sábado, 14 de septiembre de 2024

Tablón: Update Primera Semana Septiembre 24

 ¿Qué he hecho este verano?

Y lo que viene siendo las primeras semanas de septiembre 


1. ¿Qué es esta entrada?

Buenas tardes, inauguro con esta primera entrada una serie de actualizaciones periódicas que iré publicando en la página del Tablón de Anuncios, con el objetivo de ir contando en qué he estado trabajando en temas de escritura.

Así tengo una excusa para ponerme a trabajar más porque me dará vergüenza venir la semana que viene y decir "lo siento profe, no lo hice".

Dejaré las updates que vaya publicando en la página mencionada antes con un pequeño resumen para que tengáis el historial de cambios a mano.

Dicho esto, antes de empezar con lo que he estado haciendo, hablemos de una cosa:

2. Dudas sobre contacto

Hace unas semanas recibí feedback sobre mis escritos (específicamente sobre la saga de La Profecía del Mal) y hay dudas sobre cómo contactarme cuando encontráis alguna errata o duda y tal.

Blogger tiene una opción de comentarios, se puede usar relativamente fácil con vuestra cuenta de gmail. Cuando recibo alguno se me notifica al correo así que debería poder leerlos rápidamente.




Si no, he actualizado mis redes sociales en el apartado Sobre mí, pero las dejo por aquí:

Twitter: @espectralita13
Mastodon: @espectralita@paquita.masto.host
Bluesky: @espectralita.bsky.social

Podéis contactarme por Mensaje Privado o comentando alguna de mis publicaciones si no hay forma.

3. Ahora sí, ¿qué he estado haciendo?

Imagen mía trabajando sin descanso (sugerencia de presentación)



Este verano he podido darle más a la escritura que en los últimos meses. Ahora mismo, estoy avanzando con la Reescritura de la Segunda Parte de la Profecía del Mal. Si la lleváis al día, sabréis que publiqué el primer capítulo de esta nueva parte hace unos meses y me alegra anunciar que he reescrito hasta el sexto capítulo ya, que es casi la mitad de la parte.
Los siguientes pasos al respecto son corregir, ajustar y programar las publicaciones.

SIN EMBARGO

HE RECIBIDO MUCHO FEEDBACK DE CONOCIDOS CON RESPECTO A LA PRIMERA PARTE, así que he podido encontrar bastantes fallos y problemas que he estado arreglando con mucha paciencia, cariño y lecturas de gente cercana. El feedback es muy importante y probablemente sea mi mayor problema escribiendo: si nadie te lee, vas a ciegas al publicar. Da igual lo bueno que seas escribiendo, siendo humano siempre se te puede escapar algún fallo o ortográfico o tal vez aquello que plasmabas en el papel carecía de sentido a los ojos de los demás. 

Este ha sido mi caso, así que he realizado una reescritura del Capítulo 8 Parte uno de la Profecía del Mal. Hasta he añadido cuatro páginas extras. También hay cambios ligeros en otros capítulos. Dejo el listado en el siguiente apartado para evitar spoilers.

Las próximas semanas seguiré con la reescritura del capítulo siete y, con suerte, podré empezar a corregir los siguientes capítulos de la segunda parte. Respecto al resto de mis colecciones de escritos... Tengo ideas para Murmullo Abisal y La Perdición del Entomólogo, pero prefiero centrarme en esta mitad de año en la Profecía. 

La Saga de la Noche Pálida está en parón y será una saga lenta. Lo siento :(

Eso es todo de momento. Os dejo la lista de cambios con avisos de spoiler. Un saludo!

4. Lista de Cambios (La Profecía del Mal)

A no ser que lo indique, no hay que releer nada. Faltaría más.
Hablo de los ajustes por orden de los capítulos para evitar spoilers. Leed estas notas solo hasta el capítulo que hayáis alcanzado.

1. Pequeño ajuste en el Capítulo 5

    Ya no explico lo que son los Profetas, lo reservo para el capítulo 9. 

    Pequeños arreglos de escritura.

2. Gran Ajuste del Capítulo 8

  
    Prácticamente he reescrito el capítulo. He cambiado el tono para dar la seriedad que necesitaba y que no puse en una reunión tan importante. He añadido pequeñas piezas para comprender el problema de los licántropos (una Plaga Mágica, es decir, una enfermedad) y me he asegurado de que el tema de los shirizas se entiende mejor. 
Así mismo, como introduzco tantos personajes nuevos, he tenido cuidado para que se vaya viendo quién habla en cada momento y podáis ver chispas de sus personalidades aunque sea. Los diálogos siguen manteniendo el contenido que ya visteis en su momento, pero la forma es distinta para que sea más fácil de seguir.

También he explicado que lo que sufren los shirizas técnicamente no es una maldición si no un embrujo enajenante. Es decir, una recitación realizada por brujos (embrujo) aplicada sobre Entes Vivos (enajenación). Más adelante explicaré bien los términos mágicos que voy soltando en la historia, un poquito de paciencia ;D

Por último he añadido cuatro páginas más al capítulo porque hacen una votación sobre qué hacer con les Elegides: Si dejarles marchar y comenzar la Búsqueda o mantenerlos en la Sede para beneficio del Bando. Al ser algo nuevo sí que deberíais leerlo para tener más contexto de todo esto, así que repasad el final del capítulo. 

De hecho, al ser un capítulo con bastante información, si queréis releerlo entero lo recomiendo, pero con proceder a partir de la intervención de Sirenya pidiendo una votación debería ser suficiente. Lamento las molestias.

3. Arreglo en el Capítulo 9

    Aclaración de que hay nobles que apoyan al Consejo económicamente, aunque no se vea con buenos ojos por la rama más tradicional de la nobleza.

    Pequeños ajustes de texto.

3. Arreglos en el Capítulo 10

   Modificaciones sobre el embrujo que sufren los shirizas (lo que comenté sobre la modificación del cap.8)
    Armiro huye del baile por una "razón importante". Esto es una mickeyherramienta que usaré más tarde ;)

—Me temo que Ledzan, un colega nuestro, lo vio huyendo hace poco. En solitario —contestó Merody. Sheziss la acompañó negando con exagerada desaprobación—. Decía tener que atender un asunto de urgencia, sin embargo, ¿qué es más importante que conocer a su primera pareja de baile? El pobre aún no sabe lo torpe que es mi hermano y pienso estar allí cuando lo descubra.

—¿Vamos a buscarlo? —le preguntó Sheziss y su prometida—. Hasta luego, disfrutad de la fiesta en nuestra ausencia.




jueves, 1 de agosto de 2024

La Profecía del Mal, Segunda Parte: Capítulo 1

 Regreso


Aquella concurrida habitación de hospital se sumió en el silencio, el estupor como la única reacción posible ante la presentación del recién llegado. Sus palabras invocaron las miradas del grupo como si de un hechizo se tratara. Abrumado, retrocedió tras la súbita atención.

El movimiento pareció despertar el habla en Blake.

—Eres… ¿Su hermano? —logró preguntar. Sus ojos juzgaban al chico no con dureza, si no en un intento de comprenderlo. El desconocido asintió lentamente.

—Así recuerdo, así creo.

—Claire —interrumpió Ángela, avanzando hasta sus compañeros—, ¿qué significa esto?

La pregunta la golpeó sin estar preparada. Apenas había escuchado las siguientes palabras del desconocido o las dudas de Blake. En su cabeza, solo quedaba sitio para la confusión y una emoción más.

Era el terror.

Un miedo primitivo, feral incluso, que helaba su sangre y se unía al desconcierto para paralizar su habla y piernas. Que ensordecía sus oídos y ataba su lengua negándole una respuesta. Logró mover la cabeza en busca de ayuda, enfocar sus ojos para encontrar una reacción similar a la suya. Pero no había temor en las miradas de sus amigos, quietos esperando su respuesta. Tuvo que girarse más a la derecha hasta hallar empatía en los grises iris de Grey. En sus pupilas dilatadas, fijas en la fuente de su compartida inquietud.

Aquel que decía llamarse Firo aguardaba en silencio. El antinatural amarillo de sus iris opacaba la incomodidad de su pose, con sus brazos tímidamente escondidos y la indefensa fragilidad que se adivinaba tras sus ropas holgadas. Tanto daba, pues Claire solo atendía al hermético sello de su mirada, de sus emociones e intenciones, y al aborrecible color que la teñía.

¿Por qué sentía la necesidad de huir? Una vez, Blake le contó que algunas bayas y animales tenían colores llamativos para advertir a sus depredadores, pero Claire jamás temió a los amarillos ojos de un gato.

¿Y por qué sus amigos no reaccionaban a ello? Solo Grey compartía su instinto, pero este huyó de ella cuando buscó la confirmación en su semblante. No pasó por alto, sin embargo, que tragó saliva al esquivarla.

«Recuerda tu promesa. Sigue siendo él».

La voz de su Sombra llamó a la racionalidad y esta despejó las nubes de su asustado instinto. Volvió a mirar al desconocido y buscó en él al niño, a Firo. En su mente, tiñó de gris sus rasgos y de oscuro sus ojos, encontrando así una versión mayor del que fue su compañero onírico tantos años. Aunque más alto, su postura era la misma, incluso veía vendas nuevas en sus delgados brazos. Su voz, ahora más adulta, tenía un ligero eco del niño que fue.

Era él. Era Firo, con su expresión y mirada tranquilas, con la sombra de la melancolía tras ellas. En su forma de mirar con calma, pero inteligencia, aquella que usó para explicarle conceptos de magia. Por fin, Claire aceptó las palabras de su Sombra y tomó el relevo de Firo para explicar su historia:

—Como Blake os habrá contado, anoche un grupo de shirizas enajenados atacó a los invitados con los que escapamos. Aunque conseguimos defenderles, uno de ellos nos pilló desprevenidos. Incapacitó a Blake y logró llevarme consigo —se giró hacia Ángela, descubriendo la tensión en su rostro—. Era el mismo shiriza que dirigió el ataque del lago, el de pelo negro y ojos verdes.

