miércoles, 30 de abril de 2025

Notas de Lore 2: Magia, Fundamentos

 

Fundamentos de la Magia

Primera parte de notas sobre el sistema de magia


Esta es la primera de las cuatro notas de Lore que he planeado acerca del Sistema de Magia en La Profecía del Mal, que tendrá los siguientes apartados:

  • Magia, Fundamentos: Estás aquí, ¡hola! 
  • Clases de Magia: Explicación rápida del árbol de Clases. Se tratará en profundidad en el futuro. Probablemente. 
  • Magia y salud: Consecuencias del uso de magia.
  • Magia, dones y escalas de poder: Detalles de magia más avanzados.

Como hice en "¿Qué es la Profecía?", voy a poner notas al pie con explicaciones de términos que aún no han aparecido en la historia o para indicar su momento de aparición. 

Asimismo, como habrá tanto gente que quiere aprender sobre los conceptos a medida que avanza la trama como quienes los quieren Ya de Ya, apuntaré cuándo salen para que puedas decidir si leerlos en esta nota o descubrirlos leyendo. Algunos términos como la "magia", "el méner" o el "Talento" se describen tan pronto en la historia que no he apuntado el momento de su aparición.

En cualquier caso, estas notas están pensadas para complementar las explicaciones de la historia o servir como repaso. Las uso un poco para mí misme también, tanto por tener una guía sólida para escribir como porque... me encanta escribir libros de texto sobre mundos imaginarios. Soy un nerd, sí. 

En fin, no os preocupéis por leer esto más allá que para satisfacer vuestra curiosidad. Lo necesario para entender la saga aparecerá en su debido momento en la trama. Vamos allá:



Dejas la nota que acabas de recoger y, al instante, olvidas su contenido, su existencia. No tiene cabida en este mundo, en este que se pretende construir. 
Has venido buscando información, y la encuentras en la pila de hojas que hay en el escritorio. A pesar de estar perfectamente apiladas, notas que el borde izquierdo es irregular: no es secreto que fueron arrancadas de un libro de texto.
Claire no quería cargar con un tomo tan grueso en sus viajes y prefirió llevarse aquello que consideró más importante. Guiada por sus amigos, tomó las páginas que le aconsejaron y las apiló en orden, buscando el momento para unirlas con hilo en  un práctico cuadernillo. 



1. El Méner y la Magia

    La energía mágica o méner es aquello que los entes vivos canalizan de forma constante por su cuerpo, siendo necesaria para su supervivencia. Fue creada y liberada en el Eclipse[1], y solo existe sobre la Tierra, desapareciendo en el espacio exterior. 

    Aunque atraviese a todos los entes vivos, solo se denomina magia cuando es moldeado por los magos. La magia, por lo tanto, se define como "la manipulación y moldeo del méner a voluntad del mago, un arte que produce alteraciones del entorno y/o entes, provocando diversos efectos". 

2. Relación de los entes con el méner

    Para el estudio de la magia, se acuñó el término de entes[2]. Esta palabra engloba toda criatura u objeto que se halla en el planeta, siendo clasificados según cómo interaccionen con el méner:

  • Entes vivos: Aquellos que son atravesados por el méner de forma constante. Este grupo incluye tradicionalmente a los animales y determinados objetos mágicos. 
  • Entes vacíos: Aquellos que son inertes al méner y solo son atravesados por él mediante acción mágica. Engloba a los objetos.
  • Entes semi-vivos: Categoría especial que incluye a los seres vivos que no son animales, por cuyos organismos el méner circula de forma más lenta. Esto incluye a las plantas, hongos y microorganismos.

    Esta clasificación es necesaria puesto que cada tipo de ente interactúa de forma distinta frente a la magia. Tanto es así que hay dos Clases distintas sobre la magia de Manipulación de Entes: los MEVA (Manipuladores de Entes VAcíos) y los MEVI (Manipuladores de Entes VIvos). 

    Por otra parte, los entes semi-vivos comparten características con vacíos y vivos de cara a la magia, por lo que su Manipulación es más compleja. Los mayores avances en este campo se dan en el actual Bando Neutral, a menudo por Brujos[3] y una pseudo-clase de magos conocidos como "Botánicos"[4].


3. El Talento 

    Para que una persona sea capaz de manipular el méner a su voluntad (es decir, hacer magia) requiere de un proceso llamado “desatar el Talento” que la convierte en un mago. 

    El Talento es un concepto abstracto que no hace referencia a ningún órgano o concepto físico notable por medios convencionales, definiéndose mejor como un mecanismo mental. La teoría más común lo relaciona con los genes que permiten a las ocho razas sobrevivir a la presencia del méner, habiendo aparecido estos tras el Eclipse. Este conjunto de genes estarían relacionados también con el control del méner, activándose ante determinadas circunstancias por mecanismos epigenéticos. 

    Hay tres formas convencionales de desatar el Talento:

  • Heredarlo desatado de los progenitores: Les niñes de progenie maga nacen con el Talento desatado, siendo su magia encaminada a las Clases a las que pertenecen sus progenitores o su aproximación más cercana, si son Recitadores[5]. La posibilidad de heredarse apoya la teoría de un componente genético, que explicaría los casos de nacimientos de magues en familias noma. Incluso en territorio metaloide ocurren estos nacimientos, que podrían deberse a activaciones espontáneas o mutaciones.
  • Desatarlo en una academia: El Talento puede desatarse por condiciones ambientales reproducibles en una academia. Ocurre en situaciones de alto estrés para le future mague y con alta presión de méner. Las condiciones son tales que algunes candidates abandonan el proceso a mitad.
  • Circunstancias excepcionales: Los requisitos para activar el uso de méner en la academia pueden darse fuera de esta. Es la forma menos corriente pues, como ya he dicho antes, el Talento que no se hereda solo se activa en condiciones de alto estrés y/o peligro [6].


    Aquellas personas cuyo talento no se ha desatado se denominan Noma.



Notas al pie:

[1]Eclipse: Aparece por primera vez en el Capítulo 5, Primera Parte. El Gran Eclipse es un evento que solo ha aparecido mencionado. 
[2] Sobre Entes: Menciono por primera vez a los entes vivos en el Capítulo 1, y a los vacíos en el Capítulo 2 (ambos parte 1). Tanto estos entes como sus Clases de magia correspondientes son mencionados a lo largo de la primera parte, siendo mejor explicados ya en el Capítulo 10. Los entes semi-vivos se mencionarán ya en la Segunda Parte.
[3] Brujería: Se menciona temprano en la historia, y se explica por encima a lo largo de la Parte 1. Clase de Magia Recitada que aplica sus artes siempre sobre entes. Sus recitaciones se llaman embrujos, y estos se clasifican según si aplican a entes vivos (enajenaciones) o vacíos (encantamientos) y si se basan en la luz (bendiciones) y oscuridad (maldiciones). 
[4] Se mencionarán en la Parte 2.
[5] Recitadores: Se menciona y explica a lo largo de la primera parte. Término que engloba a las Clases de Magia que emplean recitaciones predeterminadas para hacer su magia, en vez de dar forma al méner al momento y/o según su imaginación. Engloba la Hechicería y Brujería. 
[6]Escribir notas de lore es super divertido porque acabo de caer en que claro, una situación de estrés es por ejemplo una batalla en plena guerra. Imagina que eres une soldado metaloide y con la ansiedad de pelear te vuelves mague en vez de mearte encima. Jaja- EXECUTED. (*Lo anoto en mi documento de worldbuilding). 


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Notas de Lore, ¿Qué es la Profecía?

miércoles, 16 de abril de 2025

La Profecía del Mal, Segunda Parte: Capítulo 5

Escondite


¿Cuánto tiempo llevaba dormida?

Yacía encerrada como una oruga que espera el cambio en su crisálida, temiendo un destino que el insecto aceptaba y ella rechazaba. Pues aquella oscuridad se parecía más a la seda con la que una araña envolvería su presa, esperando el momento para dar el primer bocado.

Sentía su cuerpo encajado en aquellas ataduras, sedado mientras su mente flotaba en una bruma negra. Una parte de ella, la que aún la ataba con su carne, le pedía dejarse llevar en el consuelo del vacío y la niebla blanca, una nada pacificadora como la que usó para definir los años más allá de su memoria.

Pero la niebla donde flotaba era negra y no clara, más parecida a la de sus pesadillas. Esperó ver aparecer a su Sombra para su habitual hostigamiento, pero su presencia venía de todas partes y de ninguna a la vez.

Tiempo atrás, encontrarse en aquel mar de sombras la habría inquietado. Habría entrado en guardia esperando el acoso de su Otra Voz con sus crípticas acusaciones, temiendo las garras que se lanzarían contra ella. Sin embargo, aunque el rencor todavía ardía en su pecho, agradecía tener una presencia que la acompañara en aquella solitaria condena.

Sabía que jamás estaría sola. Mientras hubiera sol que proyectara negrura a sus pies, mientras su corazón siguiera latiendo, su Sombra viviría con ella… y cuando su conciencia quebrara, tal vez morirían juntas.

La oscuridad no se materializó. No dio muestras de leer el conflicto entre alivio y pesar que creaba en su corazón. Claire solo notó una ligera compresión de aquel espacio, como un parpadeo que permitió la llegada de otra voz:

—…esto no debería estar pasando. Es mi culpa, y por ello no debería… Eres más libre que yo, siempre lo fuiste. Ella no te necesita… No sé por qué.

«Tú puedes escapar. Sálvanos».

La voz desapareció y se llevó la niebla. Volvió a sentir su mente encerrada en su carne, atrapada a su vez en una negrura distinta. Su tacto era húmedo y frío, y entre sus grietas veía la luz del exterior.

En algún momento, las ataduras se aflojaron tanto que le permitieron moverse y terminar de separarlas por su propia mano. Los hilos de sombra se extendían por la que fue su red, más oscuros que ella, afilados al contacto.

—Gracias —murmuró Claire a la Sombra a sus pies.

Los hilos se desvanecieron, agotados.

«La Reina solo te capturó a ti».

Y silencio. Claire dejó descansar a su otra parte mientras terminaba de retirar las cuerdas, ayudándose de la espada. Por sus cortes manaba un gel que se secaba rápidamente en contacto con su piel, adormeciéndola.

Comprendió que las ataduras no solo limitaban su movimiento, pues el moco tenía un efecto sedante que todavía afectaba a sus sentidos. También inhibía la magia, como comprobó al intentar crear hielo sobre él. La Sombra debía haberlo evitado porque no tenía un cuerpo físico, ¿no? ¿O sus palabras implicaban algo más?

