Regreso
Aquella concurrida habitación de
hospital se sumió en el silencio, el estupor como la única reacción posible
ante la presentación del recién llegado. Sus palabras invocaron las miradas del
grupo como si de un hechizo se tratara. Abrumado, retrocedió tras la súbita
atención.
El movimiento
pareció despertar el habla en Blake.
—Eres… ¿Su
hermano? —logró preguntar. Sus ojos juzgaban al chico no con dureza, si no en
un intento de comprenderlo. El desconocido asintió lentamente.
—Así recuerdo,
así creo.
—Claire
—interrumpió Ángela, avanzando hasta sus compañeros—, ¿qué significa esto?
La pregunta la
golpeó sin estar preparada. Apenas había escuchado las siguientes palabras del
desconocido o las dudas de Blake. En su cabeza, solo quedaba sitio para la
confusión y una emoción más.
Era el terror.
Un miedo
primitivo, feral incluso, que helaba su sangre y se unía al desconcierto para paralizar
su habla y piernas. Que ensordecía sus oídos y ataba su lengua negándole una
respuesta. Logró mover la cabeza en busca de ayuda, enfocar sus ojos para
encontrar una reacción similar a la suya. Pero no había temor en las miradas de
sus amigos, quietos esperando su respuesta. Tuvo que girarse más a la derecha
hasta hallar empatía en los grises iris de Grey. En sus pupilas dilatadas,
fijas en la fuente de su compartida inquietud.
Aquel que
decía llamarse Firo aguardaba en silencio. El antinatural amarillo de sus iris
opacaba la incomodidad de su pose, con sus brazos tímidamente escondidos y la
indefensa fragilidad que se adivinaba tras sus ropas holgadas. Tanto daba, pues
Claire solo atendía al hermético sello de su mirada, de sus emociones e
intenciones, y al aborrecible color que la teñía.
¿Por qué
sentía la necesidad de huir? Una vez, Blake le contó que algunas bayas y
animales tenían colores llamativos para advertir a sus depredadores, pero
Claire jamás temió a los amarillos ojos de un gato.
¿Y por qué sus
amigos no reaccionaban a ello? Solo Grey compartía su instinto, pero este huyó
de ella cuando buscó la confirmación en su semblante. No pasó por alto, sin
embargo, que tragó saliva al esquivarla.
«Recuerda tu
promesa. Sigue siendo él».
La voz de su
Sombra llamó a la racionalidad y esta despejó las nubes de su asustado
instinto. Volvió a mirar al desconocido y buscó en él al niño, a Firo. En su
mente, tiñó de gris sus rasgos y de oscuro sus ojos, encontrando así una
versión mayor del que fue su compañero onírico tantos años. Aunque más alto, su
postura era la misma, incluso veía vendas nuevas en sus delgados brazos. Su
voz, ahora más adulta, tenía un ligero eco del niño que fue.
Era él. Era
Firo, con su expresión y mirada tranquilas, con la sombra de la melancolía tras
ellas. En su forma de mirar con calma, pero inteligencia, aquella que usó para
explicarle conceptos de magia. Por fin, Claire aceptó las palabras de su Sombra
y tomó el relevo de Firo para explicar su historia:
—Como Blake os
habrá contado, anoche un grupo de shirizas enajenados atacó a los invitados con
los que escapamos. Aunque conseguimos defenderles, uno de ellos nos pilló
desprevenidos. Incapacitó a Blake y logró llevarme consigo —se giró hacia
Ángela, descubriendo la tensión en su rostro—. Era el mismo shiriza que dirigió
el ataque del lago, el de pelo negro y ojos verdes.
—Me acuerdo de
él —asintió ella, con un hilo de voz.
—Desperté en
una celda y, por suerte, logré escapar con magia… —su amiga frunció el ceño y
Claire parpadeó—. ¡Ah! Claro, tú no la has visto.
Levantó la
mano derecha y extendió la palma, concentrando su voluntad y dándole forma. El
calor de la magia se volvió frescor y copos de escarcha flotaron sobre sus
dedos.
—Oh, pues sí
que es hielo —dijo, y Claire se relajó al ver que la maravilla y curiosidad vencían
a su preocupación—. Blake me contó cómo la usaste en el combate.
— Nada mal
para la primera vez —comentó Blake.