—Me acuerdo de él —asintió ella, con un hilo de voz.

—Desperté en una celda y, por suerte, logré escapar con magia… —su amiga frunció el ceño y Claire parpadeó—. ¡Ah! Claro, tú no la has visto.

Levantó la mano derecha y extendió la palma, concentrando su voluntad y dándole forma. El calor de la magia se volvió frescor y copos de escarcha flotaron sobre sus dedos.

—Oh, pues sí que es hielo —dijo, y Claire se relajó al ver que la maravilla y curiosidad vencían a su preocupación—. Blake me contó cómo la usaste en el combate.

— Nada mal para la primera vez —comentó Blake.

—¿La primera vez? —repitió Grey

—Bueno, como la espada, no lo sabemos —contestó Blake, encogiéndose de hombros. Después, se volvió hacia Claire—. Le he puesto al corriente de tus circunstancias mientras despertabas, lo siento. Ah, pero él…

—Firo también sabe de mi amnesia —le cortó Claire, cruzando una mirada de comprensión con el recién llegado—. Di con su celda al escapar de la mía y estuvimos un largo rato para hablar de nuestro pasado. Reconocí su voz al instante: Firo es la persona que hablaba con Carine en mis sueños. El Sin Nombre.  

La sorpresa se acrecentó en las caras de sus amigos. Los dos pasaron su atención al pobre Firo, quien no tenía más pared para retroceder. Debía ser extraño recibir tanto caso tras años de aislamiento.

—En ese tiempo, también aprovechamos para urdir un plan de escape que de alguna forma funcionó o no estaríamos aquí —siguió narrando, intentando reclamar los oídos de sus amigos—. Eso incluyó enfrentarme al shiriza del lago (de ahí mis valerosas heridas) y escapar con un portal mientras la mismísima Reina Kasshere nos pisaba los talones. De hecho, incluso me llevé un souvenir: una espada que ahora no veo por ninguna parte y…

—Pero… no lo entiendo —la cortó Ángela—. ¿El de tus sueños no era un niño? ¡Y gris! —alzó ambas manos hacia el muchacho, señalando la melena que caía sobre sus hombros—. ¿¡GRIS!? ¡¿Ese color tan bonito?!

—Gra… gracias —musitó Firo. Había bajado la mirada y desenredaba un mechón con gesto nervioso—. A mí también me sorprendió cuando lo vi.

—A ti y a mí —suspiró Claire—. Cuando salimos de las celdas, aún eras gris y bajito y… Esto significa que te has liberado de la maldición por completo, ¿no?

—¿Al final era una maldición? —se adelantó Blake—. Lo sospechaba por lo que Claire contaba de sus sueños…

—Era un embrujo enajenante curiosamente movido por Elementalismo de sombras, obteniendo así la categoría de “maldición” —explicó Firo—. También era compuesto o encadenado, pues combinaba varias Clases con el objetivo de transformar a sus víctimas y subordinarlas a unas “partículas sombrías”.

»Estas eran a la vez el sustento y los guardianes de los presos: dependíamos de ellas para nutrirnos, pero nos atacaban si poníamos un pie fuera de las celdas. La segunda parte del embrujo se basaba en magia MEVI, usada para sellar nuestra memoria y convertirnos en los cuerpos monocromos y sin boca que os habrá descrito Claire.  

Ángela interrumpió a Firo con una exclamación.

—Perdona, es que yo no tenía tantos detalles como Blake —murmuró ella—. No sabía lo de la boca… ni que había más presos. Tuvo que ser duro.

Firo asintió con delicadeza. Por curiosidad, Claire miró a Grey, pero este bajó la vista a sus propios pies. Aunque Blake decía haberle puesto al corriente, se preguntó hasta cuánto había profundizado en un tema tan personal como sus sueños.

—Me alegro que hayas podido salir de esa situación —intervino Blake, aunque su rostro no acompañaba la dicha de sus palabras, empañadas de preocupada seriedad—. Sin embargo, por lo que cuentas eso ha conllevado una Metamorfosis muy agresiva. Deberías guardar reposo. Sentarte ahora, ¡aunque sea!

—¡Cierto! —compartió Ángela, acercándole una silla—. ¿El hospital sabe de esto?

—No comentaron nada. Supongo que cambiaría entre mi inconsciencia y nuestro encuentro —distraído, bajó la vista hacia sus manos y las abrió un par de veces—. Supongo que ahora aparento mi edad real.

Blake y Ángela escucharon con la mirada puesta en la silla y Firo terminó sentándose.

—Agradezco vuestra atención, mas insisto: no estoy cansado. Conozco los riesgos de las Metamorfosis y os aseguro que estoy en mi mejor momento desde hace años. Ja, ja.

—Porque llevas media vida maldito —suspiró Claire—. Ya tuvimos esta conversación anoche.

Firo se encogió de hombros, dejando ver una chispa de diversión en sus ojos. Ella no se la devolvió.

—Entonces, si consideramos tu aspecto y… declaraciones, ¿significa que has recuperado la memoria?

—No del todo —negó él. El hermetismo recuperó el control de sus facciones—. Solo recuerdo pequeños fragmentos de mi pasado, la mayoría confusos.

—¿Y cómo estás tan seguro de que Claire es tu hermana?

La atención se volcó en Grey y en su templada pregunta. Aunque hubo más sorpresa que juicio en las caras de sus compañeros, el chico limó sus dudas con un encogimiento de hombros:

—Quiero decir, es una afirmación poderosa considerando vuestra amnesia —justificó, inclinando la cabeza a un lado. No era la primera vez que Claire le veía hacer aquel gesto, ¿una manía?—. ¿Por qué estás tan seguro?

—Porque la recuerdo a ella —respondió él, tan rápido y con tanta seguridad que Grey parpadeó de asombro—. Aunque solo me queden retales del pasado, Claire está en varios y en el más importante. La vi atravesando un portal desde la misma sala donde escapamos anoche —el chico se giró hacia Claire y, por primera vez desde que despertó en el hospital, lo vio sonreír de verdad—. Por entonces, aún eras una niña. Nos perseguían, pero lograste escapar a tiempo. Yo no tuve tanta suerte.

Aquella sonrisa y su trasfondo, su ausencia durante años, fue perdiendo color conforme Claire entendía su significado. Era una sonrisa triste, sin alegría ni alivio, y Claire comprendió que aquella pena no iba por él si no por ella.

Sus sueños volvieron. Conversaciones en celdas sin barrotes sobre “pruebas”, las heridas de Carine que Firo trataba, sus pesadillas al dormir junto al insomne muchacho. Cuando sus reminiscencias entendieron aquella renacida sonrisa, no quedaba dicha alguna en ella.

—Si me recuerdas de entonces, significa que yo también… —Claire tragó saliva, pero sus inquietudes seguían atravesando su garganta, vibrando en su cabeza. Buscó ayuda en quien fue el Sin Nombre y solo halló aquella triste compasión.

Firo señaló su muñeca derecha, cubierta por vendas.

—Tenías un brazalete en la muñeca, ¿lo recuerdas? Yo también tuve uno.

Instintivamente, Claire se llevó la mano a la muñeca dolorida. Olvidó aquel detalle cuando le habló de su pasado en las celdas. Era demasiada casualidad.

Firo estaba diciendo la verdad. Con un escalofrío, otro recuerdo acudió a su ser.

―Blake me contó que aquel brazalete me llamó “sujeto” ―dijo, con voz vacía.

Este tendió un brazo hacia ella, un ademán de consuelo.

—Claire…

—Me definió como sujeto de pruebas, sin llegar a decir mi nombre —siguió, rechazando el gesto—. Desperté en las celdas donde los mantenían presos, Blake. Vi y escuché el lamento de Carine durante años, su dolor real aunque se nublara con mi despertar—. La mención de su compañera hizo que Firo bajara la mirada, a pesar de que Claire la buscaba—. Y también lo he visto a él, todo este tiempo.

»¿Cómo no me di cuenta antes?

Blake murmuró una disculpa que Claire negó rápidamente. Terminó aceptando su mano entre la suya, e hizo un hueco a Ángela en la camilla cuando se acercó con la misma intención, dejando que la rodeara con un brazo. Su puño libre se cerró sobre las sábanas. Hasta hace unos días, había llevado una vida tranquila en Máline con aquellos que ahora buscaban calmarla. Una vida apacible, feliz pese al acoso de sus pesadillas.  

Luego, el presente se rompió con los ataques de monstruos y shirizas, tiñendo un futuro incierto cuyo enemigo era el tiempo. En los últimos días, solo su tranquilo pasado suponía un consuelo, uno que su llamado hermano amenazaba con romper.

¿De verdad quería recordar si tras la niebla aguardaba amargura? ¿No podía seguir en la ignorancia? ¿Mantener viva aquella ilusión de paz?

―En realidad, no estoy seguro de que fuéramos “sujetos de prueba” como tal ―murmuró Firo, hablando más para sí mismo que para los demás.

―Explícate, por favor ―le pidió Ángela. Él asintió y levantó la voz:

—Lo que más recuerdo es asistir a lecciones, tanto de enseñanza obligatoria como más “técnicas”: magia y uso de armas —se volvió hacia Claire—. Tú eras muy buena con la espada. Derrotabas fácilmente a los instructores a pesar de tu juventud.

—¿Era una academia de magia? —inquirió Ángela, quien añadió en vistas de la amnesia—: En las instituciones públicas, su enseñanza empieza en la adolescencia, pero hay escuelas para casos especiales. Niñes que corren peligro por su poder…

—O hijes de ricachones —bufó Blake—. Tiene pinta de lo segundo, si también les instruían en esgrima. ¿Recuerdas dónde era? ¿Había más gente?

—De momento, solo recuerdo a Claire —explicó Firo—. Mi escasa información sobre la localización es gracias a Carine. Me trajo textos en Kiyashi (que entiendo superficialmente) por lo que probablemente estábamos en la isla-Reino de Kyaer-Shiara. También averiguamos que los Kazehaya, una familia noble, estaban al cargo de la fortaleza.