No recibió más explicación.

Con la Sombra exhausta y la muñeca dolorida, Claire comprendió que debía confiar en su hielo como arma principal, aun a riesgo de repetir su experiencia de las mazmorras. Tras comprobar que la mochila seguía a su espalda (menos mal), echó un vistazo al cielo. La niebla había amainado, podía ver el ocaso acercándose. ¿Cuánto llevaba dormida?

¿Cuánto llevaban Blake y Firo atrapados?

Se levantó, luchando contra el cansancio que intentaba apoderarse de su mirada. Respiró hondo y se internó en el bosque con pasos temblorosos que pretendían ser firmes. 



La comunicación con Claire había terminado demasiado pronto.

Intentó conectarse inspirado por las visitas oníricas de su hermana, animado por la Telepatía que había sido su voz tantos años, pero parecía que aún le quedaba tiempo para dominar aquella destreza en situaciones de riesgo. 

Debería estudiar aquel fenómeno una vez se liberara, pero su cuerpo no obedecía a sus órdenes. Había límites en lo que su voluntad podía mandar sobre la analgesia de su prisión. No le quedaba más remedio que esperar. Al menos, todavía conservaba la consciencia, que empleaba para lamentarse por sus decisiones. 

No obstante, no pasó por alto aquella sensación extraña que notaba a veces en las celdas y que le hacía sentirse observado, aún en soledad. Una que asoció a la presencia de Claire en su reencuentro, similar a su propia esencia. Aquel distintivo rastro le había guiado hasta su hermana, permitiéndole contactar con ella.

Debería estudiar aquel fenómeno una vez se liberara, pero su cuerpo no obedecía a sus órdenes. Había límites en lo que su voluntad podía mandar sobre la analgesia de su prisión. No le quedaba más remedio que esperar. Al menos, todavía conservaba la consciencia, que empleaba para lamentarse por sus decisiones.

Cuando vivía en las celdas, Carine le traía cientos de libros para leer en su compañía. La temática era variada: historias de ficción y relatos del pasado, pesadas enciclopedias, libros de texto sobre magia e incluso tomos de anatomía, los favoritos de Carine.

Entre tanta información, llegó a conocer la historia de Zes’Haris, el llamado Reino Shiriza. Sus majestades fueron gente noble y leal a sus súbditos, de ahí que su población fuera de las más monárquicas del Bando Mágico. Sin embargo, Kasshere Zasjara carecía de la bondad que debería haber heredado de sus predecesores.

Siempre que se nombraba un nuevo monarca este juraba sobre la Escama del Sol, símbolo de su monarquía. La hoja estaba encantada de tal forma que se enlazaba con su nuevo propietario y lo sometía a un voto de pureza ante el pueblo: No podía mentir sobre su filo.

«“Las palabras son solo palabras, no tienen valor en el mundo real” —se repitió a sí mismo, repasando una vez más aquella historia. Irónicamente, recordó que Kasshere fue una Recitadora de renombre—. ¿Qué sentido tiene esa frase?»

—Ninguno. Una Recitadora jamás despreciaría las letras.

La voz de Kasshere apagó sus pensamientos.



El manotazo de Ángela fue más fuerte de lo que ella había calculado. Grey soltó su mano, virando en el vuelo a través de los árboles. Salió despedida y el tirador, agotado y desequilibrado como estaba tras el viaje, acabó rodando encima de ella. Mochilas y armas salieron desperdigadas por la hierba. Boca abajo como estaba, Ángela no vio qué golpeó su cabeza.  

Cuando recuperó el sentido, se encontró con Grey chispeando de pánico. 

—¡Mira quién despierta! ¿Se puede saber qué estabas haciendo? —le gritó. Aún tenía la mejilla enrojecida, no debía haber pasado mucho tiempo—. ¡¿Sabes lo que podría pasar si desactivo Inalcanzable mientras atravesamos algo?! ¡¿Lo sabes?!

Ángela gruñó mientras se levantaba de la hierba. Aunque seguía dolorida por el golpe, transformó su frustración en ímpetu para acercarse a Grey.

—¡Me da igual lo que pueda pasar! ¡No sé por qué sigues huyendo! ¡Mírate! —le espetó, señalándolo con ambas manos—. Estás sangrando por la nariz y apenas te tienes en pie. Los despistamos en aquel agujero hace cinco minutos y tú te empeñaste en seguir huyendo… ¡¿Por cuánto tiempo?!

—¡Este bosque es de la Reina ahora! —contestó él, apurado—. Tenía que llevarnos lo más lejos posible o…

—Bastaba con escondernos y pedir ayuda, como dijo Claire… —Grey abrió la boca para replicar, pero Ángela lo cortó con un gesto—. ¡El comunicador! ¿Dónde…?

Grey señaló a su lado sin mirarla. La mochila de Ángela estaba abierta por completo y, entre los suministros desperdigados, se encontraban los restos del aparato.

—No, ¡maldita sea!

Dio una patada a la basura mecánica, ya sin importarle hacer ruido. Si tras el aterrizaje no les habían encontrado, tardarían en hacerlo. Además, Grey no parecía capaz de seguir volando.

Se giró hacia él. El chico estaba cabizbajo, sudoroso y con el aliento pesado. Un par de gotas rojas cayeron de su nariz al suelo. El enfrentamiento shiriza ya le provocó una hemorragia, pero la adrenalina por huir habría ganado a su fatiga.

Ángela dio un largo suspiro antes de ayudarle a sentarse en el suelo.

—Oye, perdón por la bofetada —le dijo en voz baja—. No parecías escucharme, estabas como en trance y fue la única forma que se me ocurrió de pararte.

Grey asintió, en silencio. Aceptó su pañuelo y Ángela marchó a recoger su bastón y enseres. Estaba anocheciendo, y el sutil brillo de su baliza titilaba en su muñeca. Ángela se quedó mirándolo unos instantes antes de cerrar su mochila y regresar junto a Grey. Había vuelto a levantarse para arreglar su equipaje.

—¿Te encuentras bien para seguir andando?

Grey asintió. Se había limpiado la cara toscamente.

—Sí, lo que estoy es demasiado cansado para volar —suspiró—. No quedaba mucho hasta Máline, ¿no?

—No tiene sentido ir sin Blake ni Claire —le cortó Ángela—. Vamos a volver a por ellos.

El otro Elegido parpadeó, completamente sorprendido.

—¿Qué estás diciendo?

—No voy a poner un pie en nuestro pueblo sin mis amigos, Grey. Andando.

—¿Estás loca? ¡Acabamos de escapar del peligro…! No, ¡seguimos en peligro con cada segundo que pasemos en el bosque! Nuestra mejor opción es tocar pueblo y pedir ayuda.

—¡Para cuando lleguemos será demasiado tarde! —contestó Ángela—. Con el comunicador teníamos alguna esperanza, pero si tenemos que esperar a Máline para dar la alerta... Ya has oído que la Reina no tiene miedo de matarnos.

—Tiene que ser un farol, les Elegides siempre son más valiosos con vida —Ángela abrió la boca, pero Grey se adelantó—: Y más si puede convertirlos en los suyos.

—¡Pues tampoco quiero adelantar las cosas en ese aspecto! —Grey hizo una mueca que escondió tras su manga, y Ángela se cruzó de brazos—. Ya no es solo por nuestra amistad, ¡es que les cuatro somos Elegides! Quiera matarlos o no, debemos permanecer juntes. A salvo. ¡Y si también quiere a Firo no deberíamos permitírselo!

—¿Y qué piensas hacer para rescatarles? No tenemos forma de seguir a la Reina y seguro que ya ha guardado a sus precioses Elegides a buen recaudo, como hace con sus puñeteros soldaditos.

La sonrisa de Ángela arrancó un parpadeo a Grey. Con un gesto cargado de suficiencia, levantó el brazo derecho. La baliza de su muñeca titilaba en la oscuridad.

—Veo que no prestaste atención a mis explicaciones sobre los suministros. Pulsa tu baliza, venga.

La expresión contrariada de Grey rápidamente cambió a urgencia. Su dedo se disparó hacia su propia baliza, viendo como cuatro luces sustituían el foco inicial. Ángela hizo lo mismo.

—Ahí lo tienes, las cuatro luces de les Elegides siguen brillando. Las nuestras más brillantes, cercanas. Las de Blake y Claire distantes, pero iluminadas igualmente —volvió a tocar la baliza y su punto y el de Grey recuperaron protagonismo—. No tengo ni idea de por qué la Reina no se los ha llevado y tampoco me importa. Solo sé que hay esperanza.

Grey bajó la cabeza y fue en ese momento cuando Ángela advirtió que estaba temblando. Aún tenía restos de sangre seca en el labio.

—¿Tanto miedo te dan los shirizas? —le preguntó.

—Sí.

Aunque preguntó con tono suave, su intención fue quitarle hierro al asunto. Conocía ya un poco al chico y compartían su sentido del humor. Por ello, le sorprendió su respuesta con voz trémula, sin mirarla siquiera. Sabía que no obtendría más información de él y que tampoco solucionaría su situación insistiendo.

—Y tú también deberías estar asustada —siguió él, sin embargo—. Estas luces solo indican que siguen buscándonos, que van a tendernos una trampa. Tal vez ni siquiera quede algo de ellos cuando los encontremos.

Ángela entrecerró los ojos, comprendiendo las implicaciones de aquella posibilidad.

—Tenemos formas de huir, lo hemos hecho antes. Se te da bien esconderte, a pesar de ser un poco bocazas —Grey apenas dio señal de caer en su provocación—. Además, tienes formas de herir a alguien sin matar, ¿verdad? He revisado las listas de suministros.

Tras un suspiro, Grey abrió su chaqueta y le dio la razón al descubrir las hileras de bolsillos que recubrían su interior. De ellas extrajo hasta cuatro cajetillas de balas, algunas inventariadas por el Consejo, otras más viejas y garabateadas en caracteres de un idioma incomprensible para la Elegida. Al volver a cerrar su abrigo, Ángela se preguntó cómo le cabían tantas cosas ahí.

—Tengo tranquilizantes, sedantes y aturdidoras —dijo, levantando cada caja—. En forma de bala y sello encantado, para aplicar al revólver las balas de aire que creo. Pero, ¿sabes una cosa? —abrió las manos y las cajas cayeron al suelo—. No nos servirá de nada ante un grupo grande como el de antes.

Ángela miró las balas rodar sobre tierra.