—¿La primera
vez? —repitió Grey
—Bueno, como
la espada, no lo sabemos —contestó Blake, encogiéndose de hombros. Después, se
volvió hacia Claire—. Le he puesto al corriente de tus circunstancias mientras
despertabas, lo siento. Ah, pero él…
—Firo también sabe
de mi amnesia —le cortó Claire, cruzando una mirada de comprensión con el
recién llegado—. Di con su celda al escapar de la mía y estuvimos un largo rato
para hablar de nuestro pasado. Reconocí su voz al instante: Firo es la persona
que hablaba con Carine en mis sueños. El Sin Nombre.
La sorpresa se
acrecentó en las caras de sus amigos. Los dos pasaron su atención al pobre
Firo, quien no tenía más pared para retroceder. Debía ser extraño recibir tanto
caso tras años de aislamiento.
—En ese
tiempo, también aprovechamos para urdir un plan de escape que de alguna forma
funcionó o no estaríamos aquí —siguió narrando, intentando reclamar los oídos
de sus amigos—. Eso incluyó enfrentarme al shiriza del lago (de ahí mis
valerosas heridas) y escapar con un portal mientras la mismísima Reina Kasshere
nos pisaba los talones. De hecho, incluso me llevé un souvenir: una espada que
ahora no veo por ninguna parte y…
—Pero… no lo
entiendo —la cortó Ángela—. ¿El de tus sueños no era un niño? ¡Y gris! —alzó
ambas manos hacia el muchacho, señalando la melena que caía sobre sus hombros—.
¿¡GRIS!? ¡¿Ese color tan bonito?!
—Gra… gracias —musitó
Firo. Había bajado la mirada y desenredaba un mechón con gesto nervioso—. A mí
también me sorprendió cuando lo vi.
—A ti y a mí
—suspiró Claire—. Cuando salimos de las celdas, aún eras gris y bajito y… Esto
significa que te has liberado de la maldición por completo, ¿no?
—¿Al final era
una maldición? —se adelantó Blake—. Lo sospechaba por lo que Claire contaba de
sus sueños…
—Era un
embrujo enajenante curiosamente movido por Elementalismo de sombras, obteniendo
así la categoría de “maldición” —explicó Firo—. También era compuesto o
encadenado, pues combinaba varias Clases con el objetivo de transformar a sus
víctimas y subordinarlas a unas “partículas sombrías”.
»Estas eran a
la vez el sustento y los guardianes de los presos: dependíamos de ellas para
nutrirnos, pero nos atacaban si poníamos un pie fuera de las celdas. La segunda
parte del embrujo se basaba en magia MEVI, usada para sellar nuestra memoria y
convertirnos en los cuerpos monocromos y sin boca que os habrá descrito Claire.
Ángela interrumpió
a Firo con una exclamación.
—Perdona, es
que yo no tenía tantos detalles como Blake —murmuró ella—. No sabía lo de la
boca… ni que había más presos. Tuvo que ser duro.
Firo asintió
con delicadeza. Por curiosidad, Claire miró a Grey, pero este bajó la vista a
sus propios pies. Aunque Blake decía haberle puesto al corriente, se preguntó
hasta cuánto había profundizado en un tema tan personal como sus sueños.
—Me alegro que
hayas podido salir de esa situación —intervino Blake, aunque su rostro no
acompañaba la dicha de sus palabras, empañadas de preocupada seriedad—. Sin
embargo, por lo que cuentas eso ha conllevado una Metamorfosis muy agresiva.
Deberías guardar reposo. Sentarte ahora, ¡aunque sea!
—¡Cierto!
—compartió Ángela, acercándole una silla—. ¿El hospital sabe de esto?
—No comentaron
nada. Supongo que cambiaría entre mi inconsciencia y nuestro encuentro
—distraído, bajó la vista hacia sus manos y las abrió un par de veces—. Supongo
que ahora aparento mi edad real.
Blake y Ángela
escucharon con la mirada puesta en la silla y Firo terminó sentándose.
—Agradezco
vuestra atención, mas insisto: no estoy cansado. Conozco los riesgos de las Metamorfosis
y os aseguro que estoy en mi mejor momento desde hace años. Ja, ja.