—Kazehaya… —repitió Ángela—. Me suena un poco ese apellido. ¿A ti no, Blake?

—Ni idea —espetó él, encogiéndose de hombros—. Tú eres la de los chismes, Angie.

—¡Pero si tu tía…! En fin —suspiró Ángela, poniendo los ojos en blanco—, supongo que todo eso deberíais decírselo al Consejo cuando nos volvamos a encontrar. ¿Algo más?

—¿Sobre la fortaleza? —Ángela asintió y Firo chasqueó la lengua, haciendo tiempo—. Que no siento que fuera una mala experiencia...  a pesar de que culminara en mi encierro. Lo siento, me faltan detalles para dar sentido al pasado.

—No pasa nada —dijo Claire, comprensiva—. La memoria no es algo que puedas forzar. Al menos, tus recuerdos parecen estar volviendo.

Firo parpadeó y le devolvió otro destello de triste compasión. Otro parpadeo, y su seriedad regresó:

—Recuerdo algo más. A ambos nos extraían sangre periódicamente. Creo que cada mes —titubeó antes de añadir—. De hecho, también recogían la de Carine durante sus “pruebas”.

Por su voz, Claire supo que la imagen de Carine, pálida y famélica antes de cruzar el portal, también había cruzado la mente de Firo. Antes de poder ofrecer consuelo, Grey volvió a la conversación:

—¿Un examen médico? ¿O tal vez un análisis de potencial? Los últimos son comunes en academias.

Firo frunció el ceño, considerando aquellas sugerencias. Mientras volvía a sumergirse en sus cavilaciones, un impaciente Grey volvió a tomar la palabra, como si le incomodara la idea de un silencio meditativo.

―Lo que yo me pregunto es por qué querríais abandonar aquel sitio —Claire se giró hacia él y Grey tragó saliva al recibir su atención—. Creo que es donde yace el quid de la cuestión: quitando las sangrías, llevabais una vida tranquila con vuestras clases y eso. ¿No es así? —al buscar comprobación en Firo, este asintió—. Entonces algo importante tuvo que pasar para que quisierais largaros tan rápido. Algo grave.  

Claire miró sorprendida a su nuevo compañero. Le había parecido algo bocazas, pero tenía un toque perspicaz.

―Eso siento yo también ―coincidió Firo―. Pero ni yo mismo entiendo mis motivaciones de por entonces… Salvo que ya empezaran las alianzas shirizas.

―¿Y vuestros padres? ―preguntó Ángela, de pronto―. ¿Recuerdas algo de ellos? ¿De tu familia?

“Padres”. Aquella palabra sonaba extraña a oídos de Claire. En sus recuerdos no existía el concepto de familia, ni tampoco lo había necesitado. Los padres de Blake la cuidaron con tanto mimo como la propia Claire se dejó querer, por lo que su relación no se enterneció al nivel de su progenie. Ello no impidió que, al decidir vivir sola, la despedida fuera amarga para ambos lados.

Por lo demás, la mayoría de la familia de Ángela seguía en Soleria, por lo que Claire solo conocía a sus madres. Estas se autoproclamaron sus “tías adoptivas”, colmándola de detalles y cariño con sus visitas. Su afectuoso carácter, heredado por su hija, contrastaba con el de la tía de Blake con respecto a su sobrino. Se trataba de una señora estricta que reprochaba la tranquila vida de su hermano menor en Máline.

A pesar de aquellos contrastes, comprendía mejor el concepto de padres y tíos que el de “hermanos”, pues tanto Ángela como Blake eran hijos únicos. A menudo, veía otros niños del pueblo jugando y riñendo con sus hermanos, como ella misma hacía con sus amigos.

«¿Sería como un amigo que no escoges?», se preguntó, mientras esperaba la respuesta del que rescató entre pesadillas. Sin embargo, Firo terminó encogiéndose en su asiento.

—Tampoco recuerdo a nuestros padres, ni más hermanos o familia. Lo siento.

Claire insistió en que no necesitaba forzarse. Llevaba casi cinco años sin saber nada de su pasado, podía esperar un poco más.

Además, él también parecía agotado por lo sucedido en el día anterior, que se sumaba a las consecuencias de su encierro. Si ya era esbelto de niño, ahora los huesos se adivinaban bajo sus mejillas y finos dedos. La camisa de manga larga y corte ancho, probablemente heredada de Blake, apenas ocultaba la fragilidad de su cuerpo. Sus compañeros no habían preguntado por el motivo de sus vendas, pero Claire advirtió que eran nuevas.

―¿Firo, has desayunado? ―le preguntó.

Él la miró. La sorpresa por su pregunta pronto se convirtió en una chispa de emoción en sus ojos. Negó con la cabeza y, al instante, Ángela lo agarró del brazo.

―¿¡Cómo que no!? ―Exclamó ella, sobresaltando a su compañero―. Pues ahora mismo nos vamos a comer algo. Tanto tú como Claire debéis reponer fuerzas.

―Blake y yo vamos en un momento ―intervino la aludida―. No tardaremos.

Ángela asintió, comprendiendo que las explicaciones le llegarían a posteriori. Grey, por otra parte, dedicó un momento a analizar ambos grupos hasta decidir que no estaba invitado a la conversación.

―Entonces me voy yo también ―dijo, aceptando el brazo libre que Ángela le ofreció. A pesar de la confianza de su gesto, sus pasos titubearon al marchar. Firo fue quien se despidió antes de cerrar la puerta.

—Nos vemos luego, ¿vale?

Claire asintió y los tres abandonaron la sala. Sentados el uno junto al otro en la camilla de la convaleciente, el primer gesto que hizo Blake fue mirar su muñeca vendada.

—Apenas me duele. Estaré bien.

—Si lo dices tú, tendré que creerte —Blake suspiró y pasó a mirarla a los ojos—. Recuerdas la charla de ayer, ¿no? La Búsqueda comienza hoy.

Claire frunció el ceño. Parecía como si hubieran pasado años desde que pisó la Sede del Consejo. La agitación tras la travesía, el desconcierto al abrirse sus branquias, el miedo y la incertidumbre al ver a Blake caer como Elegido y su cercanía al revelarse ella misma. El afecto de los tres amigos, reconfortándose en la desgracia que se advenía sobre ellos y la súbita esperanza cuando Andrew y Armiro les contaron sobre su cura, sobre la Búsqueda que podría salvarlos… o condenarlos antes de lo previsto.

Demasiadas emociones en tan pocos días, tan pocas horas. Su mundo estaba del revés, y los ataques shirizas también habían cambiado el del resto.

—Con todo lo que pasó ayer, ¿de verdad que el Consejo quiere seguir adelante?

—No tiene otra opción. Cuando nos destinaron aquí, el propio Andrew nos comunicó que debíamos marchar aun en tu ausencia. Ya no solo por la Búsqueda, si no por separarnos del resto de aprendices —Claire parpadeó y Blake se permitió una pausa antes de seguir—: Consideran que alguien interno traicionó al Consejo, solo así pudieron romper sus defensas. Por eso han mantenido nuestras caras, nuestros nombres, en secreto. Ahora mismo, se nos considera como aprendices que vuelven a casa, como al resto de jóvenes que fueron evacuados y distribuidos a lo largo del Sector Sureste.

—Lo entiendo —dijo Claire, pero Blake veía la mentira en su titubeo. Tras rascarse nerviosamente las vendas, ella cedió—: Pero, sigue siendo precipitado soltarnos así. ¿No podrían enviarnos a otras Sedes?

—Cualquier tratamiento especial nos delataría como Elegides, me temo. Han tomado muchísimas precauciones, Claire. Nadie del hospital salvo los médicos que te atendieron saben que eres una Elegida, y porque te vieron la Marca y el Consejo intervino, claro. Tenemos suministros para el viaje idénticos a los que han proporcionado al resto de aprendices, con los que estamos refugiados en este hospital… Bueno, en realidad tenemos extras. Considerémoslo una “protección extra” por sobrevivir dos atentados.

Claire volvió a torcer el gesto. Sentía que Blake compartía sus dudas, como también sabía que no tenían otra opción. Solo les quedaba moverse con discreción.

—De acuerdo —asintió, al final—. Entonces saldremos cuanto antes. 

—No hay más remedio. ¿Seguro que te encuentras bien?

—Como una rosa.

—No exageres —sonrió él—. Lo digo porque nos toca marchar a pata. Los trenes están vetados hasta que se normalice la situación.

—¡¿En serio?¡ —Blake asintió y Claire chasqueó la lengua—. Tampoco es que me apeteciera mucho volver tras el último viaje, pero… —bajó la mirada—. No sé cómo Firo estará para caminar.

—¿Sabe que somos…?

—No, no le dije nada y preferiría que siguiera así de momento. Supongo que Ángela también habrá guardado el secreto, ¿no?

—Puedes estar segura. Andrew la ha designado la “persona de confianza” del grupo por algo.  ¿Qué hacemos con él?

—Le prometí que podría acompañarnos, así que podemos viajar hasta que se normalice la cosa y entonces hablarle de la Búsqueda.

«Y así tengo tiempo para prepararme la charla —pensó Claire—. El pobre ya ha tenido bastante con su encarcelamiento. Es cruel decirle que la única persona que resta de su pasado tiene los días contados… Aunque debo hacerlo».

—Vale, intentaremos eso —aceptó Blake, quien le dedicó una sonrisa—. Je, es curioso lo grande que se ha hecho nuestro grupo en dos días, ¿no? Casi el doble…

»Ángela, Grey y yo acordamos partir en unas dos horas si te encontrabas bien. Tenemos tiempo para desayunar y recoger los suministros tranquilamente, aunque Ángela ya ha cogido ropa para ti y para Firo. Me temo que tendré que compartir armario con él de momento…

Dos horas. No era mucho tiempo, por lo que tendría que apresurarse en ponerle al día y que les sobrara lo justo para desayunar. Lo cierto es que tenía hambre, pues lo último que había comido en más de doce horas fue un triste canapé de pescado.