—Podemos repetir la jugada —intentó ella—: rehacer el camino, escondernos bajo tierra con Intangible…

—…Pero yendo despacio, esperando a recuperar fuerzas ya no solo por mí, si no también por ti —Ángela levantó la cabeza—. Si encontramos a nuestros amigos, mis balas no serán las que les libren del trance, ¿sabes? Eso es lo que has estado pensando, ¿no?

Ángela chasqueó la lengua.

—No tengo mucha fe en mi Sanación. Tal vez pueda aliviarles la maldición, mantenerlos estables hasta dar con ayuda… —Ángela negó con la cabeza—. Pero si tan poderosa es Kasshere, no podré curarles sola si llegamos tarde. 

»Por eso debemos darnos prisa. Y confiar en ellos. Sobre todo, confiar en ellos. 



A pesar de la creciente penumbra del anochecer, la niebla comenzaba a despejarse. La luna creciente salía de su letargo y Claire, ayudada por ella y su baliza, no tardó en encontrar otro saco negro lo suficientemente grande como para contener a alguien.

 Se trataba de Blake, pues su baliza parpadeaba confirmando su identidad. Con Firo lo tendrían más difícil ya que se quedó sin una.

Desenvainó su espada y contuvo el quejido de su muñeca. Seguía aplicándose hielo para bajar la inflamación, pero bien sabía que estaba lejos de obrar milagros. 

La dejó descansar utilizando la mano izquierda para rasgar las cuerdas. Rápido, aunque con cautela, para evitar dañar a su cautivo. Parecían cortarse con más facilidad que las suyas. 

Una conocida maraña de cabello castaño se hizo visible tras las primeras rasgaduras, alentando a Claire a seguir hasta poder retirar con sus manos las vides restantes.

Sin embargo, se apartó al notar algo pegajoso en su piel. En la penumbra, no había visto bien aquel fluido oscuro que salía de las cuerdas rotas. Las suyas no tuvieron una mucosa tan oscura. 

Con asco, vio como la baba se absorbía rápidamente en su piel y la de Blake, teniendo que limpiarse con el pantalón. Sacudió la cabeza, inspiró logro y así logró centrarse para descubrir el rostro de su amigo.

Tenía los ojos cerrados cual durmiente, tranquilo e ignorante de su estado, como cuando se desmayó en el tren. Con cariño, llevó una mano a su mejilla y la apartó casi al instante. Un tacto extraño la hizo revolverse. Era como si tuviera…

—Escamas —murmuró, y la sorpresa dio paso al entendimiento.

Recogió la espada y terminó de liberar el cuerpo, arma y pertenencias de su amigo, arrastrándolo lejos de red y el fluido que emitía. Ella, sin embargo, regresó para aplicarse una capa densa en el antebrazo y comprobar así su teoría.

El fluido se absorbió rápido, dejando un tacto apergaminado en su piel y confirmando sus sospechas. Aquel líquido debía ser lo que provocaba el cambio, lo que suministraba el embrujo. Ignoraba por qué sus cuerdas no lo llegaron a producir, pero Blake quedó a su merced y ahora unas tenues escamas cubrían sus mejillas, cuello y dorso de las manos. Incluso sus dedos estaban ligeramente alargados, con las uñas endurecidas.

Y seguía sin despertar. Lo llamó y agitó por los hombros, aliviada por notar movimiento tras sus párpados. ¿Estaría soñando?

No tenían tiempo para ello, no en aquel bosque lleno de enemigos. Tocaría despertarlo con un método más brusco.

Le dio un tortazo en la mejilla.

Y Blake abrió los ojos.

Claire se retiró asustada, pero él tardó en buscarla. Primero parpadeó despacio, llevándose una mano a la cabeza y después, a la mejilla dolorida.  Luego se sentó, mirando aturdido a su alrededor, hasta terminar centrando la vista en Claire. Ella había estado observando aquella secuencia apartada, con espada todavía en mano.

—¿Claire? ¿Eres tú? —preguntó, rascándose la cabeza con una mueca—. ¿Qué narices tengo en el pelo y…?

Rascó su mejilla, pero las escamas no se iban, solo logró enrojecerlas a la luz de las balizas. Claire se acercó para detener su mano y mirar bien sus ojos. Eran castaños con las pupilas redondas, como siempre lo habían sido.

—¿Claire? ¿Qué ha ocurrido?

Ella sacudió la cabeza. Debía haberlo imaginado.

—Me aseguraba de que no estabas poseído. Las cuerdas son las que proporcionan el embrujo, enajenación, lo que sea eso. He podido despertarte antes de que el cambio fuera a más. Lamento el tortazo.

—Está bien. Si recurriste a ello es que no tenías otra forma… aunque, jolín, ¡qué fuerza tienes! —se frotó la mejilla una última vez, haciendo desaparecer la rojez. Después bajó la vista hacia sus dedos, haciéndolos crujir al estirarlos—. Me zumba la cabeza por los restos de magia, aunque no parece que haya cambiado mucho más de lo que ves.

Volvió a mirar a Claire y esta le respondió con una mueca de angustia.

—Firo cayó antes que nosotros —dijo.

Blake asintió.

—Debemos darnos prisa.

Se levantó, recolocó su mochila y le tendió la mano a Claire. La baliza brillaba en su muñeca, sus dos puntos titilando con fuerza.

—Firo no tiene baliza —murmuró Claire—. No podremos encontrarlo tan fácilmente.

—Es igual, más haremos buscando a ciegas que lamentándonos aquí.

Claire terminó aceptando su mano y Blake la condujo por el bosque. Sin soltarla, apartando las ramas con la mano libre.

—Recuerda que se me da bien orientarme —sus dedos alargados apretaron los de Claire, acompañando sus palabras con consuelo—. Además, siento que sé por dónde vamos ¿no te pasa? —Claire negó con la cabeza y Blake se encogió de hombros—. Anímate, si nos han dejado aquí, tal vez hicieron lo mismo con Firo.

—¿Para tendernos una trampa?

—Trampa o no, lo importante es encontrarle. Siento que está cerca.

Claire agradecía para sí sus intentos por calmarla, aunque no llegara más que un rumor a sus oídos. Su mente estaba ocupada apartando un intruso de sus recuerdos. Buscaba los ojos de Blake cuando estos la miraban, corría a su recuerdo cuando volvía la vista al frente. Sentía alivio al en aquel precioso castaño con vetas verdes, el color de los bosques.

Debía haber imaginado el sangriento rojo que rodeaba dos líneas negras, ¿no?

Perdida en aquella pesadilla, chocó con la espalda de Blake cuando este se detuvo súbitamente. Su mano se deslizó del sudor de la suya y avanzó para ver qué había encontrado.

Firo yacía boca abajo, rodeado de los restos de sus ataduras y pertenencias. Su cabello ocultaba su rostro. Su quietud delataba su inconsciencia.

En un primer impulso, Claire tiró la mochila al suelo y echó a correr para ayudarlo, pero sus pasos pronto perdieron fuerza y Blake llegó antes que ella, arrodillándose a su lado y quitándose también sus cargas para maniobrar mejor. 

Algo no iba bien.

Mientras Blake llamaba y daba la vuelta a Firo, Claire desvió la mirada hacia los restos de cuerdas negras. Recordó cómo cortó las de Blake, comparándolas con las suyas propias.

«Eran más débiles que las mías. Sin embargo, las de Firo… —miró los trozos a sus pies, de aspecto seco—. Parecen haberse roto por sí solas».

—¡Blake, cuidado!

Su advertencia llegó tarde. Se encontró con Blake siendo derribado de alguna forma, con la sombra rojiza de Firo lanzándose encima. Con una fuerza y velocidad impropias, que jamás habría esperado de alguien tan enfermizo, cogió la cabeza del mestizo y la golpeó contra las raíces que sobresalían del suelo.

Blake logró no perder el conocimiento, aunque sus reflejos seguían torpes por la sorpresa del ataque. Lanzó un puñetazo defensivo que fue esquivado por su agresor, quien respondió levantándose de un salto para pisarle el estómago.

El aullido de dolor perforó los oídos de Claire. Temblando, Blake se giró hacia ella. De su boca salió un fino hilo de ácido. Su rostro, sus ojos, realizaban la misma petición que le hizo en el bosque: le pedían huir sin necesidad de palabras.

Pero Claire respondió desenvainando su espada. Aunque apenas habían pasado días de aquella tarde, ya no era la joven desvalida e ignorante de entonces. No esperaría la muerte y, desde luego, no abandonaría a sus amigos ante ella.

Su espada apuntó a la nuca de quien antes la llamó hermana. El roce llamó la atención de Firo y se giró revelándole su rostro. Un intento de escamas cubría sus mejillas, de una claridad casi nívea. Sus ojos amarillos parecían brillar en la oscuridad, amenazantes.

Ojos sin pupilas.

Claire maldijo entre dientes mientras esquivaba el puñetazo de Firo, propinado con unas nuevas y deformes garras. El golpe atravesó el aire, difuminando la oscuridad que levantó el movimiento.

La negrura se encogió de nuevo tras Firo y la mente de Claire se disparó en preguntas a su propia Sombra, quien permaneció en silencio. Sabía que el humo que acompañó a aquel ataque y al siguiente, no provenía de ella misma. No solo porque lo sentía así, si no porque era mucho más oscuro que el suyo propio. Como sombra concentrada, oscuridad pura.

Por otro lado, presentía que su Otra Voz no la ayudaría en aquel duelo, aunque desconocía sus razones. ¿Pensaría que puede ganar sin su ayuda? ¿Que realmente no corría peligro? ¿O simplemente seguía agotada por liberarla?

Una imagen cruzó su mente: su propia silueta tallada en sombras, arrodillada junto al niño que Firo fue. El cariño de aquella mano que pretendía apartarle el pelo.

Tendría que pensar por sí misma.

El murmullo de Firo la avisó de las vides que conjuró, liberadas de su mano izquierda y rozando la mejilla de Claire con sus espinas. De milagro, esquivó el puñetazo que propinó al impulsarse con oscuridad hacia el árbol que enganchó. El golpe provocó una lluvia de hojas sobre sus cabezas.

Aunque el ruido la despertó de su trance, se encontró con la espada a medio camino sin saber qué hacer. Matarlo no se encontraba entre sus opciones. Su arma no la ayudaría en su propósito, sería el hielo lo que podría inmovilizarlo. Quería creer… No. Tenía que existir una forma de devolverle la voluntad. Debía detenerlo hasta saber curarlo.