—Porque llevas
media vida maldito —suspiró Claire—. Ya tuvimos esta conversación anoche.
Firo se
encogió de hombros, dejando ver una chispa de diversión en sus ojos. Ella no se
la devolvió.
—Entonces, si
consideramos tu aspecto y… declaraciones, ¿significa que has recuperado la
memoria?
—No del todo
—negó él. El hermetismo recuperó el control de sus facciones—. Solo recuerdo
pequeños fragmentos de mi pasado, la mayoría confusos.
—¿Y cómo estás
tan seguro de que Claire es tu hermana?
La atención se
volcó en Grey y en su templada pregunta. Aunque hubo más sorpresa que juicio en
las caras de sus compañeros, el chico limó sus dudas con un encogimiento de
hombros:
—Quiero decir,
es una afirmación poderosa considerando vuestra amnesia —justificó, inclinando
la cabeza a un lado. No era la primera vez que Claire le veía hacer aquel
gesto, ¿una manía?—. ¿Por qué estás tan seguro?
—Porque la
recuerdo a ella —respondió él, tan rápido y con tanta seguridad que Grey
parpadeó de asombro—. Aunque solo me queden retales del pasado, Claire está en
varios y en el más importante. La vi atravesando un portal desde la misma sala
donde escapamos anoche —el chico se giró hacia Claire y, por primera vez desde
que despertó en el hospital, lo vio sonreír de verdad—. Por entonces, aún eras
una niña. Nos perseguían, pero lograste escapar a tiempo. Yo no tuve tanta
suerte.
Aquella
sonrisa y su trasfondo, su ausencia durante años, fue perdiendo color conforme Claire
entendía su significado. Era una sonrisa triste, sin alegría ni alivio, y Claire
comprendió que aquella pena no iba por él si no por ella.
Sus sueños
volvieron. Conversaciones en celdas sin barrotes sobre “pruebas”, las heridas
de Carine que Firo trataba, sus pesadillas al dormir junto al insomne muchacho.
Cuando sus reminiscencias entendieron aquella renacida sonrisa, no quedaba
dicha alguna en ella.
—Si me
recuerdas de entonces, significa que yo también… —Claire tragó saliva, pero sus
inquietudes seguían atravesando su garganta, vibrando en su cabeza. Buscó ayuda
en quien fue el Sin Nombre y solo halló aquella triste compasión.
Firo señaló su
muñeca derecha, cubierta por vendas.
—Tenías un
brazalete en la muñeca, ¿lo recuerdas? Yo también tuve uno.
Instintivamente,
Claire se llevó la mano a la muñeca dolorida. Olvidó aquel detalle cuando le
habló de su pasado en las celdas. Era demasiada casualidad.
Firo estaba
diciendo la verdad. Con un escalofrío, otro recuerdo acudió a su ser.
―Blake me
contó que aquel brazalete me llamó “sujeto” ―dijo, con voz vacía.
Este tendió un
brazo hacia ella, un ademán de consuelo.
—Claire…
—Me definió
como sujeto de pruebas, sin llegar a decir mi nombre —siguió, rechazando el
gesto—. Desperté en las celdas donde los mantenían presos, Blake. Vi y escuché
el lamento de Carine durante años, su dolor real aunque se nublara con mi
despertar—. La mención de su compañera hizo que Firo bajara la mirada, a pesar de
que Claire la buscaba—. Y también lo he visto a él, todo este tiempo.
»¿Cómo no me di
cuenta antes?
Blake murmuró
una disculpa que Claire negó rápidamente. Terminó aceptando su mano entre la
suya, e hizo un hueco a Ángela en la camilla cuando se acercó con la misma
intención, dejando que la rodeara con un brazo. Su puño libre se cerró sobre
las sábanas. Hasta hace unos días, había llevado una vida tranquila en Máline
con aquellos que ahora buscaban calmarla. Una vida apacible, feliz pese al
acoso de sus pesadillas.
Luego, el
presente se rompió con los ataques de monstruos y shirizas, tiñendo un futuro incierto
cuyo enemigo era el tiempo. En los últimos días, solo su tranquilo pasado suponía
un consuelo, uno que su llamado hermano amenazaba con romper.
¿De verdad
quería recordar si tras la niebla aguardaba amargura? ¿No podía seguir en la
ignorancia? ¿Mantener viva aquella ilusión de paz?