Comenzó hablando de la persona que les salvó en el lago, alguien cuyo rostro ocultó su capucha y la intensa lluvia de aquel día. Relató cómo acabó con los enajenados bailando con dos espadas que más bien parecían extensiones de sus propios brazos, su único rasgo identificativo además del pelo mal cortado. Oscuro y a calvas.

Asombrado, Blake le devolvió el informe del Consejo, basado en la actividad de sus rescatadores y el confuso testimonio de Ángela. Ante la ausencia de cuerpos shiriza, atribuyeron la sangre de la orilla al combate de sus protectores y la joven Elegida, ignorando que el número de enajenados muertos fue superior. Blake le propuso contar el resto de la historia al Consejo, pero Claire titubeó:

—Costaría identificarle y, por cómo huyó de la nave, dudo que quiera colaborar con el Consejo. Preferiría centrarme en hablarles de la fortaleza, los experimentos y Firo en nuestra próxima reunión… Aunque hay algo más que te puedo contar.

Siguiendo la línea de eventos extraños, pasó a hablarle de la voz de sus sueños. Aunque singular, aquel tema era más corriente entre ambos, o así pensó hasta que narró su aparición como ser material.

—¿Una chica de humo y oscuridad? —repitió despacio. El asentimiento de Claire llegó con la misma inseguridad—. Nunca había escuchado de algo así. Es… muy extraño. Sé que es un tema personal, pero deberías preguntar a alguien más cualificado.

—No quiero hablar de esto con el Consejo, ya somos lo bastante raros para ellos —Claire hizo una mueca, pues la inquietud de Blake no le pasó desapercibida—. Escucha, puedo entender que hablaras de mis sueños con Grey. Es nuestro nuevo compañero y merece conocer mis “antecedentes”, pero no le debemos nada al Consejo, ¿no?

Blake bajó la mirada, acorralado por las mismas palabras que empleó para justificar su escapada en la Sede. Terminó asintiendo, incluso le pidió perdón por confiarle sus sueños a Grey, pero Claire repitió que era necesario. Le hizo prometer, sin embargo, que la ayudaría a transmitirle lo de la Sombra y el lago a Ángela en privado, pues prefería que la información se distribuyera en pequeñas dosis por el momento.

Él asintió y su mano, cálida como siempre, abrazó la suya.

—Lo haré. Y ahora, ¿cómo estás…? —Claire hizo una mueca y él negó con la cabeza—: “Como una rosa”, sí. Pero, ¿y emocionalmente? 

—No lo sé —admitió Claire—. Son muchos cambios y peligros, mucha sangre y dolor. Quiero pensar que la aparición de mi Sombra es solo algo más, pero me perturba que algo así sepa más sobre mi vida que yo misma… o mi hermano. Al menos la memoria de Firo parece estar volviendo.

—Es una situación diferente. Su amnesia se debía a su maldición, es normal que su pasado regrese al curarse —Claire se encogió de hombros—. Por otra parte, como Sanador me preocupan las consecuencias de haber pasado por una Metamorfosis así.

»Sin embargo, como amigo me alegro de que por fin hayas dado con una luz de tu pasado. Parece buen chico, me cae bien.

Aunque sonrió, Claire bajó la cabeza. Sabía que Firo era bueno, lo había visto en aquellos resquicios que sus ojos dejaban ver a veces, en sus actos y conversaciones pasadas. Por ello, la culpa por aquel extraño miedo punzaba su corazón. Confió sin dudar en el niño espectro, ¿por qué dudó al volver a verle en color?

Su mente dio nombre a las inquietudes que rondaban su mente: Vio aquellos ojos amarillos, tan extraños que no parecían encajar en el rostro del joven. Aunque su lógica ya había atenuado su miedo, su instinto seguía vibrando, amordazado en el fondo de su nuca, rogándole que los evitara a pesar de la amabilidad que reflejaban.

—Cuidaremos de él —reafirmó Claire, y Blake le dio un último estrujón antes de levantarse. Cruzó la habitación y le acercó la ropa que Ángela había dejado a su llegada.

—Va, cámbiate y vamos a desayunar. Tras tanta acción estarás muriéndote de hambre.

Claire asintió efusivamente y él, tras mirarla con calidez, se dio un exagerado golpecito en la frente.

—Oh, ¡tonto de mí! Se me olvidaba esto.

Entonces se acercó a su cara y le dejó un delicado beso en la mejilla. Claire se quedó quieta, demasiado sorprendida para reaccionar, lo que arrancó una sonrisa a su amigo.

—Je, este año he conseguido adelantarme a Ángela. Feliz Año Nuevo, Claire —la miró un momento más, ella todavía aturdida, y una pálida calidez se difuminó en su semblante—: Me alegro de que hayas vuelto. Muchísimo.

Después salió de la habitación, dándole la privacidad necesaria para cambiarse. Solo cuando la puerta se cerró, Claire pudo parpadear y librarse del estupor.

Nunca sabía cómo reaccionar a estas cosas.


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Resumen hasta el momento

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La Profecía, página principal.

La Profecía del Mal, parte dos: Sinopsis y cambios

Sinopsis

Para refrescar la memoria...

¡UN MOMENTO!
SI NO HAS TERMINADO LA PRIMERA PARTE DE LA PROFECÍA DEL MAL, YA PUEDES IR CERRANDO ESTA ENTRADA. 
¡VUÉLVETE AL ÍNDICE QUE TE VAS A COMER SPOILERS!
 SHOOO

En un mundo dividido en tres facciones por la Guerra, aparece la esperanza para el Bando Mágico. Se trata de la Profecía, una magia que ha escogido a trece Elegides para otorgarles poderosos dones, pero convirtiéndolos en monstruos en el proceso.

Blake, Claire y Ángela son tres amigos que viven en un pueblo remoto de Sidera. Viven una vida tranquila a pesar de las extrañas circunstancias de Claire, quien llegó a sus vidas con amnesia y un miedo irracional a todo lo mágico. Cada noche, extraños sueños irrumpen su descanso, con pesadillas donde su propia voz la acosa y episodios donde dos jóvenes prisioneros sueñan con escapar.

El ataque de unas extrañas criaturas revela a Claire que tanto ella como sus amigos son magos, teniendo que enfrentarse por fin a sus miedos. A la noche, la Sombra de sus sueños se confiesa autora de sus temores y la libera, ocultando sus verdaderas intenciones.

No hay tiempo para el descanso, pues el Consejo Mágico les pone bajo sospecha de ser Elegides y reclama su presencia. En el viaje en tren, comparten inquietudes y hablan de la situación del mundo. Los Metaloides quieren eliminar a les Elegides, los Reinos Mágicos han sufrido con la Guerra, y monarcas como Kasshere han tomado medidas extrañas. Suyos son los shirizas poseídos que aniquilaron a su escolta e intentaron ahogarles en el lago, siendo salvados en última estancia por alguien de rostro oculto y por Claire, quien arrastró a sus amigos a la orilla. 

En el Consejo, las sospechas se vuelven certeza con la revelación de sus Marcas de Elegide, pero se les da una solución: Deben encontrar al resto de sus compañeres antes de que se cumpla un año tras la aparición de sus Marcas, solo así podrán liberarse de un Destino que han acelerado artificialmente. Si no, el Consejo ganará trece poderosos mártires a su lucha. 

El grupo se canjea una pequeña victoria con la llegada de Grey, el cuarto Elegido. Al mismo tiempo, las huestes de la Reina Kasshere organizan un ataque al Consejo y logran secuestrar a Claire. La Elegida se encuentra entonces con un joven preso que reconoce como el protagonista de sus sueños. Siguiendo los pasos de la compañera del chico, Carine, Claire consigue liberarle de su maldición y recordarle su nombre: Firo Delayer.

Tras enfrentarse a uno de los pocos soldados shiriza que parece retener su conciencia y huir de la propia Reina, Firo y Claire escapan por un portal y la Elegida se despierta en un hospital, rodeada por sus amigos. Es entonces cuando aparece un chico de su edad que dice ser el mismo niño que rescató, además de su hermano gemelo. 

***


Algunos cambios respecto a la primera versión

Esta sección voy a ir actualizándola según me acuerde. Si leísteis la primera versión de la Profecía del Mal, aquella que empecé a escribir en 2015 y que ha sido actualizada periódicamente conforme tanto yo como mi escritura maduraban, te tendré suficiente confianza como para que puedas preguntarme personalmente por el tema y te hable con ayuda de cafeína o cerveza.

Si os gusta mucho leer y me queréis muchísimo... Os pido que releáis esta historia... O más bien, que la volváis a conocer. Ha cambiado tanto como yo he hecho estos años, al punto en que puedo proclamar sentirme orgullose de ambes. 

Si no podéis porque la vida adulta da asco y el cerebro no nos da para más... Aquí tenéis la lista de cambios. Tal vez alguna os sorprenda porque parece "irrelevante", pero hasta los pequeños cambios son avances a mi parecer. Iré añadiendo más conforme me acuerde.


  • En el primer capítulo, Claire tiene fobia a la magia. Más tarde se revela que su Sombra, la voz que suena como la suya y que la acosa en sueños, es la causante de este terror. Cuando Claire descubre tanto sus poderes como los de sus amigos al principio del libro, la Sombra promete liberarla de este miedo a cambio de que "cumpla con algo".
  • Ángela es hija de dos madres. 
  • ¿Los bichos que atacan a nuestros héroes en el primer capítulo? ¡Son enviados por el Consejo! Específicamente por Armiro, qué majo el hombre. Curiosidad: Cuando decidí empezar la reescritura, estaba escribiendo la Sexta parte y aún no había revelado esto. O sea, es un dato que he adelantado muchísimo.
  • Los shirizas "mutados" (aquellos controlados por la Reina Kasshere) son llamados enajenados también. Enajenación también es todo embrujo aplicado a entes vivos. Ay dios, debería hacer posts de lore porque si no, no acabo. 
  • De hecho, pídeme mi cuadernillo de lore. Ahora tengo un sistema mágico con clases de verdad. 
  • Firo. A secas. Hazme una encerrona un día y pídeme que te hable de él. La causa de mi dicha y desgracias en esta historia. Al menos, mientras no empiece la reescritura con Shamira, que también es pa darle de comer aparte. 