Firo bajó la cabeza mientras retiraba el puño del árbol. Claire frunció el ceño, extrañada por aquel gesto, y casi no tuvo tiempo de parar el siguiente golpe. Por inercia, ignoró el hielo que cultivaba en sus dedos y movió la espada entre su cara y las garras de Firo, cortándole la palma derecha.

Con un siseo, Firo se retiró y tapó la herida con su otra mano, pero luego las llevó a la cabeza como encogido por el dolor. Claire aprovechó para apartarse también, vigilante mientras el chico se manchaba con los cortes. A sus ojos, a sus deseos, aquellos movimientos demostraban los esfuerzos de Firo de liberarse del control mental. Gruñía y se abrazaba a sí mismo, el pelo le cubrió los ojos y, con un grito, terminó por alzar la vista al cielo.

Así se quedó inmóvil, con solo su respiración avisando de que seguía con vida.

La esperanza de Claire venció a su cautela. Bajó la espada y apagó la escarcha que generaban sus dedos para suavizar su mano, extendiéndola hacia Firo.

Dos ojos sin pupilas la miraron sin ver, retorcidos en una sonrisa cruel que imitaba a la de su nueva Reina.

La piedad la traicionó. Las blancas garras de Firo se dispararon hacia su cuello y lo siguiente que notó fue un impacto a su espalda. Su espada cayó sobre las raíces mientras la rugosa corteza del tronco se clavaba en sus ropas. La oscuridad se extendió como zarzas, ayudando a su dueño a levantarla. Las vides no nacían de su sombra si no de su propio ser, devolviéndole irónicamente a la monocromía.  Solo aquel aborrecible amarillo aportaba color, brillando cuando incluso la sangre parecía negra.

Los dedos de Firo se colaron entre los surcos de su cuello, provocándole una arcada. Comenzaba a quedarse sin aire y su visión se nublaba conforme aquellas garras se cerraban sobre ella, pálidas como las de sus pesadillas. Por el rabillo del ojo vio como Blake se arrastraba hacia ellos, pero las espinas lo alcanzaron inmovilizándolo en el acto.

Su grito activó la mano de Claire. Extendió los dedos más allá del agarre de Firo, dejó nacer el hielo aún cuando la Sombra se estremecía en su interior, cuando el méner quemaba sus venas y el rostro de Firo no era más que un borrón con dos ojos del color de la bilis.

Un sonido cortó el aire. Notó una sacudida y el hielo murió antes de nacer. La presión en su cuello comenzó a disminuir y las zarzas la liberaron, dejándola caer lentamente sobre el tronco. La tos se intercalaba con bocanadas de aire y, poco a poco, su visión comenzó a despejarse hasta que identificó a su agresor y la flecha que salía de su hombro.

Firo no la buscó ni pretendió volver a por ella. Se quedó con la mirada muerta al frente, incluso retrocedió torpemente mientras sus garras palpaban su herida a ciegas.

De pronto, un respingo pareció devolverlo a la vida y su vista cayó hacia la flecha. Su boca se contrajo en dolor y sus iris bajaron todavía más hasta llegar a Claire. Volvía a tener pupilas, unos pozos oscuros dilatados por el terror y la confusión que sentían, tan súbitas y genuinas que no lograba esconderlas de la Elegida.

Se aferró a la flecha y tiró de ella, pero el dolor solo le arrancó un gañido. Todo el poder exhibido durante el ataque había desaparecido, y Claire dudaba que solo se debiera al disparo. Sus dedos perdieron fuerza y a ellos le siguieron sus rodillas, precipitándolo sobre su costado. Las zarzas de Blake se volatilizaron y le permitieron arrastrarse hacia Claire.

Su amigo vigilaba sus alrededores, probablemente buscando al autor del disparo. Claire quería hacer lo mismo, pero no podía quitar los ojos de Firo. Toda la calma que la Sombra usó en ella, en repetirle que aquel joven seguía siendo el niño que rescató, yacía sepultada de nuevo bajo su instinto. Quería huir, quería gritar e incluso exterminar a aquel que puso las garras en su cuello. Quería vengarse del daño que le hizo a Blake, a ella misma, antes de que atacara a alguien más.

Con los ojos llorosos, Firo miró las garras que yacían ante él sin fuerza para cerrarlas. Sus dedos se estremecieron y, cuando pareció comprender que eran suyas, contuvo una exclamación. Su mirada huyó y se cruzó con la fría amenaza de Claire.

—Claire… —la llamó con voz queda—. Yo… ¿qué me ha pasado?

Ella no contestó, pues aquel llamado quebró su ira y rencor. Recordó la sonrisa cruel en aquel rostro como también los ojos ciegos que la acompañaban y no halló en ellos a Firo. Sí que lo reconoció en aquella expresión triste, en aquella pregunta retórica que precedía una disculpa… que no le correspondía. Perdida en el arrepentimiento de su compañero, ni siquiera notó los dedos de Blake hasta que la Sanación brotó en su cuello malherido.

—Él está peor —logró decir, sin quitarle la vista a Firo.

—Lo sé, pero podía curarte en un instante —antes de separarse, Blake cerró la mano sobre su hombro en un cariñoso aprieto—. Firo, ¿puedes oírme?

Alertada por la extraña pregunta, Claire parpadeó y se encontró con que Firo había dejado de enfocarla. Su boca se movía murmurando algo, casi como si rezara o pronunciara un hechizo, pero la magia no brotaba. No reaccionó cuando Blake le tomó por las garras temblorosas.

—Está helado —espetó Blake, sin ocultar su preocupación— y en shock. Creo que el disparo tenía veneno.

Sus manos rodearon la flecha antes de depositarse sobre su compañero y aplicar Sanación. La magia despertó a Firo, aunque más que relajarlo pareció tensarle. Al mirarlos, Claire notó los nuevos destellos de la baliza de Blake y los comprobó en la suya propia. El sonido de hojas moviéndose le hizo suspirar de alivio… para luego romperse ante lo desconocido.

Una silueta emergió de la espesura, con capa y una capucha ensombreciendo su rostro. Tenía el arco en guardia.

Blake alzó la cabeza ante la seña de Claire y Firo siguió inmóvil, de espaldas a su visita. El oscuro gris de las túnicas shiriza, manchada de sangre vieja, no despertó alarma en Claire, pues pronto reconoció las dos espadas que cargaba en el cinto.

—Blake, esta persona es quien nos salvó en el lago.

El mestizo se irguió y quien recién llegaba cargó el arco a su espalda. Instantes después se perdió entre los árboles. Blake no perdió tiempo y saltó sobre Firo en su dirección.

—Vigila a Firo, tenemos preguntas que hacer.

—¿Qué? Pero yo no puedo curarlo.

—Ni yo tampoco —pareció titubear antes de negar con la cabeza. Señaló su baliza—. ¡La flecha tenía veneno, díselo a Ángela!

Blake echó a correr y Claire no pudo más que alzar una mano como si con ello pudiera detenerlo. Se quedó mirando la baliza parpadear, un punto atenuándose mientras otros dos ganaban presencia.



Aunque no era muy rápido, Blake estaba acostumbrado a corretear entre la maleza de los bosques. Llevaba una vida entera haciéndolo, jugando al escondite con sus amigas o ayudando en las tareas de recolección para sus padres. Disfrutaba de la naturaleza verde y leñosa de Máline, con refrescantes sombras en verano y mullida nieve en invierno.

No como la persona que perseguía. A pesar de partir con ventaja, Blake recortaba distancia por los tropezones de le otre, su indecisión al avanzar o las ramas que aparecían de pronto para golpearle la cara. Blake había probado a llamarle de vez en cuando, sin éxito.

¿Por qué huía? Estaba claro que su grupo estaba en deuda con sus acciones, no tenía razón para tenerles miedo. ¿Temería una represalia por disparar a su compañero? Tal vez, aunque entendía los motivos por los que tomó acción contra él.

Hasta él mismo sintió miedo en aquel momento.

En una de esas ocasiones donde quiso llamarle, la persona trastabilló por unas raíces que sobresalían del suelo. Blake vio su oportunidad y saltó para derribarle con su propio peso.

Rodaron un poco en el claro al que recién llegaban, pero Blake logró quedar encima aprovechando el aturdimiento de su rival. Sin embargo, no tardó en descubrir que las armas no eran su única destreza.

Era muy fuerte. Se revolvió intentando quitarse al mestizo de encima y este tuvo que clavar las uñas en tierra para mantenerse en posición. Por eso no logró parar el puñetazo que le asestó al hombro, y apenas logró detener el que se dirigía a su costado.

—¡Para! ¡Para! —gritó, parando los siguientes con sus manos—. ¡No quiero hacerte daño!

Instintivamente, había entrecerrado los ojos temiendo un golpe a su nariz y terminó de abrirlos al ver que este no llegaba. Se encontró con una mirada negra bajo él.

Una amenaza sin palabras.

Parecía una joven, de piel bronceada y cabello oscuro. Su boca se había torcido en una mueca, mostrando sus dientes en un gruñido. Había bajado las manos, pero estas temblaban, como si tuvieran que ejercer fuerza para no darle otro puñetazo.

Blake tartamudeó. No solo por la sorpresa de aquella reacción, si no por la cara ante él. No se parecía a la descripción de Claire.

―Lo… Lo siento ―logró decir―. Pero escúchame yo…

―Si no te apartas, tú serás el que saldrá herido. Muévete. ¡Ahora!

Blake tragó saliva. De alguna forma, logró reunir el valor suficiente para mantener su posición.

—Lo haré, pero solo cuando nos digas por qué nos sigues y de qué conoces a Claire.

—¿Claire? —repitió, con extrañeza—. ¿Cuál de tus compañeras es? ¿La mestiza con olor a menta? —Blake parpadeó—. ¿La de ojos azules? —Blake asintió—. No la conozco de nada.

—Entonces, ¿por qué nos has ayudado? ¿Por qué nos salvaste ahora y en el lago? —inquirió él—. Mataste a los shirizas y ahora…

—Los maté porque es mi objetivo —lo cortó—. Salvaros fue casualidad, no hagas que me arrepienta de ello.

Blake suspiró y aceptó levantarse. No logró contener el escalofrío que recorrió su espalda al escuchar sus palabras, quedándose sentado dócilmente mientras la otra persona recogía las flechas que se le cayeron durante el forcejeo. Aprovechó el rato para enfocarla, comprobando que tenía el pelo sano, abundante y atado en una larga trenza a su espalda. Tenía un ligero acento que no supo identificar, algo infrecuente.

Al poco, volvió hacia Blake dedicándole una mirada de la cabeza a los pies. Tras concluir su análisis, movió una flecha y la punta rozó las escamas de su mejilla.