―En realidad,
no estoy seguro de que fuéramos “sujetos de prueba” como tal ―murmuró Firo,
hablando más para sí mismo que para los demás.
―Explícate,
por favor ―le pidió Ángela. Él asintió y levantó la voz:
—Lo que más
recuerdo es asistir a lecciones, tanto de enseñanza obligatoria como más
“técnicas”: magia y uso de armas —se volvió hacia Claire—. Tú eras muy buena
con la espada. Derrotabas fácilmente a los instructores a pesar de tu juventud.
—¿Era una
academia de magia? —inquirió Ángela, quien añadió en vistas de la amnesia—: En
las instituciones públicas, su enseñanza empieza en la adolescencia, pero hay escuelas
para casos especiales. Niñes que corren peligro por su poder…
—O hijes de
ricachones —bufó Blake—. Tiene pinta de lo segundo, si también les instruían en
esgrima. ¿Recuerdas dónde era? ¿Había más gente?
—De momento,
solo recuerdo a Claire —explicó Firo—. Mi escasa información sobre la
localización es gracias a Carine. Me trajo textos en Kiyashi (que entiendo
superficialmente) por lo que probablemente estábamos en la isla-Reino de
Kyaer-Shiara. También averiguamos que los Kazehaya, una familia noble, estaban
al cargo de la fortaleza.
—Kazehaya…
—repitió Ángela—. Me suena un poco ese apellido. ¿A ti no, Blake?
—Ni idea
—espetó él, encogiéndose de hombros—. Tú eres la de los chismes, Angie.
—¡Pero si tu
tía…! En fin —suspiró Ángela, poniendo los ojos en blanco—, supongo que todo
eso deberíais decírselo al Consejo cuando nos volvamos a encontrar. ¿Algo más?
—¿Sobre la
fortaleza? —Ángela asintió y Firo chasqueó la lengua, haciendo tiempo—. Que no
siento que fuera una mala experiencia... a pesar de que culminara en mi encierro. Lo
siento, me faltan detalles para dar sentido al pasado.
—No pasa nada
—dijo Claire, comprensiva—. La memoria no es algo que puedas forzar. Al menos,
tus recuerdos parecen estar volviendo.
Firo parpadeó
y le devolvió otro destello de triste compasión. Otro parpadeo, y su seriedad
regresó:
—Recuerdo algo
más. A ambos nos extraían sangre periódicamente. Creo que cada mes —titubeó
antes de añadir—. De hecho, también recogían la de Carine durante sus
“pruebas”.
Por su voz,
Claire supo que la imagen de Carine, pálida y famélica antes de cruzar el
portal, también había cruzado la mente de Firo. Antes de poder ofrecer
consuelo, Grey volvió a la conversación:
—¿Un examen
médico? ¿O tal vez un análisis de potencial? Los últimos son comunes en
academias.
Firo frunció
el ceño, considerando aquellas sugerencias. Mientras volvía a sumergirse en sus
cavilaciones, un impaciente Grey volvió a tomar la palabra, como si le
incomodara la idea de un silencio meditativo.
―Lo que yo me
pregunto es por qué querríais abandonar aquel sitio —Claire se giró hacia él y
Grey tragó saliva al recibir su atención—. Creo que es donde yace el quid de la
cuestión: quitando las sangrías, llevabais una vida tranquila con vuestras
clases y eso. ¿No es así? —al buscar comprobación en Firo, este asintió—.
Entonces algo importante tuvo que pasar para que quisierais largaros tan
rápido. Algo grave.
Claire miró
sorprendida a su nuevo compañero. Le había parecido algo bocazas, pero tenía un
toque perspicaz.
―Eso siento yo
también ―coincidió Firo―. Pero ni yo mismo entiendo mis motivaciones de por
entonces… Salvo que ya empezaran las alianzas shirizas.
―¿Y vuestros
padres? ―preguntó Ángela, de pronto―. ¿Recuerdas algo de ellos? ¿De tu familia?
“Padres”.
Aquella palabra sonaba extraña a oídos de Claire. En sus recuerdos no existía
el concepto de familia, ni tampoco lo había necesitado. Los padres de Blake la
cuidaron con tanto mimo como la propia Claire se dejó querer, por lo que su
relación no se enterneció al nivel de su progenie. Ello no impidió que, al
decidir vivir sola, la despedida fuera amarga para ambos lados.