Por último, como esta entrada es la más probable que llegue a la gente que conozco personalmente, sean amigues, familia o parejas... Gracias por leerme. Gracias por apoyarme en esta obsesión que llevo desarrollando una década ocupando memoria y espacio en mi cabeza. Te debo un abrazo.

-Mort G.R.


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Capítulo 1, Parte 2: Regreso

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miércoles, 26 de junio de 2024

Colección de cuentos 2

La Tienda de Té 


Mi mamá es una bruja.

Aquel era un secreto que me confió apenas aprendí a entender las palabras. Me lo confesó con una sonrisa traviesa, señalando los estantes repletos de la magia que vendía. La tiendecita que dirigía junto a la abuela no había cambiado mucho desde entonces. Estaba en la esquina más soleada de la calle mayor, donde las macetas de los balcones florecen en primavera y la lluvia fluye entre adoquines hasta el río que divide el pueblo.

He caminado por esas piedras desde pequeña, volviendo del colegio al que se convirtió en mi segundo hogar. Al abrir la puerta, las campanillas me saludaban a mí y a la brisa que cruzaba a mi lado. Después me recibía el aroma de flores y almizcles, de hojas secas y especias lejanas.

¿Qué pócima estaría preparándose hoy? Un éter distinto hervía cada día, cálido como el sol estival, dulce como las cosechas del Samhain o incluso especiado para el frío invernal. Una taza de los brebajes de mamá acompañaba a la yaya, sus ojos enormes tras las gafas empañadas de vapor. Nadie más era digno de prepararle la bebida, su mejor compañía mientras llevaba las cuentas tras el mostrador.

Mamá era quien atendía a los clientes, pues se jactaba de dar con el elixir idóneo para cada ocasión. Les recibía con una sonrisa que convirtió a vecinos en amigos y que compraba la confianza de nuevos curiosos. “La amabilidad es la mejor tarjeta de fidelidad” me explicó una vez, iluminándome con el mismo gesto.

Las campanitas sobre la puerta anunciaban una visita y mamá acudía con paso alegre y las manos ajustando el lazo del delantal. Tras el saludo, ofrecía una taza de la pócima del día y atendía a sus peticiones:

«Es invierno y las gripes están a la vuelta de la esquina. ¡Quiero algo para descongestionar esta vieja nariz!».

«Vamos a celebrar la llegada de la primavera con un picnic, y me gustaría llevar algo fresquito para beber. ¿Qué me recomiendas?».

«¡Tengo un examen importantísimo a la vuelta de la esquina! ¡Necesito un extra de energía para estudiar!»

Mamá escuchaba sus preocupaciones y deseos entre sorbos de reconfortante elixir. Asentía y, al poco, daba con la combinación de ingredientes perfecta:

«Esta infusión con jengibre tiene el picante justo para entrar en calor y dejarte respirar. ¡Con unas galletitas y miel también le encantará a tus nietos!».

«Este té verde con aromáticas rosas es digno de este soleado abril. Con él, incluso los parques más anodinos se sienten como el jardín de un cuadro».

«¡Justo tengo el té negro perfecto para no pegar ojo! Sin embargo, necesitas dormir para asimilar lo estudiado. ¡Evita la cafeína vespertina!».

Veo en tu expresión que te preguntas si realmente mi mamá es una bruja o la simple propietaria de una tienda de té. Eso es porque también ha logrado engañarte a ti, ¡pero no caigas en las apariencias!

Ella misma es consciente de su discreción, pero siempre creí que le apenaba que su extraordinario don se ignorase. Por ese motivo, le pedí permiso para compartirlo con mis amigos, a lo que ella contestó:

—Mientras no digas que soy una bruja mala, como si lo gritas por el pueblo —rio ella, despreocupada. Luego entendí el motivo pues, aunque mis amigos me creyeron, la verdad fue ignorada y hasta burlada por sus familiares.

Una vez, sin embargo, vino la hermana mayor de Marisa. Tímida y cohibida, las campanitas de la puerta la saludaron al entrar. Mi madre la recibió y ambas escuchamos su petición.

—Busco un regalo para alguien que me gusta —dijo, esquivando la mirada—. Un té que capte su atención.

—¡Mientras le guste el té, podré ayudarte! —respondió mamá—¿Sabes si prefiere caliente o frío? ¿Solo o con leche y azúcar? ¿Qué tal con unas galletitas de limón para acompañar…?

—No lo sé y tampoco es lo que busco. Lo que quiero es conseguir que se fije en mí, que su corazón lata por el mío… Ya sea por té o magia.

Enmudecí y mi madre también. Su sonrisa tembló durante un breve instante, recuperándose solo al dar con una respuesta. No obstante, su voz solo aparentaba una vivacidad ausente en su mirada.

—Me temo que no hay un té creado para eso. Si lo que buscas es un flechazo sin brasas que lo alimenten, necesitarías una poción y no una infusión. Lo siento, pero esta es solo una tienda de té: no hago milagros.

La hermana asintió y me dirigió una corta mirada, una acusación. Abandonó la tienda en silencio, sin molestar siquiera a las campanitas.

—¿No había un té para esta ocasión? —pregunté.

—Lo había —contestó, y yo parpadeé con sorpresa—, pero ella buscaba un milagro, no una bebida.

—¿No es magia lo que vendes? ¿Lo que hay en estas hojas y aroma?

Entonces me sonrió y recordé la confesión que empezó todo. Aquella sonrisa traviesa con la que me presentó la magia y que volvía con una faceta más madura, pues ahora podía entender mejor sus palabras.

—Mi niña, la magia no está en el té o infusiones que vendemos, si no en las personas y los lazos que forman entre ellas, entre su entorno.

»El sabor del té no solo depende del tiempo de infusión, el azúcar o leche que añadas, ¿sabes? También depende de su propósito. Toma una taza junto a un libro y crearás tu hogar. Comparte una merienda con tus más allegados y será un manjar.

»En su caso, cualquier té habría bastado, aunque funcionaría mejor si conociera sus gustos. Así, una tetera compartida podría ser el pedernal en la primera chispa, la primera mirada… pero no puedes confiarle ser la piedra angular como ella pretendía. Eso es tarea de nuestras palabras y actos, de la habilidad de la gente para establecer lazos.

—Por lo tanto, el té era irrelevante, podría conseguirlo sin él —comprendí y ella asintió, convencida—. ¿Y nuestra tienda? Entonces, ¿solo vendemos té?

—Esta es una tienda de té —afirmó mamá, aún sonriente—, pero no por ello deja de ser especial, ¿no crees?  

 

Mi madre tiene una tienda de té.

Empecé ayudándola y ahora la llevamos entre ambas. Saludo a los clientes con una sonrisa y me sé sus tés favoritos. La abuela se jubiló hace tiempo, pero sigue tras el mostrador con una humeante taza a su lado, saludando a viejos amigos.

Hace poco, por fin me dejó preparar su tetera… lo que desembocó en muecas de disgusto y repulsa. Hago los mismos pasos que mi madre y, aun así, mi té es rechazado cada vez. Para espaciar sus quejas, su hija terminó preparándole uno y ella lo aceptó, sonriente.

—¿Ves, nieta? ¡Esto sí que está bueno! —exclamó tras probarlo—. No es té, es pura magia. ¡Un milagro, no como tu agua de fregar!

—¡Qué exagerada eres! —reí y, con nostalgia, añadí­—: ¡Solo es té, yaya!

Y sus ojos surcados de arrugas me miraron y chispearon con un guiño:

—Ah, ¿también ha podido engañarte a ti?




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jueves, 29 de febrero de 2024

La Perdición del Entomólogo: Segundo Texto

 El Dilema Reptante


¿Me querrías si fuera un gusano?

 

En algún momento, me soltaste aquella pregunta. En tus palabras se adivinaba risa, pero también la tensa curiosidad que acompaña al primer “te quiero”. El dilema, pronunciado tantas veces a lo largo de redes y comunidades, por fin había llegado a mí, atrapándome con sus espinosas implicaciones.

Y, sin embargo, mi respuesta fue un “no”. La tuya, fingida desilusión. Ofrecí la promesa de explicarme y en estas líneas procedo.

El Dilema reptante es circunstancial. La simpleza de su enunciado le arrebata la posibilidad de contexto y lo necesito para explicarme. Por eso te propongo estos dos escenarios:

  1. Tras enamorarnos como ahora, por obra de un “mago” te convertiste en un gusano.
  2. Siempre fuiste uno.

Hablemos de la primera opción. De un día a otro, amaneciste reptando entre las sábanas. Tu aliento se escapaba entre tu piel y la tela seca hería tus anillas. Lamentando tu sino, te dejaría sobre la maceta de albahaca, su humedad más apropiada para tu delicada superficie. Entonces, me encararía al cruel vejestorio que te redujo a lombriz y le ensartaría el cuchillo más cercano en sus entrañas.

Si la venganza no acaba conmigo, si las últimas palabras del ensartado no son para reducirme a cenizas, abriría cientos de libros buscando cómo devolverte a tu forma. Te llamaría, alimentaría y protegería, rezando porque el más mínimo fragmento de quien amé siguiera conmigo.

Abriría las macetas y plantaría un jardín en el salón, una habitación pequeña para un humano, todo un mundo para un gusano. Cuidaría que no te faltara de nada, ni tierra sobre la que yacer ni detrito que escupir. Agua para que bebas, humedad para que respires y mi compañía, por si todavía me recuerdas.

Y es que el dilema tiene más capas que las pieles de cebolla que componen tu cena. Pues si el mago tuvo piedad, tal vez reconozcas las vibraciones de mis pasos. Si entre anillos y venas hay espacio para un alma, para un recuerdo nuestro, tal vez puedas alzar lo que fue tu cabeza cuando te llamo sin esperar respuesta.