—Estoy bastante segura de que la maldición pierde su efecto si es incompleta. Tu cuerpo revertirá a lo que le corresponde en unos días, primero las escamas —la flecha dio un toquecito a su mano derecha— y luego los dedos. Necesitarás un analgésico para eso, los huesos duelen al reajustarse —la chica le clavó la mirada de nuevo—. Tienes suerte de que la Reina solo haya jugado con vosotros.

—¿Jugado? —repitió Blake, con voz queda—. ¿Crees que lo que hemos pasado no ha sido más que un juego?

—Sí —respondió ella, sin pestañear—. Si de verdad os quisiera en sus filas os habría llevado consigo nada más embrujaros. ¿Quién entiende sus intenciones? Yo misma creía que os arrastraría solo por el chaval que habéis traído nuevo. Parecía interesada en él.

—¿Firo? ¿El pelirrojo?

La chica asintió.

—La Reina ve algo en él que no termino de comprender. Lo único que se me ocurre es que tiene mucha fortaleza mental: es la primera vez que veo a alguien despertar de su posesión con solo dolor… Lo cual me hace preguntarme por qué no se lo llevó consigo en vez de dejarlo transformarse aquí —hizo una mueca, pensativa—. Ni siquiera está en buena forma, un soplo de aire lo tumbaría. Si quieres curarlo, yo de ti me daría prisa, chaval.

La burla de su salvadora desapareció al ponerse la capucha. Blake guardó silencio y ella se encogió de hombros.

―Pareces majo, así que te daré un consejo: mientras la Reina lo tenga en el punto de mira, estáis en peligro. Tendréis que ir con cuidado o abandonarlo a su suerte. Ese chico solo os va a traer problemas.

Blake enmudeció ante aquellas palabras, tan lógicas como despiadadas. Aunque ya no había amenaza en su voz, su mirada bastaba para erizarle el vello de la nuca.

—También me buscó un rato al darse cuenta de que sus soldaditos iban cayendo —siguió ella—, pero, como dije antes, lo lógico es que os hubiera recogido para transformaros a salvo de mientras. Si seguís aquí, es porque su plan incluía volver a soltaros.

»Esto implica que volverá a jugar con vosotros. No será esta noche, pues he peinado la zona y parece haberse retirado. Yo de vosotros aprovecharía para descansar bien, lo necesitaréis.

Paralizado, Blake solo logró reaccionar cuando ella le dio la espalda para marcharse.  

―Ven con nosotros —le dijo—. Sé que ahora estamos en peligro, pero no tienes por qué estar sola…. Y, si lo que dices sobre mi amigo es cierto, nuestros objetivos son compatibles.

Su salvadora giró la cabeza para ver una última vez a Blake.

―Estaré por aquí porque sois como un faro para shirizas, pero debo estar sola ―dijo, volviéndose de nuevo―. Vosotros solo retrasaríais mis planes.

La asesina marchó y Blake supo que no podría hacer nada para detenerla.



Terminó echándose   al lado de Firo y este la enfocó antes de volver a mirar sus garras, desolado. La flecha se movía ligeramente con su respiración. Aunque ya no goteaba sangre, una sustancia oscura se filtraba desde la madera. Pensó en quitársela, pero si Blake no lo había hecho, tendría alguna buena razón para ello. Al fin y al cabo, él era el Sanador.

Por suerte, Ángela y Grey no tardaron en llegar. La primera corrió a arrodillarse a su lado, envolviéndola entre sus brazos. 

Aunque Claire se dejó abrazar, no permitió que el reencuentro se extendiera demasiado.

—Atiende a Firo primero —le dijo, con una palmadita en la espalda—. Su flecha tenía veneno. Yo estaré bien.

Ángela asintió y se separó de ella. El desesperado alivio por el reencuentro se ensombreció al ver las heridas de su compañero. Con cuidado, colocó a Firo boca arriba con una mueca de aprensión mientras Grey se sentaba junto a Claire.

—Sentimos no haber podido llegar antes —le dijo—. Debíamos tener cuidado para no encontrarnos con más shirizas porque nos faltaban fuerzas y…

Claire negó con la cabeza. Quería decir que no había nada por lo que disculparse, pero estaba demasiado cansada como para expresarlo siquiera. Ángela pasó por un cambio también, uno que borró la impresión de su boca para cerrarla en una seria línea. La firmeza de un Sanador, del profesional deber, acompañaba ahora los movimientos de la joven. Era el mismo cambio por el que pasaban Blake y sus padres cuando un enfermo llegaba a su botica, cuando una lesión se agravaba más de lo esperado.

Desabrochó su capa y la acercó al rostro de Firo.

—Por si quedan enemigos —le dijo.

El joven parpadeó unos segundos antes de comprender. Mordió la tela con fuerza y cerró los ojos. Se escuchó a Claire toser, aún dolorida, y Grey le dio unas palmaditas en la espalda con el propósito de reconfortarla más que de ayudarla a respirar.

Ángela tomó aire, cogió la flecha con ambas manos, y tiró con fuerza, intentando ignorar los gritos ahogados de su compañero. Claire no apartó la mirada, embelesada por la aparente tranquilidad de su amiga. No parecía la misma chica que gritó al ver los guardias muertos en el tren, al encogerse al notar la sangre a sus pies. Aunque el contexto fuera diferente… Admiraba su resolución y concentración.

Al fin, la punta de acero salió acompañada de sangre y veneno: un líquido negro que goteaba de la madera de la flecha. Tras examinarla, Ángela la tiró al suelo y Grey acudió en su ayuda para quitarle el jersey y capa a Firo.

—Puedo a partir de ahora —le dijo ella, una vez quitado—. Pásame las vendas mejor.

Grey obedeció y acercó su mochila para buscar en ella. De mientras, Ángela desabrochó los botones superiores de la camisa de Firo, revelando su lesión. La sangre y el veneno manchaban la tela blanca, brotando con recobrada fuerza tras quitar la flecha.

Ángela chasqueó la lengua. Su expresión no cambió, pero Claire entrevió su preocupación a través de sus ojos. Con su mano derecha hizo un gesto llamando a la herida y el veneno acudió. Las gotas flotaron hacia la muchacha, desapareciendo antes de rozar sus dedos entre pequeñas llamas. Tras comprobar que funcionaba, trató de contener la hemorragia con su otra mano, apretando la apertura con la tela rasgada.

—Claire, ¿dónde está Blake? —le preguntó, sin mirarla.

—Os lo explicaremos luego, no debería tardar en volver.

—Eso espero, porque Firo tiene que aguantar hasta entonces.

—¿Es muy grave?

El tono de Claire hizo que Ángela se volviera hacia ella. Las últimas gotas de veneno acudieron a su llamado y murieron entre el fuego de sus dedos. Firo parecía haberse calmado, cerrando los ojos incluso. Curiosamente, Claire advirtió que las escamas de sus mejillas eran muy tenues, y que apenas tenía ya por el cuello y dorso de las manos.

Ángela aceptó las vendas de Grey y usó su ayuda para incorporar a Firo. 

—Ya no está en peligro, pero mi magia solo puede eliminar el veneno. Curar sus daños es algo que corresponde a Blake, y preferiría que estuviera aquí cuanto antes.

Cuando fue a bajarle la camisa, los tres vieron como Firo se revolvía. Ángela le dejó un momento antes de disculparse:

—Perdona, pero tengo que quitarte esto para vendarte bien —Firo no contestó y Ángela torció el gesto—. Sé que hace frío pero lo primero es parar la hemorragia. En terminar encenderé un fuego, ¿de acuerdo?

Firo no le devolvió la mirada. Asintió débilmente y la urgencia impidió que Ángela analizara sus dudas. Grey extendió la venda y Ángela se situó a su espalda antes de bajarle la camisa. No recogió la venda que le pasaba su compañero.

—No es posible. Tú… Tú no eres…

Miró a Claire y el aturdimiento de Ángela la golpeó como una bofetada. Sin recuperarse del todo, gateó hasta su amiga, su serio deber enterrado bajo el desconcierto. Se acercó a la espalda de un herido, quien miraba al suelo como culpable de sus secretos. Hacia Grey, quien se asomó junto a ella para descubrir aquellas líneas negras ensuciando la piel blanca.

Bajando de cada omóplato. En un idioma que desconocía.



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miércoles, 2 de abril de 2025

Tablón: Update Marzo-Abril 2025


 ¿Qué he hecho en Marzo?

Respuesta corta: poco

Respuesta larga: 

Como podéis ver estoy desquiciado


1. Qué he estado haciendo

A ver, realmente he estado haciendo cosas. Pasé 3/4 de Marzo escribiendo un relato para la última antología de Akane editorial, así que lo que es practicar mi escritura lo he hecho. Es más, me quedé bastante satisfecho con el resultado. 

La cosa es que:

Lo gracioso de tener un pelo y gafas reconocibles es que puedo hacer muchos memes pochos fácilmente


He tenido unas semanas de bajona tras el subidón del relato corto y solo hace tres días que he podido ponerme de nuevo con mis proyectos. He vuelto con la re-escritura de la Profecía con un capítulo difícil pero que me parece interesante para seguir (Capítulo 3 parte 2). 

Para los días donde la potencia mental no me dé para re-escribir, estaré haciendo lore (sigo pensando qué es lo siguiente que publicar) y también tengo pendiente seguir la corrección de la Parte 2 para su publicación. 

Ya me he propuesto la publicación del capítulo 5 parte 2 para este mes (solo queda revisarlo), así que aprovecharé para revisar también el 6.



2, Últimas publicaciones

De momento os dejo un repaso de las últimas publicaciones por si queréis echar tiempo.

La Perdición del Entomólogo:
La Profecía del Mal, Segunda Parte:


3. Próximas publicaciones

La Profecía del Mal, Segunda Parte:
Disponible: Miércoles 16/04/25

La Profecía del Mal, Notas de Lore:
Disponible: Miércoles 30/04/25

4. Sigo buscando Betas

Ya lo dije en la anterior actualización, pero sigo buscando LECTORES BETA PARA LOS ESCRITOS CORTOS, es decir, todo lo que no sea la Profecía.
Que en verdad también necesito para la Profecía, pero es mucho texto.
Otra forma de colaborar es darme una colleja en los comentarios si encontráis erratas tontas (ortografía/repeticiones) en los comentarios. Me ayuda mucho jeje.



