral. El
nombre al que no respondo, pues jamás pude clamar uno propio.
Mírame y mira a otros tantos seres. ¿No ves la belleza entre
lo atrevido, distinto y libre? Nuestra mirada puede ser un caleidoscopio, de
cientos de perspectivas ante un ente, un paisaje, un yo. Somos más que una
casilla, que un modelo, que un él o ella. ¡Es cruel reducir tantísimo la
existencia de alguien!
Oh, pero no lo ves así, ¿verdad? Tu mirada se aferra a la
simplicidad, al sí y al no que repudia los grises y espanta el color. Asientes
con educada cortesía, aun cuando tus ojos reflejan la mentira.
Nunca será suficiente, mi cabello es un precio insulso.
Nunca será suficiente, mis zumbidos son agudos por mucho que
los fuerce.
Nunca será suficiente. Por más que los sonidos y formas,
sabores y aromas, sean una escala de miles de notas… Todo será forzado a la dualidad.
Siempre deberás encajar en uno de los dos moldes. Si nos sentimos especialmente generosos, te
permitiremos cambiar al de al lado.
Las colmenas se dividen en hexágonos para ahorrar espacio. “Son
el modelo óptimo” zumban sus defensores y, sin embargo, a mí me impide estirar
las alas.
Solo quiero fluir y escapar del nombre que me atrapa, pero
las aristas de mi hogar no me dejan. Quiero ser más que una única opción,
célula o idea, sometida al desconcierto de ojos simples. Quiero ser el ramo de
flores silvestres, espinas y burdos cardos, por mucho que a tus ojos solo pueda
aspirar a delicada orquídea. Quiero marchar sin oprimir mi corazón, jugar con mi
imagen a través de un caleidoscopio y que no me caiga juicio por ello.
No pasa nada, tendré que ser mi propio enjambre. Construiré
una colmena, un hogar, cuyas aristas se adapten a mí y no yo a ellas. Me
vestiré con pétalos y espinas de cientos de flores y cantaré imitando otras
miles de voces.
Seré un enjambre, sí, vibrante y libre, de tantos matices
que será imposible atraparme en una única forma. Te diré entonces mi nombre,
uno entre tantos que recogí, y te trataré de necio si insistes en clavarme la
corona que jamás deseé.
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