Por lo demás,
la mayoría de la familia de Ángela seguía en Soleria, por lo que Claire solo
conocía a sus madres. Estas se autoproclamaron sus “tías adoptivas”, colmándola
de detalles y cariño con sus visitas. Su afectuoso carácter, heredado por su
hija, contrastaba con el de la tía de Blake con respecto a su sobrino. Se
trataba de una señora estricta que reprochaba la tranquila vida de su hermano
menor en Máline.
A pesar de
aquellos contrastes, comprendía mejor el concepto de padres y tíos que el de
“hermanos”, pues tanto Ángela como Blake eran hijos únicos. A menudo, veía
otros niños del pueblo jugando y riñendo con sus hermanos, como ella misma
hacía con sus amigos.
«¿Sería como
un amigo que no escoges?», se preguntó, mientras esperaba la respuesta del que
rescató entre pesadillas. Sin embargo, Firo terminó encogiéndose en su asiento.
—Tampoco
recuerdo a nuestros padres, ni más hermanos o familia. Lo siento.
Claire
insistió en que no necesitaba forzarse. Llevaba casi cinco años sin saber nada
de su pasado, podía esperar un poco más.
Además, él
también parecía agotado por lo sucedido en el día anterior, que se sumaba a las
consecuencias de su encierro. Si ya era esbelto de niño, ahora los huesos se
adivinaban bajo sus mejillas y finos dedos. La camisa de manga larga y corte
ancho, probablemente heredada de Blake, apenas ocultaba la fragilidad de su
cuerpo. Sus compañeros no habían preguntado por el motivo de sus vendas, pero
Claire advirtió que eran nuevas.
―¿Firo, has
desayunado? ―le preguntó.
Él la miró. La
sorpresa por su pregunta pronto se convirtió en una chispa de emoción en sus
ojos. Negó con la cabeza y, al instante, Ángela lo agarró del brazo.
―¿¡Cómo que
no!? ―Exclamó ella, sobresaltando a su compañero―. Pues ahora mismo nos vamos a
comer algo. Tanto tú como Claire debéis reponer fuerzas.
―Blake y yo
vamos en un momento ―intervino la aludida―. No tardaremos.
Ángela
asintió, comprendiendo que las explicaciones le llegarían a posteriori. Grey,
por otra parte, dedicó un momento a analizar ambos grupos hasta decidir que no
estaba invitado a la conversación.
―Entonces me
voy yo también ―dijo, aceptando el brazo libre que Ángela le ofreció. A pesar
de la confianza de su gesto, sus pasos titubearon al marchar. Firo fue quien se
despidió antes de cerrar la puerta.
—Nos vemos
luego, ¿vale?
Claire asintió
y los tres abandonaron la sala. Sentados el uno junto al otro en la camilla de
la convaleciente, el primer gesto que hizo Blake fue mirar su muñeca vendada.
—Apenas me
duele. Estaré bien.
—Si lo dices
tú, tendré que creerte —Blake suspiró y pasó a mirarla a los ojos—. Recuerdas
la charla de ayer, ¿no? La Búsqueda comienza hoy.
Claire frunció
el ceño. Parecía como si hubieran pasado años desde que pisó la Sede del
Consejo. La agitación tras la travesía, el desconcierto al abrirse sus
branquias, el miedo y la incertidumbre al ver a Blake caer como Elegido y su
cercanía al revelarse ella misma. El afecto de los tres amigos, reconfortándose
en la desgracia que se advenía sobre ellos y la súbita esperanza cuando Andrew
y Armiro les contaron sobre su cura, sobre la Búsqueda que podría salvarlos… o
condenarlos antes de lo previsto.
Demasiadas
emociones en tan pocos días, tan pocas horas. Su mundo estaba del revés, y los
ataques shirizas también habían cambiado el del resto.
—Con todo lo
que pasó ayer, ¿de verdad que el Consejo quiere seguir adelante?