Poco más, hasta el mes que viene :D






miércoles, 26 de febrero de 2025

La Profecía del Mal, Segunda Parte: Capítulo 4

Control


Lo primero que hizo Claire fue llevar la mano a la espada. Sus dedos rozaron la empuñadura y su vista saltó de árbol en árbol, buscando a los enemigos que los acechaban. Estaban en un buen claro, tenían una buena visión de sus alrededores a pesar de la bruma.

Había entrado en guardia, pero no compartió su preparación con el resto. Y Blake sí lo hizo:

—¡CORRED, VAMOS!

El grupo echó a correr, como si se asustaran más por la súbita orden que el inminente combate. Desorientada, Claire quedó en la retaguardia y optó por mantenerse allí, confiando en proteger a sus compañeros de cualquier ataque por detrás. Las ramas azotaban sus rostros y arañaban su piel, la premura ignorando el cansancio acumulado por el viaje. El candil de Grey tintineaba en sus manos y el cetro de Ángela era un faro entre hojas y cabezas. Marcaba su posición, pero solo para sus amigos, pues sabían que los shirizas eran ciegos a su luz.

Sin embargo, las luces de poco servían entre follaje y niebla. Teniendo que correr a ciegas la mayor parte del tiempo, Claire se guiaba más por los jadeos y pasos de sus amigos, el tintineo de mochilas y ropas, y las decenas de siseos que ignoraba si formaban parte de su imaginación o no.

No vio la rama que la hizo tropezar, rodando sobre sí misma. La tierra le robó la imagen de la chaqueta de Grey corriendo delante suya y, cuando volvió a levantar cabeza, solo había bosque ante ella.

La adrenalina le calmó el dolor por la caída. Se levantó rápidamente y reanudó la carrera esperando ver un rastro de luz, las siluetas de sus allegados, pero la niebla los había engullido.

Ralentizó el paso, calló su aliento, esperando escucharlos allá donde su vista no llegaba. En medio del creciente pánico, estuvo a punto de llamarlos a voces cuando un estremecimiento salió a reprenderla:

«Los shirizas no tienen ojos, pero sí oídos. Cierra la boca».

Aunque ni siquiera veía la Sombra a sus pies, decidió obedecer y prepararse para un inminente ataque. Desenvainó su arma y una mueca de dolor le cruzó la cara, obligándola a cambiar a la izquierda. Aunque los Sanadores habían cumplido, un día de descanso no bastaría para curar su muñeca.

Al cambiar de mano fue cuando se acordó de la baliza. Vio los puntos de sus amigos parpadeando en una dirección, cada vez más lejanos, y reanudó la marcha a trote. Un sudor frío le bajaba por la espalda, deseando que el ruido de sus pasos no delatara su avance. Los segundos se hacían minutos y estos le parecían una eternidad. Su mente estaba alerta, casi desligada de aquel cuerpo que avanzaba como un soldado de juguete. Prestando atención a su respiración cansada, a los fuertes latidos de su corazón y a cualquier ruido que quebrara aquel tenso compás.

Cuando la armonía se rompió a sus espaldas, deseó encontrarse con una cara conocida.

No tuvo esa suerte. La Sombra exigió y Claire lanzó una estocada directa al corazón del enajenado. Sin tiempo para pensar, solo obedeció al girarse y asestar un corte horizontal al siguiente, rematándolo con agujas de hielo.

Y así, comenzó a luchar, obligándose a ignorar su dolor y centrándose en salir viva de aquel lugar. Sus movimientos eran tan rápidos que ninguno de sus enemigos lograba tocarla antes de morir a sus manos. El tercer shiriza cayó ante ella, ahogándose en su propia sangre por el tajo que recibió en el cuello. Sin tiempo para terminar con su sufrimiento, Claire se volvió para matar al cuarto de otra punzada limpia, esquivando la espada que dirigía hacia ella. Con la mirada perdida de un autómata, Claire hundió su arma en el pecho del rival antes de empujarlo al suelo y apuntar al cuello del siguiente enemigo…

Que resultó ser Blake.

Este se quedó inmóvil, mirando sorprendido el arma que lo apuntaba, antes de deslizar sus pupilas hacia ella. Claire, con sus ropas cubiertas de sangre y respirando con fuerza, mantenía firme su posición. El silencio de la Sombra era distinto al de otras veces. Tenso, como invitándola a recordar aquel duelo donde exigió la muerte de su amigo. Su brazo comenzó a temblar, la reminiscencia trajo culpa y, al final, fue un tercero quien apartó el acero.

Ajeno a las implicaciones de aquella escena, Firo miró a Claire y le pidió silencio con un gesto. Ella asintió y finalmente guardó su espada, sin importarle la sangre que goteaba por la hoja. Mientras, Firo se colocó entre Blake y ella, posando las manos en los hombros de sus compañeros. Bajó la cabeza, susurró unas palabras que escaparon a la comprensión de sus aliados, y se movieron sin dar un paso.

Cuando sus pies volvieron a tocar el suelo, Ángela y Grey estaban frente a ellos.

Las piernas le fallaron y Claire se desplomó. Blake la siguió poco después y Ángela se arrodilló junto a ambos.  

—¿Eso ha sido un portal? —preguntó Claire, la cabeza todavía dándole vueltas.

—Solo un teletransporte rápido —contestó Blake en lugar de Firo. Miró a este último y seguía de pie, inmutable—. Deberías habernos avisado. No estamos acostumbrados a ellos.

—Lo siento —se disculpó Firo, tendiéndole una mano para levantarse. Ángela y Grey ayudaron a Claire—. Pero era lo más rápido para reunirnos.

Una vez en pie, la mano de Claire volvió a deslizarse hacia su espada. Intranquila, vigilando sus alrededores con el vello de la nuca erizado y sangre ajena enfriándose en su ropa. Ángela le frotó el hombro.

—Lo siento —decía, intentando calmarla—. Había mucha niebla y, cuando quisimos darnos cuenta, ya no estabas con nosotros. Blake y Firo retrocedieron para buscarte, pero Grey y yo quedamos rezagados también y…

Un ruido llamó su atención y Claire se giró de un respingo. Los arbustos tras ella estaban quietos, no como su mente. La paranoia bailaba con sus instintos y Ángela le apretó el hombro antes de girarse hacia Firo.

—¿Puedes volver a movernos? Teletranspórtanos a Máline, o al hospital de nuevo. Donde sea, lejos de aquí.

Firo chasqueó la lengua.

—No puedo hacer un teletransporte a tanta distancia y menos con tanta gente. Necesitaría abrir un portal…

—Entonces hazlo —declaró Claire y Firo titubeó en respuesta—. Tienes nuestro méner y estamos en un espacio abierto. Tienes las condiciones…

—No sé si tendremos tiempo —negó él, inexpresivo. Sus iris bailaron de un lado a otro.

—¿Por qué no? En las celdas dijiste ser capaz de crear uno en cuestión de minutos.

—¡En las celdas tenía las runas preparadas! —exclamó—. Al igual que en la sala donde huimos… —volvió a mirar a sus alrededores, su nerviosismo un reflejo del de la propia Claire—. Necesitaría tiempo. Bastante más.

—¿Cuánto? —inquirió Grey—. Porque igual nos renta avanzar con teletransportes cortos para despistar.

—Ni en broma, acabaríamos fatal —saltó Blake—. Yo echaría hasta la primera papilla.

—Y también me cansaría más que hacer un único portal —añadió Firo.

—¡Un momento! —intervino Ángela—. ¡¿Y por qué no dijiste de llegar en portal hasta Máline antes?!

—¡Basta!

El grupo entero enmudeció ante el bramido de Claire. Ella mantuvo el semblante, con tanta concentración como le permitía la angustia del tiempo perdido y el zumbido de la Sombra en su nuca, pidiendo tomar una decisión. La presión le impidió sentirse culpable por el grito.

—No hay tiempo para esto. Ángela, Firo no puede llevarnos a sitios que no conoce a no ser que alguien le indique. Si te damos destino podrás, ¿no?

Firo levantó la mirada y asintió levemente. Una gota de sudor le cruzó la cara, testigo del estado que el joven intentaba esconder, revelando sus motivos para no plantear aquella solución desde el principio.

Aunque hubiera recuperado color, boca y nombre, el mago parecía más débil que cuando vivía en las celdas. Si ya de niño tenía un cuerpo esbelto, de mayor parecía como si se hubiera estirado únicamente a partir de su masa de joven, con la piel pálida y una fragilidad que hacía difícil creer que hubiera aguantado aquel día y medio de caminata.

Su respiración agitada era otro indicativo de ello.

—La cuestión —continuó Claire, sin desviar la mirada de él— es si tendrás suficiente fuerza para crearlo.

Firo abrió la boca cuando los shirizas emergieron de sus alrededores. En un instante, cuatro rostros escamados fijaban sus inertes miradas en el grupo. Blake, Ángela y Grey se volvieron hacia ellos, pero Claire mantuvo la vista en Firo. Miraba a sus enemigos, con tanta determinación como intención de ayudar.

—¡No! —le negó ella, rápidamente—. ¡El portal! ¡Céntrate en ello!

Y se giró sabiendo que aceptaba sus órdenes. Desenvainó y dedicó un gesto a Blake, quien hizo lo mismo. Un destello de sonrisa, un “todo va a salir bien” que transmitió sin necesidad de voz y que llegó hasta Ángela, a su otro lado.

Entonces Claire enfrió su muñeca, movió su hoja y dio inicio al combate.

Cortó el brazo que sostenía el arma del enajenado ante ella, rematándolo con una rápida estocada y con ambas manos en la empuñadura, para reforzar la muñeca mala. A su lado, Blake asestó un golpe devastador con su espadón al siguiente shiriza. El olor de sangre y sudor quedó sometido al hedor de la carne ardiente, las llamas conteniendo unos cuerpos que insistían en avanzar ignorando todo dolor. Grey lograba dispersarlos de vez en cuando con oleadas de viento, dando tiempo a que el fuego se cobrara sus víctimas y que las espadas encontraran un lugar donde acabar con ellos.

Ante todo, la cacofonía de sonidos se imponía entre ellos. Los disparos de Grey y los gritos de sus amigos, los siseos enemigos y el dictado de su Sombra, a veces calmado, otras más exigente.

«Dame el control».

Y, de fondo, el murmullo de las recitaciones de Firo amparadas por los esfuerzos de cuatro Elegides. Una retahíla de términos en un tono monocorde el cual, dadas las circunstancias, era increíble que pudiera mantener durante tanto tiempo. Ni siquiera calló cuando el filo de Claire rozó su cara, clavándose en el hombro del ser que pretendía atacarle por la espalda.