Dicen que el amor es ciego, o eso pienso mientras te pierdo entre las hojas descompuestas que te sirven de alimento. Planté simientes que ahora crecen, formando montañas por las que te dejas caer. Una sonrisa se me escapa cuando los primeros brotes rompen la tierra. “Gracias por cuidar de este jardín”, te digo, aunque no puedas escuchar mi risa o sollozos.

Si algún día, de las vibraciones de mis pasos y voz, de mi llanto y plegarias, tu sangre hila con tu alma y encuentras la mía… Mándame una señal por favor. Ven a mi lado cuando me arrodillo a regar las primeras flores que trajo la primavera. Alza la “cabeza” al sentirme, no porque al hacerlo puedas verme, si no por amarga añoranza. Llórame sin lágrimas, pero no bebas de las mías porque la sal quemaría tus entrañas.

Porque mientras haya una sola anilla que guarde tu esencia, un solo segmento que reconozca y recuerde nuestros lazos, que sirva tu carne como promesa de que seguiré amándote. Buscaré, preguntaré (e incluso torturaré) a cuantos magos haga falta para poder volver a abrazarte, para acariciar tu rostro sin que mi seca piel desgaste la tuya. Y, si tu minúscula forma es la que deba acompañarte hasta la muerte, haré que nuestros cortos años sean plácidos en este jardín que entre los dos cuidamos.

Rezo porque de los destinos posibles acontezca ese, el menos vil, y que la crueldad del conjurador solo quede en una travesura. Si debieras ser reducido a lombriz, qué menos que llevarte contigo tu consciencia y memoria, y no perderte en el mundo que planté para ti. De esa forma, seguiría queriéndote a ti y no a un gusano, pues solo tu cuerpo habría cambiado.

Sin embargo, si tu reptar es fruto del instinto y no la melancolía, si para ti un anillo solo es un fragmento de tu ser… Entonces no podría amarte porque estaría llorándote.

Por la misma razón por la que jamás podría haberme enamorado de ti siendo otro, siendo un gusano, ahora mi amor se hunde entre las raíces donde hiciste tu nuevo hogar. El duelo ocupa el espacio que la esperanza dejó atrás. Los pétalos caen y sus cálices bajan con las primeras cosechas. Tras meses esperando respuesta, mi corazón se ha secado como la tierra regada con mi salado llanto. Eres rey de este jardín marchito, solitario e ignorante de tu gobierno y mi desazón. Tu cuerpo se desliza sobre su propia tumba, incapaz de añorar lo perdido.

Flores y cosechas se suceden hasta que, ya sin lágrimas que nos lastimen, visto el luto para llevarte al cementerio. El lúgubre acto es irónico siendo el jardín exterior nuestro destino, donde el sol alimenta las plantas y la vida repta, corre y salta entre las hojas.

Antes, me apenaba saber que nos conocimos o amamos tan tarde, pero me consolaba saber que tendría una vida que gozar a tu lado. Sin embargo, corta es la existencia de un gusano, y el tiempo es otro impasible viejo. La albahaca de tu primera maceta hace años que pereció, pero en ella te llevo al que será tu lecho. Mis ojos secos te buscan, la imaginación tentándome con un milagro, la esperanza sucumbiendo al ver tu vaivén errático.

“Un jardín es demasiado grande para un gusano. Aquí no estarás solo” te dije, sabiéndote incapaz de sentir tal cosa.

Los primeros días me acercaba a la maceta en tu búsqueda. Escarbaba un poco y allí te retorcías. El alivio pronto pasaba al dolor y el duelo me llevaba no a llorarte, pero sí lamentarte. En algún momento te marchaste o marchitaste, la tierra reclamó tu carcasa e hiciste de tu alimento tu sepultura. Incapaz de encontrarte, deseando no hacerlo, enterré sustrato y terracota y allí planté un recuerdo en piedra.

Con tu nombre.

Tu legado.

Y lo mucho que te amé.



Texto Anterior: La Araña y la Cama de Seda

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domingo, 11 de febrero de 2024

Murmullo Abisal. Tercer Texto

  

La Chica de los Ojos del Mar


Te conocí allí donde las olas llegan a su fin. La espuma marina se mezclaba con la arena y las huellas se perdían con cada marea, pero tu imagen permeó en mi retina. El sol se rendía a los encantos del mar, bajando lentamente a su encuentro, como si disfrutara de la expectación de envolverse en mantas azules. Yo no tenía tanta voluntad, pues tus ojos continuaban aquel hermoso aguamarina, tan profundo, tan cambiante, que si fueran la puerta al abismo correría a hundirme en ella.

    Había oído historias de marineros que sucumbían a las promesas de las aguas. Cegados por su belleza, sus barcos se astillan contra las rocas a las que el oleaje los lleva. Mi trabajo era indicar tal peligro cuidando la luz que marcaba el final de sus viajes. Jamás entendí su necesidad de volver a tierra, pues yo misma huí de ella. Rechacé la persistencia de sus hombres y de lo que de mí se esperaba. De sus promesas pronunciadas en primavera y que morirían antes de las nupcias, inertes en su concepción. ¿Qué podía hacer? ¿Si me prometían una vida en puerto y yo prefería atarme a un ancla?

    Sin embargo, el mar me encontró y me hizo suya. Me dejé hundir en ti a voluntad, te di mi aliento y tú me envolviste con la gentileza de las olas en la cala. Te amé, incrédula y feliz, agradecida por la oportunidad de hacerlo. Temerosa y preocupada también, pues tanta era nuestra fortuna que temía su final. En esas noches de angustia me hallabas, con mis ojos anegados y los tuyos, tan hermosos. Tus palabras limpiaban la sal de mis mejillas y volvía a respirar acunada en tus brazos.

    Dicen que fue el propio mar quien te llevó. Un día cualquiera, como cuando me miraste por primera vez. Como cuando tomaste mi grillete y tus labios tocaron la marca que dejó la alianza. Mis lágrimas cayeron como la nieve que ahora se funde en la playa, pero las de entonces fueron de cálida dicha, pues ningún metal podría prometer un amor tan sincero como el de aquel beso. Mis lágrimas caen ahora, amargas y templadas con el invierno y el duelo. La tierra me ha dado caza y los hombres reclaman mis cadenas. Su soberbia absuelve al océano de tu marcha.

    Pues que corten mis manos para que no haya anular donde cerrar este eslabón. Si mis dedos deben llevar cualquier juramento menos el tuyo, córtalos y ofréceselos a Dios. No necesito más manos que las tuyas tomando mi rostro, ni ojos si estos no pueden verte más. No necesito este cuerpo si ya no puede ser amado por ti.

    Ahogada por tu recuerdo, desolada por tu falta, tiré mis despojos por el centro de la escalera de caracol. Cayendo fugaz, tus ojos me persiguen entre barandas y escalones. Una sonrisa cruza nuestros rostros, la promesa de que así podremos vernos.

    Mi carne llega al frío abismo y es fragmentado. El faro llora a su maestra vistiéndose de luto, condenando a sus celosos asesinos, las rocas mutilando sus cuerpos como ellos destrozaron mi libertad.

    Congelada en el recuerdo de nuestro último adiós, espero que la marea me lleve junto a ti, la mujer que amé. Mi aliento se vuelve nube y granizo, mis córneas son vidrio y en ellas se refleja el mar de tus ojos.

martes, 2 de enero de 2024

La Profecía del Mal: Capítulo 13

 Promesa


Claire abrió los ojos, aunque el intento apenas le valió la pena. Tenía la visión borrosa, la cabeza le daba vueltas y sus cansadas piernas le rogaban seguir sentada. Vaciló ante aquella petición, pues se sentía capaz de moverse y estirarse, pero algo más llamó su atención.

La penumbra de las celdas se había aclarado como su voluntad, y de la sorpresa logró despejar la niebla de su mirada. El recuerdo del enfrentamiento, del chico, la llevó a enfocar al pasillo y allí halló a Firo.

Estaba en el suelo, tumbado de lado y a escasos metros del shiriza que los atacó, quien yacía de igual forma. Notó entonces que la claridad se debía a que las motas no flotaban en las celdas, ni siquiera cubrían el indefenso cuerpo del chiquillo.

Formaban parte de la silueta que vigilaba al joven preso, componiendo su carne y despidiendo un fino humo oscuro en sus bordes.

La presencia notó su mirada y se giró hacia ella. Sus ojos eran completamente blancos y brillaban tanto como hicieron los suyos durante el combate. Sabía a quién pertenecían aquellos toscos rasgos esculpidos en neblina, familiares como los de su propia imagen en un espejo. Era su Otra Voz. Su Sombra, nunca mejor dicha, y su boca se abrió en un níveo trazo para volver a reír con la voz de ambas.

—¿Me echabas de menos? —preguntó, con sorna. Claire se sorprendió de que fueran sus oídos los que encontraran aquella pregunta—. ¿Por qué el asombro? Acordamos que te dejaría aprender sin el yugo del miedo… al menos del mío. Volverte una total temeraria habría puesto en peligro nuestra supervivencia.

Se apoyó en la pared del pasillo. Su silueta era difusa, aunque indudablemente suya. Curiosamente, temía menos a su Sombra ahora que en sus sueños. Manifestada ante ella, tangible a sus ojos, era más fácil de comprender que la negrura abisal de sus noches.

—No pude echarte de menos mientras guiabas mi espada.

—Ah, al final te diste cuenta —sonrió, mostrando aquel trazo blanco de nuevo—. No todo el mérito es mío. Tu cuerpo tiene una excelente memoria muscular, valga la ironía. Bastaron unos consejitos para que empezaras a moverte, tenías la opción de seguirlos o tomar tus propias decisiones —señaló su propia mano izquierda. Los dedos eran columnas de neblina negra—. Usar la izquierda para pelear fue buena idea, aunque no llegamos a hacernos ambidiestras. La próxima vez puede que no salga tan bien.