—No tiene otra
opción. Cuando nos destinaron aquí, el propio Andrew nos comunicó que debíamos
marchar aun en tu ausencia. Ya no solo por la Búsqueda, si no por separarnos
del resto de aprendices —Claire parpadeó y Blake se permitió una pausa antes de
seguir—: Consideran que alguien interno traicionó al Consejo, solo así pudieron
romper sus defensas. Por eso han mantenido nuestras caras, nuestros nombres, en
secreto. Ahora mismo, se nos considera como aprendices que vuelven a casa, como
al resto de jóvenes que fueron evacuados y distribuidos a lo largo del Sector
Sureste.
—Lo entiendo —dijo
Claire, pero Blake veía la mentira en su titubeo. Tras rascarse nerviosamente
las vendas, ella cedió—: Pero, sigue siendo precipitado soltarnos así. ¿No podrían
enviarnos a otras Sedes?
—Cualquier
tratamiento especial nos delataría como Elegides, me temo. Han tomado
muchísimas precauciones, Claire. Nadie del hospital salvo los médicos que te
atendieron saben que eres una Elegida, y porque te vieron la Marca y el Consejo
intervino, claro. Tenemos suministros para el viaje idénticos a los que han
proporcionado al resto de aprendices, con los que estamos refugiados en este hospital…
Bueno, en realidad tenemos extras. Considerémoslo una “protección extra” por
sobrevivir dos atentados.
Claire volvió
a torcer el gesto. Sentía que Blake compartía sus dudas, como también sabía que
no tenían otra opción. Solo les quedaba moverse con discreción.
—De acuerdo
—asintió, al final—. Entonces saldremos cuanto antes.
—No hay más
remedio. ¿Seguro que te encuentras bien?
—Como una
rosa.
—No exageres
—sonrió él—. Lo digo porque nos toca marchar a pata. Los trenes están vetados
hasta que se normalice la situación.
—¡¿En serio?¡
—Blake asintió y Claire chasqueó la lengua—. Tampoco es que me apeteciera mucho
volver tras el último viaje, pero… —bajó la mirada—. No sé cómo Firo estará
para caminar.
—¿Sabe que
somos…?
—No, no le
dije nada y preferiría que siguiera así de momento. Supongo que Ángela también
habrá guardado el secreto, ¿no?
—Puedes estar
segura. Andrew la ha designado la “persona de confianza” del grupo por algo. ¿Qué hacemos con él?
—Le prometí
que podría acompañarnos, así que podemos viajar hasta que se normalice la cosa
y entonces hablarle de la Búsqueda.
«Y así tengo
tiempo para prepararme la charla —pensó Claire—. El pobre ya ha tenido bastante
con su encarcelamiento. Es cruel decirle que la única persona que resta de su
pasado tiene los días contados… Aunque debo hacerlo».
—Vale,
intentaremos eso —aceptó Blake, quien le dedicó una sonrisa—. Je, es curioso lo
grande que se ha hecho nuestro grupo en dos días, ¿no? Casi el doble…
»Ángela, Grey
y yo acordamos partir en unas dos horas si te encontrabas bien. Tenemos tiempo
para desayunar y recoger los suministros tranquilamente, aunque Ángela ya ha
cogido ropa para ti y para Firo. Me temo que tendré que compartir armario con
él de momento…
Dos horas. No
era mucho tiempo, por lo que tendría que apresurarse en ponerle al día y que
les sobrara lo justo para desayunar. Lo cierto es que tenía hambre, pues lo
último que había comido en más de doce horas fue un triste canapé de pescado.
Comenzó
hablando de la persona que les salvó en el lago, alguien cuyo rostro ocultó su
capucha y la intensa lluvia de aquel día. Relató cómo acabó con los enajenados
bailando con dos espadas que más bien parecían extensiones de sus propios
brazos, su único rasgo identificativo además del pelo mal cortado. Oscuro y a
calvas.
Asombrado, Blake
le devolvió el informe del Consejo, basado en la actividad de sus rescatadores
y el confuso testimonio de Ángela. Ante la ausencia de cuerpos shiriza,
atribuyeron la sangre de la orilla al combate de sus protectores y la joven
Elegida, ignorando que el número de enajenados muertos fue superior. Blake le
propuso contar el resto de la historia al Consejo, pero Claire titubeó:
—Costaría
identificarle y, por cómo huyó de la nave, dudo que quiera colaborar con el
Consejo. Preferiría centrarme en hablarles de la fortaleza, los experimentos y
Firo en nuestra próxima reunión… Aunque hay algo más que te puedo contar.