El mago le mantuvo la mirada. Parpadeó con un “gracias” mientras sus labios seguían recitando automáticamente como ajenos a sus emociones. Claire reprendió a Grey y este se disculpó volándole la cabeza al shiriza que dejó pasar en su descuido.

«Dame el control, ¿no ves que casi lo matan?»

Tomó aire, dejando que las exigencias de la Sombra se difuminaran entre sus pensamientos. Vio a Blake alzar su arma con ambas manos y dejarla caer con todo su peso en la cabeza de otro shiriza. Se preguntó si sería la primera vez que mataba a alguien, o si lo habría experimentado ya en la batalla del Consejo. Sea como fuere, la supervivencia se antepuso a la culpa, teniendo que volverse para detener la embestida de un segundo enajenado. Claire ralentizó su avance con hielo y Blake pudo eliminarlo, sin tiempo de piedad.

Los remordimientos de Ángela, expresados en confidencia con sus amigos, tampoco brotaron mientras jadeaba entre llamas y sangre. Los cuerpos ardientes desaparecían antes de que sus vidas se volatilizaran, tal vez para evitar que el calor dañara sus talismanes. No quedaba ni sangre de ellos, por lo que el rojo de Ángela procedía de sus propias heridas. Compartía su flanco con Grey y, aunque sus corrientes de viento apartaban a los enemigos, no lograban la protección del resto. El tirador se exponía dejando que las espadas lo atravesaran para rematar a quemarropa, pero guardándose de la magia de su compañera. Los shirizas aprovechaban aquella separación para centrarse en la muchacha y, a pesar de que les Elegides reaccionaban rápido, algún filo llegaba a arañarla.

Claire veía los errores de sus compañeros y la Sombra asintió con medida desaprobación. Ambas sabían que no durarían mucho más así.

«Dame el control —le repitió una última vez—. Ves la incompetencia que te rodea, fruto del pánico y la inexperiencia. Yo no tengo de eso, ya te lo he demostrado. Si queréis salir con vida no bastará con que obedezcas».

«Deberás hacerme tu voluntad. Dame el control de tu ser… ¿o prefieres que tu incompetencia mate a tus amigos?»

El ruido a su alrededor, los ataques frenéticos y la exigencia de su interior terminaron sobrepasándola. Su voluntad quedó sorda ante el estruendo y Claire aceptó por tal de callar una parte de aquel infierno. La Sombra sonrió en su interior y tomó sus venas, huesos y nervios como si se trataran de hilos y piezas. La movió a su voluntad y Claire se dejó llevar por sus órdenes, ahora más naturales, más cercanas, que extendió a sus compañeros.

—¡Blake! ¡Cámbiame el sitio, necesito que ayudes a Ángela! —gritó su voz, movida por la Sombra.

Blake bloqueó un ataque antes de responder:

—¡De acuerdo! ¡Cúbreme un momento!

Claire cubrió de hielo a su rival y el mestizo pudo intercambiar posiciones. Ángela le dedicó un gesto de agradecimiento mientras le depositaba una mano en el hombro, la Sanación fluyendo. Grey los cubrió desde un lado, pero Claire tenía otros planes.

—¡Grey, te necesito arriba, echa a volar! ¡Así no tienes que esquivar a Ángela!

—¡Será un placer!

—Y el resto, centraos en rodear a Firo.

Con Ángela cubierta con Grey desde las alturas, pudo canalizar las llamas con mayor soltura. A distancia, hacía buen equipo con el tirador, sus ráfagas impulsando el fuego y creando un muro que pocos shirizas atravesaban. Los pocos que llegaban acudían devorados por el calor, sus músculos dañados de tal forma que Claire y Blake podían despacharlos con facilidad.

Tal vez por eso se confiaron. No esperaban que aparecieran dos enemigos más de la nada, mientras sus compañeros magos contenían el ardiente muro. Los espadachines estaban en duelo a uno contra dos de los shirizas cuando los dos nuevos llegaron y se lanzaron directamente hacia Blake.

Este, sorprendido por la aparición, apenas tuvo tiempo de bloquear los dos ataques en vertical con su espadón en horizontal, levantándolo sobre su cabeza. Tuvo que arrodillarse incluso para el golpe, dejando una apertura en su pecho.

Claire gritó su nombre y la espada del tercer shiriza reclamó el corazón de su amigo.

Ángela se volvió, Grey sorbió sangre por la nariz y los duelistas vieron cómo los tres shirizas eran detenidos. Por un momento, Claire pensó en agradecer a su Sombra. Creyó que el tiempo se había detenido una vez más, pero el color seguía en fuego y hierba.

Los cuerpos de todos los enajenados a su alrededor estaban rodeados por cientos de hilos negros. Atravesaban y emergían de su piel escamada, dejándolos vivir con respiración encogida, retorciéndolos hasta que soltaron las armas.

La voz de Firo volvió a escucharse tras ellos y las espinas desaparecieron acompañadas de un gesto de sus manos. Sus víctimas se desplomaron, agonizando unos segundos antes de desaparecer. Todavía respiraban a pesar del brutal ataque.

Grey dijo algo y Ángela levantó el muro de fuego. Claire no escuchó su conversación pues sus ojos se volvieron hacia Firo, como si así pudiera encontrar la voz que marcó el ritmo de batalla.

Pero aquella última recitación había puesto el punto final a sus versos. Las espinas, aquellas que ya empleó una vez contra Kasshere en su huida, se habían cobrado su concentración. Desolado, el joven miró sus manos como si la culpa residiera en ellas y no en el shiriza, en la propia Claire… No, su Sombra, que recogía el castigo:

«Debería haberle cubierto mejor».

El control se rompió y Claire tomó una bocanada de aire al notar el regreso de su propia voluntad. Blake, tras echar un vistazo a su alrededor, se centró en Firo y apartó sus manos temblorosas para cogerlo de los hombros.

—Está bien, está bien. Me has salvado. Gracias.

—No, no lo he hecho —negó, evitando mirar a Blake—. Solo te he salvado para luego condenarnos.

Con el portal quebrado antes de nacer, no tenían escapatoria. Las hordas volvieron, esta vez manteniendo la distancia. Sus pasos sincronizados permitían un silencio sepulcral entre avances, formando filas alrededor de les Elegides y el mago que fue prisionero.

Intentaron retroceder, pero sus atacantes les esperaban a sus espaldas. Algunos se acercaron e hicieron desaparecer los restos calcinados de quienes fueron camaradas, sus talismanes probablemente inservibles tras el fuego. Claire entendió que así hicieron con las víctimas de Ángela en el lago.

Esta pretendió atacar, pero Grey le puso una mano en el hombro. Era una locura luchar contra tantos, ambos lo sabían, y el tirador no era el único que había empezado a sangrar por la nariz por el esfuerzo. Tal vez las manchas en la ropa de Ángela no fueran solo por heridas.

Aun así, Claire intentaba buscar una salida, una que la Sombra había dejado atrás en condenatorio silencio. ¿Podría Grey elevarlos a todos o desfallecería por el esfuerzo? ¿Podría Firo crear un teletransporte rápido, algo que les diera un tiempo para escapar?

Pero los segundos pasaban, el sudor, la sangre y el cansancio hacían estragos en sus compañeros y su Sombra permanecía callada. Tal vez incluso ella estaba demasiado cansada para detenerlo todo.

Entonces los shirizas se desplazaron. Abrieron un camino en su centro y por ella cruzó una armadura verde. El metal tintineaba con cada uno de sus pasos, en el choque de la espada enfundada contra las grebas. Armada y con la visera del yelmo, a primera vista alguien podría pensar que iba a luchar, pero la capa a sus hombros, el bonito decorado de las placas y los rizos dorados escapando bajo el casco denotaban que era una vestimenta de estatus y no de batalla.

—La Reina… —murmuró Claire, y se giró para ver a Firo.

El cansancio nublaba su expresión, aún jadeaba por el esfuerzo de las recitaciones y, sin embargo, no sangraba como sus otros compañeros magos. El suyo era un agotamiento diferente que por fin había hecho mella en la máscara que guardaba sus emociones. Apretó los puños temblorosos y por ellos se escapó la furia… y el miedo.

La Reina se detuvo a un metro de Blake y la propia Claire. Firo quedó entre ellos, rezagado por unos pasos como sus otros compañeros.

—Te dije que volveríamos a vernos pronto, Delayer —le dijo, con la visera apuntándolo—. Tu condena no ha terminado y tu valor reclama tu regreso. Acompáñame, sabiendo que tu resistencia costará la vida de tus aliados.

Claire tragó saliva. La voz de la Reina no tembló ni un momento. Su sentencia no era una propuesta ni una orden, su amenaza residía en sus palabras y se ausentaba en el tono. Kasshere Zasjara habló constatando un hecho: que quien fue el Sin Nombre volvería a su celda y no había forma de evitar tal destino.

Y Claire no podía aceptarlo. Ni siquiera se atrevió a mirar al reclamado, pues se negaba a que aquella fuera la última vez que lo viera. Por fin había dado con la razón de sus sueños, con una conexión con su pasado y el presente. Un suspiro entre la calamidad que se anunciaba con la Marca en su piel.

No iba a permitirlo. Claire dio un paso al frente, su postura reflejando la solemnidad de la Reina como si así ella también pudiera evitar la sentencia, eludir al destino que la Monarca anunciaba. De todas formas, su viaje ya tenía un objetivo similar.

—No permitiré que te lo lleves. No volverá a vivir solo en una celda, ¡nunca más!

Desenvainó y sintió cómo la Sombra en su interior sonreía, haciendo eco de sus propias palabras. Blake avanzó a su lado y también Ángela se deslizó junto a ella, con Grey algo más rezagado. Reconfortada, solo la mención de su nombre rompió su ilusión. Firo la miraba con su lamento cargado en aquel susurro.

Una carcajada reclamó la atención del grupo, un eco metálico que escapó por el yelmo y se liberó cuando la Reina bajó la boquilla.

—Conocía a Claire, pero parece que has hecho más amigos en el poco tiempo que llevas fuera —bajo la sombra del yelmo, sus dientes brillaron afilados—. Me veo en el deber de halagar tu buen gusto, pues el Consejo también los tiene en alta estima.

Un escalofrío subió por la espalda de Claire. La Marca le picó sin motivo físico y, cuando la Reina fijó la vista en ella, sintió como si pudiera ver sus letras a través de la ropa.

—No te preocupes, lo de la celda es algo provisional. Me he dado cuenta de que tiene aptitudes para algo más.

—¿Qué quieres decir…? —murmuró Claire, siguiendo su mirada.