Un bullido palpitó en su interior con aquellas palabras, aquella decisión que se le planteó en el campo de entrenamiento. La Sombra advirtió su gesto.

—Vamos, no te enfadarías tanto cuando até al guardia. ¡De nada!

Su réplica murió con un ligero vahío y, cuando logró despejarse, su Sombra estaba arrodillada junto a Firo. Dos trazos blancos volvieron a enfocarla.

—Aprende a vigilar tus heridas, te salvará más que la espada. Casi te cuesta la vida su nombre. Le prometiste que escaparíais juntos. Esto no ha acabado.

La burla había desaparecido de su voz. Aún arrodillada a su lado, la Sombra llevó una mano al cabello del niño, pero se detuvo antes de tocarlo. Sus dedos se cerraron en un puño que lentamente se retiró a su costado.

—Cuando te pedí liberarme, dijiste que el silencio te preocupaba. Era el suyo, ¿no es así? —los trazos blancos volvieron a enfocarla—. Prometiste liberarme del miedo porque querías buscarlo. Ambas podíamos verlo, él también podía presentirte.

—E hicimos bien. Te habrás dado cuenta de que apenas lo visitamos en nuestros sueños e inconsciencia… Pues él estaba demasiado débil para recibirnos.

Al final la Sombra rozó el cabello de Firo con sus dedos de humo y estos se deshicieron al contacto. Lejos de asustarse, contempló fascinada cómo sus falanges se recomponían al apartarse.

—La oscuridad se alimenta de sombras —dijo para sí, antes de volverse de nuevo hacia Claire—. Te dejé saborear magia y conocimiento por tal de encontrarlo, aunque fuera una posibilidad remota. Incumplí un juramento mientras que tú te aferraste al tuyo. Aposté nuestra seguridad al dejarte marchar… y superaste mis expectativas.

»Ahora, mi promesa rota carece de sentido. Únicamente nos queda una deuda que solo yo recuerdo, y tendrás que valerte por ti misma para devolvérsela —Claire parpadeó, aturdida. La Sombra se levantó ignorando sus dudas—. Bastará con que cumplas tu palabra: toma el relevo de Carine y escapa junto a Firo. Vigila tus heridas y respeta tu cuerpo, mi vasija. Pues, si tú caes, yo no podré cuidarlo.

Claire tragó saliva. La Sombra jamás había hablado tanto y tan buena fe como ahora, no tendría mejor oportunidad para liberar su curiosidad. Había tantas dudas como vasto era el páramo vacío de su memoria. Podría haber sido cauta y cerrar sus cuestiones a puntos concretos, pero la avaricia ganó ante la posibilidad de pintar aquel lienzo vacío.

—¿Qué es lo que sabes de mi pasado?

Y su respuesta fue una cruel medialuna. Había sido una necia por intentarlo.

—Lo suficiente como para lamentar tu existencia… y la mía —su grotesca sonrisa se quebró. La Sombra le dio la espalda, escondiendo así su escasa blancura—. Se acabó la charla.

Su figura estalló descomponiéndose en cientos de pedazos sombríos. La escena le impactó tanto que tardó en ver que eran muchos menos de los que antes poblaban las celdas. La mayoría cayó al suelo, deslizándose hasta acabar bajo sus pies.  

Componiendo su sombra.

No le sorprendió ver la extraña lógica tras ello. Más raro fue ver como las motas sobrantes caían directamente sobre Firo y se difuminaban al tocarlo. Cuando terminaron, no quedaba ni una en el aire. Miró a su alrededor y comprobó que los demás prisioneros también se habían desmayado.

Su atención volvió a Firo y se arrastró hacia él, consciente de que las sombras que sustentaban a los espectros habían desaparecido. Su sangre se heló al no captar su presencia en su cabeza.

Logró llegar y arrodillarse a su lado. Al igual que hizo su Sombra, extendió una mano hacia él que después detuvo. ¿Y si el mal ya estaba hecho? Negó con la cabeza. No había tiempo para asustarse.

―Oye, despierta ―lo llamó, poniéndole una mano en el hombro―. Vamos, despierta, despierta…

Lo zarandeó con cautela, obteniendo el mismo resultado. Un tenue movimiento indicaba que respiraba, a pesar de no reaccionar a sus palabras. Su mente solo escuchaba su propia voz, negándose a creer aquella situación. ¿Y si su poder también le había atacado? ¿Y si no lograba despertar? Recordó que nunca lo había visto dormir, era incapaz de ello. Si se desmayaba, su mente seguía activa. Era parte de su maldición.

Iban a escapar juntos, era una promesa. No podía estar pasando aquello…

―Vamos, despierta… Por favor…

Y entonces, justo cuando iba a girarlo, una voz la llamó.

―Claire, ¿eres tú?

La aludida ahogó un grito mientras Firo se incorporaba lentamente, volviéndose hacia ella. Aquellas palabras las había pronunciado con su voz, su boca. Compartieron una mirada de asombro y extrañeza hasta que él se dio cuenta de lo que acababa de hacer.

—Yo… Puedo hablar.

Claire dejó escapar un suspiro de alivio y una sonrisa cuando él repitió aquellas palabras. Se puso de pie, tocándose el rostro con ambas manos y pasando sus dedos por sus mejillas, labios e incluso sus recuperados dientes. Finalmente, se giró hacia Claire y ella vio la misma sonrisa que el niño del fichero, reconocible a pesar de las mejillas hundidas y cenicientas por el encierro.

—¡Lo has conseguido! —un poco de tos interrumpió su entusiasmo—. No puedo creerlo, no esperaba que pudieras acceder a los registros. ¿Cómo lo has hecho?

El chico se tambaleó y Claire evitó su respuesta tomando sus manos para equilibrarlo.

—¡Cuidado, cuidado! —él asintió, todavía sonriente—. No te fuerces.

Como respuesta, Firo rio y se dejó caer de rodillas para abrazar a Claire. Ella se quedó aturdida unos instantes antes de poder devolvérselo.

—Gracias por insistir en rescatarme. No habría salido de aquí sin tu ayuda.

Claire parpadeó, todavía abrumada.

—Solo cumplí mi palabra —frunció el ceño—. Aunque no entiendo cómo salió bien.

Firo se retiró, sentándose frente a ella.

—¿Recuerdas mis teorías para romper mi maldición? —Claire asintió poco convencida—. Nuestra primera opción y la más segura era hacer una bendición contraria y específica que la deshiciera, pero ni Carine ni yo podíamos hacer Brujería Blanca para ello.

»La otra opción era atacar a las maldiciones sencillas que componían la mía, esperando que el efecto en cadena terminara por romperla. Por ejemplo, usar metamorfosis para devolverme la boca y funciones corrientes o forzar mi memoria.

»Si comparamos mi maldición con una cerradura a abrir, la contrabendición sería como crear una llave que encajara perfectamente y la abriera sin provocarle daños, mientras que estimular mi memoria sería forzar la cerradura: podría dejarla tocada e inservible.

—¿Y la metamorfosis?

—Como echar la puerta abajo a patadas.

—Ouch. Bueno, al menos no he escogido la peor opción —Firo guardó silencio y Claire entrecerró los ojos—. ¿Cómo te encuentras?

—Mejor que en años, lo cual no es muy indicativo de mi estado —cedió él—. Chispeante de méner y muy hablador. Todavía gris.

—¿Y si era tu color original? —Claire forzó una sonrisa que Firo no le devolvió—. Lo siento, creo que los golpes me han roto el humor.

—Se te perdona —aceptó él, suavizando el gesto—. De todos modos, si fuera así tendría más memoria que mi nombre: Firo Delayer —tras saborear las palabras, negó con la cabeza—. No me inspira más recuerdo.

Claire tragó saliva.

—Tal vez no haya sido la mejor opción.

—Era la única que teníamos —se encogió de hombros—. Además, prefiero ser gris y amnésico fuera de las celdas que en ellas. Decías haber visto mi foto en un informe, ¿lo has traído?

—El tuyo y el de Carine —Firo alzó las cejas—. Los tiré en la entrada. La foto no está a color, aunque igual te despierta la memoria.

—Tal vez —dijo él, levantándose. Miró a Claire, ensangrentada y con el hielo fundiéndose en su brazo—. ¿Puedes ponerte en pie?

Ella asintió, aunque aceptó la escasa ayuda que ofreció su mano. Mientras Firo recogía los ficheros a la entrada, Claire se entretuvo ojeando sus alrededores. Los presos seguían desmayados en sus celdas, sin cambio aparente y con un débil compás moviendo sus pechos.

No había rastro del guardia humano al que robó ojos y recuerdos. Supuso que Firo pudo mandarlo arriba antes de que bajara el shiriza. Este seguía inconsciente. Alto y fuerte, ahora que podía verlo sin peligro parecía joven, recién pasada la veintena. Dormido como estaba, su piedad y culpa parecían más creíbles que cuando las pronunció.

Su espada captó su atención y se agachó para recogerla. De empuñadura negra, era más elegante y estilizada que la del guardia. En el borde de la hoja, unos símbolos parpadeaban levemente. La blandió con la mano derecha y soltó un quejido por la muñeca. ¿Hasta qué punto se la habría lastimado?

Cambió el arma de mano y observó su reflejo en el filo. Sus ojos habían vuelto al azul habitual, oscurecidos tras fatiga y su flequillo sudoroso. Probó un par de estocadas con la izquierda. El filo era ligero y manejable, similar al de la espada que usó contra Blake.

La guardó en su cinturón. Inconsciente como estaba, aquel shiriza no necesitaría una espada y no pensaba dejársela para cuando despertara. Un poquito de venganza no sabía mal.

Cuando se acercó a la puerta, Firo seguía leyendo los informes. Se había apoyado en la pared y tenía el ceño fruncido.

—¿Te encuentras bien?

—Debería preguntártelo a ti —contestó, cerrando el fichero. Parecía el de Carine—. El hielo se te deshace.

—Aguantaré, aunque no me vendría mal un Sanador. ¿Puedo ayudarte con el portal?