Siguiendo la
línea de eventos extraños, pasó a hablarle de la voz de sus sueños. Aunque
singular, aquel tema era más corriente entre ambos, o así pensó hasta que narró
su aparición como ser material.
—¿Una chica de
humo y oscuridad? —repitió despacio. El asentimiento de Claire llegó con la
misma inseguridad—. Nunca había escuchado de algo así. Es… muy extraño. Sé que
es un tema personal, pero deberías preguntar a alguien más cualificado.
—No quiero
hablar de esto con el Consejo, ya somos lo bastante raros para ellos —Claire
hizo una mueca, pues la inquietud de Blake no le pasó desapercibida—. Escucha,
puedo entender que hablaras de mis sueños con Grey. Es nuestro nuevo compañero
y merece conocer mis “antecedentes”, pero no le debemos nada al Consejo, ¿no?
Blake bajó la
mirada, acorralado por las mismas palabras que empleó para justificar su
escapada en la Sede. Terminó asintiendo, incluso le pidió perdón por confiarle
sus sueños a Grey, pero Claire repitió que era necesario. Le hizo prometer, sin
embargo, que la ayudaría a transmitirle lo de la Sombra y el lago a Ángela en privado,
pues prefería que la información se distribuyera en pequeñas dosis por el
momento.
Él asintió y
su mano, cálida como siempre, abrazó la suya.
—Lo haré. Y
ahora, ¿cómo estás…? —Claire hizo una mueca y él negó con la cabeza—: “Como una
rosa”, sí. Pero, ¿y emocionalmente?
—No lo sé —admitió
Claire—. Son muchos cambios y peligros, mucha sangre y dolor. Quiero pensar que
la aparición de mi Sombra es solo algo más, pero me perturba que algo así sepa
más sobre mi vida que yo misma… o mi hermano. Al menos la memoria de Firo parece
estar volviendo.
—Es una
situación diferente. Su amnesia se debía a su maldición, es normal que su
pasado regrese al curarse —Claire se encogió de hombros—. Por otra parte, como
Sanador me preocupan las consecuencias de haber pasado por una Metamorfosis así.
»Sin embargo,
como amigo me alegro de que por fin hayas dado con una luz de tu pasado. Parece
buen chico, me cae bien.
Aunque sonrió,
Claire bajó la cabeza. Sabía que Firo era bueno, lo había visto en aquellos
resquicios que sus ojos dejaban ver a veces, en sus actos y conversaciones
pasadas. Por ello, la culpa por aquel extraño miedo punzaba su corazón. Confió
sin dudar en el niño espectro, ¿por qué dudó al volver a verle en color?
Su mente dio
nombre a las inquietudes que rondaban su mente: Vio aquellos ojos amarillos,
tan extraños que no parecían encajar en el rostro del joven. Aunque su lógica
ya había atenuado su miedo, su instinto seguía vibrando, amordazado en el fondo
de su nuca, rogándole que los evitara a pesar de la amabilidad que reflejaban.
—Cuidaremos de
él —reafirmó Claire, y Blake le dio un último estrujón antes de levantarse.
Cruzó la habitación y le acercó la ropa que Ángela había dejado a su llegada.
—Va, cámbiate
y vamos a desayunar. Tras tanta acción estarás muriéndote de hambre.
Claire asintió
efusivamente y él, tras mirarla con calidez, se dio un exagerado golpecito en
la frente.
—Oh, ¡tonto de
mí! Se me olvidaba esto.
Entonces se
acercó a su cara y le dejó un delicado beso en la mejilla. Claire se quedó
quieta, demasiado sorprendida para reaccionar, lo que arrancó una sonrisa a su
amigo.
—Je, este año
he conseguido adelantarme a Ángela. Feliz Año Nuevo, Claire —la miró un momento
más, ella todavía aturdida, y una pálida calidez se difuminó en su semblante—:
Me alegro de que hayas vuelto. Muchísimo.
Después salió
de la habitación, dándole la privacidad necesaria para cambiarse. Solo cuando
la puerta se cerró, Claire pudo parpadear y librarse del estupor.
Nunca sabía
cómo reaccionar a estas cosas.
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