Firo estaba pálido como la cera. Kasshere volvió a sonreír al ver su expresión.

—Así que eres capaz de mostrar emociones.

Como también hizo con aquel grito. Claire escuchó un silbido metálico y, antes de darse cuenta, notó el metal en su cuello. Trató de esquivar, de girarse, pero la Reina la agarró de un brazo atrayéndola hacia así. Fue un movimiento rápido, más veloz que el de sus huestes y, en un instante, Claire estaba inmovilizada.

Blake y Ángela hicieron eco del grito de Firo, incluso Grey dio un salto al frente. El mestizo llevó las manos a la empuñadura de su espada deteniéndose solo cuando Kasshere volvió a hablar:

—Usa ese ridículo trozo de metal tuyo y la mataré. Bien sabéis que no os tengo tanto aprecio como el Consejo.

Como afianzando sus palabras, pegó aún más su espada al cuello de Claire, liberando un hilo de sangre. El rojo se derramó por sus branquias, cerradas en una estrecha línea apenas visible. El arma era amenaza más que presa, pues su otra garra la retenía con sobrada fuerza. Blake bajó el arma sin ocultar su frustración y Claire, con la misma expresión, llamó a su magia.

No obstante, el hielo no apareció. Daba igual cuanto esfuerzo pusiera en llamarlo, el contacto con aquella mujer parecía impedir que el méner se convirtiera en magia. Su vista empezó a nublarse por el inútil intento. La Sombra en su interior se revolvió, pero sus palabras no alcanzaron su conciencia. Sus murmullos callaron cuando la Reina giró el rostro de Claire hacia su visera. Sus ojos se reflejaban en el yelmo, incapaces de llegar a los de su captora en un intercambio desigual. La estaba observando, aunque no sintió su presencia en su mente.

—Tal vez me haya apresurado con mi rechazo —pronunció, antes de volverse hacia el grupo, hacia Firo—. Si tú no vienes, me servirá como un buen sujeto de pruebas. Es más, podría sustituirte si llegáramos a tal extremo, aunque ninguno de los dos queremos eso, ¿no?

Con puños temblorosos y uñas clavándose en sus palmas, Firo avanzó entre Ángela y Blake. El temor de sus manos no se reflejó en su voz, firme como su expresión:

—No dejaré que la conviertas en uno de los tuyos.

El corazón de Claire dio un vuelco. Con la Sombra recluida, sin idea alguna para salvarse, su mente recordó a los shirizas bajo la lluvia, sus pasos al unísono y su avance ignorante de dolor. Recordó los ojos verdes del dueño de su espada robada, sus garras escamadas agarrándola antes de soltarla a las aguas oscuras. Aquella mujer quería despojarle de su voluntad y convertirla en uno más de los monstruos que la acompañaban, e intuía que sería buena para ello. ¿Por qué?

¿Por qué a ella? ¿Sabría que ya seguía las órdenes de su Sombra? ¿O había algo más que escapaba de su conocimiento? Algo que quedaba oculto como la mirada de la Reina y los pensamientos de Firo.

—Entonces ya sabes lo que debes hacer —continuó la Soberana—. Esta chica no es nada comparada con lo que ayudarías a mi causa. Te prefiero a ti, y será mejor para todos si te entregas voluntariamente.

Firo soltó aire lentamente. Miró a Claire y esta negó con los labios, temiendo ya su respuesta.

—Si voy contigo, ¿qué sucederá con mis compañeros?

—Doy mi palabra como Reina de que no les haré nada.

—No basta. Júralo por la espada que portas en tus manos.

Claire frunció el ceño, confundida. Era una estupidez hacerle prometer nada. ¿Por qué alguien que había arrebatado cientos de vidas cumpliría ahora su palabra? Sin embargo, al levantar la mirada hacia su captora vio como su confiada sonrisa había desaparecido. Sus amigos tampoco parecían comprender aquella jugada y, pese a aquella ligera vacilación, Kasshere cedió:

—Lo juro por la Escama del Sol, la sagrada espada que porto en mis manos. Juro que no haré daño a ninguno de tus aliados y los dejaré marchar a cambio de tu entrega voluntaria.

Firo no desvió la mirada de la Reina durante su juramento ni en el pesado silencio que se hizo después. Con su rostro sellado y sereno de nuevo, obligándose a ello de alguna forma que Claire no comprendía todavía, supo que su análisis terminó cuando dio el primer paso. Rompiendo la tensa quietud del encuentro, el liberado caminó para volver a ser preso.

Solo cuando se detuvo frente a ella sintió el agarre de la Reina aflojarse. Su mente exigió hacer algo, agarrar a Firo y salir corriendo, aunque supiera que estaban rodeados. Pero su racionalidad se impuso cuando vio sonreír a Firo con tristeza. Recordó donde estaban, las armas que les apuntaban, todo por aquella mirada que parecía evocar el mantra de Blake:

Todo va a salir bien.

«Debe tener algún plan —pensó Claire, en un intento por excusar sus acciones—. Tal vez vaya a teletransportarse en el último momento como hizo la última vez. Tiene que ser eso».

Una parte de ella se admitió que la Reina no volvería a caer en aquel truco. Levantó la espada de su cuello y pasó a apuntar al de Firo. Aún con las piernas rígidas, Claire logró moverse y regresar junto a sus compañeros. Ángela rodeó su brazo, como temiendo que volviera a marchar, y Grey aguardaba tras ellos. Su sangre difuminaba un aturdimiento que Claire sintió diferente al de sus amigos.

Esta vez, la reina no usó sus garras para apresar a Firo, quien permanecía inmóvil con la espada en el cuello. Sus labios pronunciaron unos versos que invocaron unas gruesas cuerdas oscuras sobre la tierra. Estas reptaron como serpientes, trepando por las piernas de Firo sin que este hiciera nada para apartarse.

Y entonces, Claire lo comprendió. Firo no pensaba escapar, si no cumplir su pacto. Se quedaría atrás como hizo al salvar a Carine, como Kasshere pensaba que haría con Claire en la fortaleza, pues al parecer ya se sacrificó por ella en un tiempo anterior a su memoria.

Un patrón de comportamiento que la Reina conocía, aprovechándolo al jugar con las vidas de sus amigos… O, al menos, ese era el trato.

Las mismas cuerdas que trepaban por el cuerpo de Firo se dividieron como zarzas, lanzándose hacia el resto del grupo. Ángela la soltó y retrocedió con un grito, pero Blake y Claire no tuvieron tanta suerte y sus pies quedaron atrapados, haciéndoles tropezar.

Los shirizas que les rodeaban se acercaron y escucharon una segunda caída a sus espaldas. Claire movió la mano hacia su espada y una cuerda aprovechó el gesto para retenerla, pegándola a su cuerpo. Una segunda masa negra cubrió su empuñadura y la de Blake, terminando de derribar al muchacho.

Incapaz de girarse, Claire vio como Firo forcejeaba con su propia presa, más avanzada que la de sus compañeros.

—¡Me prometiste que no los capturarías! —le gritó a la Reina, con tanto asombro como odio en su voz—. ¡Diste tu palabra sobre…!

Una venda negra tapó su boca. Se revolvió, sorprendido por cuanto habían crecido sus ataduras en tan poco tiempo, pero solo logró caer de rodillas.

Con la gracia de la victoria, la Soberana se arrodilló frente a él y levantó su cabeza tirando del flequillo escarlata, obligándole a mirar sus ojos cubiertos por el yelmo.

—Las palabras son solo palabras, no tienen valor en el mundo real —soltó el mechón y lo apartó de los ojos de Firo. El odio había consumido la incredulidad y no tenía razón para ocultarla—. Qué ojos tan hermosos, realmente te sienta bien ese color, ¿no crees?

Una segunda venda terminó de cubrir su rostro y Firo cayó al suelo. Las ataduras lo arrastraron hacia el bosque, con la Reina y su séquito siguiéndoles en sincronizada marcha.

Los shirizas les abandonaban y Claire notaba que las cuerdas que la apresaban querían arrastrarla con ellos, tirando de su cuerpo a medio ocultar. Escuchó un segundo grito tras ella, ahogado a duras penas, y se estremeció al reconocer la voz de Ángela.

—Ya está, ya está. No hagas ruido.

Forcejeó para volverse hacia la voz de Grey, pero no hizo falta porque sus compañeros aparecieron ante su campo de visión, con Ángela aferrada al tirador y los dos flotando un par de centímetros sobre el suelo. Las cuerdas hicieron amago de lanzarse hacia ellos, rozando sus siluetas como si de viento se tratara.

Ángela ahogó otro grito y Grey contuvo una mueca.

—Aunque no sean méner puro, están cargadísimas de magia —logró decir, aún dolorido—. Duele muchísimo. No voy a poder liberaros sin mataros en el proceso.

Claire procesó aquellas palabras.

—Entonces marchad vosotros —se adelantó Blake, casi consumido ya.

—No, ¡no lo haremos! —exclamó Ángela, con la voz rota. Las lágrimas chispearon en sus ojos y el fuego en sus dedos—. No voy a dejar que os capturen, ¡si vosotros caéis, yo también!

Grey le tomó del brazo con suavidad, bajando el fuego que se formaba en su piel. Sorbió sangre por la nariz antes de decir.

—Con todo mi cariño, Angi, pero el fuego no nos sacará de esta. A no ser que quieras recuperar a tus amigos calcinados.

Ángela tragó saliva y las lágrimas afloraron, sabiendo bien que no tenía forma de hacer nada. Las zarzas tiraron y Blake empezó a moverse hacia el bosque. Claire notaba el tirón de seguirle… Y el rumor de unos pasos que volvían.

Claire vio a los shirizas regresar y gritó una última petición:

—¡Ángela! ¡Vete con Grey, por favor! Poneos a salvo y llamad al Consejo, solo así podrás salvarnos —su amiga se giró hacia los shirizas y Grey aprovechó para arrastrarla consigo—. ¡Por favor! ¡Te prometo que volveremos a vernos!

Los shirizas aceleraron y Ángela le dedicó una última mirada vidriosa mientras se aferraba a Grey. El chico miró a Claire a los ojos.

Aquel arrepentimiento acerado se clavó en sus pupilas, tan sincero que resultaba doloroso, tan fugaz que creyó haberlo imaginado. Un instante después, Grey miró al frente y aceleró en el aire como un cometa, atravesando árboles con Ángela pegada a él.

Los shirizas marcharon tras ellos ignorando a los dos jóvenes que ya fueron capturados. Sus siluetas fueron lo último que Claire vio, pero en su retina permaneció aquel lamento plateado.



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