—Puedo hacerlo en cuestión de minutos, ¿recuerdas? —sonrió, y Claire lo miró con preocupación. Parecía cansado—. Bueno, tal vez algo más. Aunque noto una mayor corriente de méner, dudo que este sea mi cauce normal.

Claire torció el gesto. El símil de la cerradura volvió a su cabeza.

—De hecho, me gustaría visitar la celda de Carine para ver si me dejó algo más para tratarme —notó la mirada de Claire y le dedicó una sonrisa cansada, seguida de una confesión—: En realidad es para despedirme de ella. Sé que tenemos prisa, pero…

—Iremos —le sonrió de vuelta—. Aprovecharé para reponer fuerzas.

Se contuvo de mencionar que el tiempo hacía menos daño a sus heridas que la amenaza de ser descubiertos. Ambos lo sabían de sobra.

Abandonaron las celdas y a sus cautivos todavía inconscientes, dejándolos encerrados junto al shiriza. Claire se había tomado la libertad de desproveerle tanto de armas como llaves, aunque presentía que tardaría en despertar.

Tal y como prometió, Claire se dejó caer frente a la puerta de Carine mientras Firo inspeccionaba la entrada. Aquella cámara acorazada era realmente impresionante, sobre todo considerando que su prisionera entró siendo una niña. Extrañamente, Claire pensó que la fama de Carine parecía justificar en parte la seguridad empleada. Al fin y al cabo, parecía escaparse a menudo para ver a Firo.

Mientras cavilaba sobre sus métodos de escape, aprovechó para recuperar el hielo perdido en el brazo. Su piel agradeció el frescor familiar más que las gotas calientes que resbalaron por su nariz. La escarcha y su palidez se salpicaron de rojo y sus límites se difuminaron conforme las antorchas, el suelo y todo se oscurecía.

Un contacto familiar precedió a una voz que le pedía despertar. Los zarandeos cesaron cuando Firo entró en su campo de visión, sus ojos apenas enfocándolo. Algo de unas vendas, decía. Notó que la tumbaba en el suelo y le vio coger las llaves de su cinto. Se perdió tras la puerta de Carine y regresó en un parpadeo. Al volver, podía oír sus pasos y su voz empezó a tener sentido.

—…vendas. Teniéndolas no hacía falta que usaras magia —Claire lo miró y Firo se percató de que conseguía enfocarlo. Su tono se suavizó, aunque dejar la reprimenda—. Estás en tu límite, Claire. Prométeme que no harás magia hasta que salgamos de aquí.

—¿Y si la necesitamos? —balbuceó.

—No creo que necesitemos hielo pronto, ni siquiera en ti —repuso él. Apretó un nudo en su brazo y Claire advirtió la venda que cubría su piel. Estaba mojada de sangre y agua—. Aguantará, tengo práctica con Carine. Me gustaría decir que ojalá no fueras también del tipo que se mete en problemas, pero si has acabado aquí…

—No fue mi intención, yo solo quería bailar.

No era del todo mentira, aunque Firo la miró por otra cosa.

—Es verdad, llevabas un vestido y chaqueta al principio. Están donde Carine.

—El Baile del Consejo, los shirizas…

Entrecerró los ojos y el contacto de Firo en su hombro llamó su atención.

—Guarda el aliento. Ya me contarás cuando salgamos —le pidió—. Descansa un poco.

Se levantó y le dedicó un último vistazo a su venda antes de desaparecer en la oscuridad de la celda. Curioso que alguien con el aspecto de un chiquillo la cuidara a ella. ¿Qué dirían aquellos maleducados del baile si la vieran ahora? Oh, un temible monstruo siendo salvado por un chavalín.

«Pensándolo bien, su comportamiento tampoco refleja la edad de su cuerpo —un destello de lucidez le otorgó una revelación—. Un momento, de verdad es mayor de lo que aparenta. Tendrá más o menos la edad de Carine… como mínimo. Qué extraño».

Al cabo de unos minutos, Firo regresó con las manos vacías y el gesto pensativo. Aún con la boca recuperada, seguía siendo difícil interpretar sus emociones. Claire recordó las palabras del shiriza: “completamente hermético”. Debía ocultarlas de alguna forma.

—¿Estás mejor? —le preguntó.

Claire asintió como respuesta. Gesto que lamentó cuando Firo dijo de marchar a los pisos superiores.

—¿Por qué? —graznó, teniendo que sorber sangre por la nariz. Firo arqueó una ceja y ella se apresuró en añadir—: Estoy bien, de verdad, pero subir nos pondría en riesgo. ¿No deberíamos hacer el portal cuanto antes?

—Por eso mismo deberíamos subir —repuso él, apartándose un mechón de la cara—. Cuanto más abierto sea el espacio donde se crea un portal, menos méner cuesta. El de Carine apenas duró unos minutos y se cobró meses de amplificación y méner ahorrado… que no me salvaron de acabar por los suelos.

»Ahora, contamos con mi libertad de movimiento y magia. Debo crear el portal en solitario, pues no estás en condiciones de pasarme ni una gota de méner. Debo crearlo rápido, porque ese shiriza era importante y pronto lo echarán de menos. Tenemos que aprovechar todos nuestros recursos, y uno de ellos consiste en buscar espacio.

Claire siguió escuchándolo, fascinada. Sus conocimientos delataban su inteligencia y habilidad con la magia a pesar de su aparente juventud, explicándolos con exactitud y claridad por el bien de su interlocutora. Aquella forma de análisis, detallado y concreto, le recordó a cuando su Sombra analizaba los movimientos de sus rivales para dar con la estrategia a seguir.

—Todos estos años, Carine aguantó a mi lado buscando la forma de librarme de la maldición ―continuó, sin apartar los ojos de su celda. Su mano acarició el metal de la puerta―. El que al final tuviera que dejarme no borra sus esfuerzos, la información que reunimos y el tiempo que compartimos.

»Esos momentos me han servido para comprender mi situación, para que pudieras ayudarme. Ahora, gracias a ti vuelvo a tener un nombre, pero aún faltan piezas de mi ser ―se giró hacia Claire, decidido―. Hay una razón más por la que debo ir arriba, Claire. Creo que uno de los salones de este castillo está relacionado con mis recuerdos. Si voy, tal vez recupere parte de mi memoria.

Al oír aquellas palabras, Claire se apoyó en la pared hasta lograr levantarse. Firo le dedicó una mirada de preocupación que se extendió durante su respuesta:

—Entonces iremos lo antes posible. El descanso me ha venido bien, podré andar.

Aun así, Firo se acercó a ella y le ofreció su hombro como muleta. Al aceptar, le dijo:

—Eres un poco cabezota, pero de no serlo aún seguiría preso —sonrió—. Tendré que fiarme de ti.

 

 

Las escaleras fueron la peor parte. Peldaño a peldaño, avanzaron con calma y pausas (algunas pedidas por Claire, otras exigidas por su bien) hasta dar con la puerta de los pasillos superiores. Con un momento para recuperar el aliento y otro para que Firo le preguntara por enésima vez por su estado, Claire logró decir que estaba mejor con sinceridad… y al devolverle la pregunta él también parecía estarlo. Era curiosa la amenaza de ser ambos “Mentalistas”, ninguna mentira pasaría inadvertida mientras se miraran a los ojos, pues incluso los intentos de Firo por cerrarse ya indicaban algo.

Era él quien les guiaba por los pasillos y, para sorpresa de Claire, demostró ser mejor instructor en persona que desde las celdas. Aun marchando despacio, no se cruzaron con ningún otro individuo. Los pocos que divisaron enseguida desaparecían entre otros pasillos, y el dúo aguardaba a su marcha antes de avanzar. Mejor pues, aunque la túnica camuflaba la identidad de Claire, el chiquillo a su lado llamaba demasiado la atención.

Algo más despejada, convenció a Firo para dejar de ser su apoyo y este pasó a tomarla de la mano, liderando los pasos. De vez en cuando se detenía, indeciso, antes de ojear el mapa y seguir adelante. Cuando le preguntó por su sentido de la orientación, contestó que no solo se guiaba por las huellas de Carine, si no las suyas propias: cuanto más se alejaban de las mazmorras, más familiar le era la fortaleza.

En su última pausa, se detuvo ante una puerta y Claire le ayudó a abrirla. Entraron en un salón de baile, mucho más pequeño que el de la Sede, con un hermoso suelo ajedrezado. La iluminación provenía de polvorientas lámparas, encendidas con encantamientos perennes y abandonadas como las mesas y sillones amontonados en las paredes. Hacía tiempo que los únicos eventos allí se celebraban en las telarañas, que prosperaban en cualquier rincón posible. Las paredes eran de madera intercalada con espejos, y Claire devolvió la mirada a una joven cansada y su extraño acompañante gris.

—Es aquí.

La mano de Firo se deslizó de entre sus dedos y Claire lo siguió despacio, vigilando y curioseando sus alrededores. Lo cierto es que también notaba una sensación familiar, una demasiado cercana para pertenecer a su memoria perdida. Sentía la presión en el aire, el hedor mezclado con el polvo que encogía sus pulmones con cada respiración.

Era el olor a la magia, de recitaciones y méner concentrados en un mismo lugar. El recuerdo de su llegada a Máline la inundó y se abrazó a sí misma embriagada por él. Tanta energía, tanto poder, la agobiaba y detenía sus pasos. Sin embargo, no llegó a hacerla huir. No sintió miedo, pues se le prometió liberarla de él. Solo notó la carga de aquel almizcle en su pecho, aquel que tantas emociones arrastró a su vida.

Notó como su Sombra se agitaba en su interior, en sus pies sin que la luz la moviera. Un mal augurio. Tomó una bocanada de aquel aire manchado y se forzó a seguir a Firo. No podía flaquear ahora.

Él ya había llegado al otro extremo de la habitación, a una pared cubierta por una tela tan polvorienta como el resto de muebles. Claire, a mitad de camino, vio como quitaba la cobertura y se retiraba para examinar aquel arco trazado en rojo.

Un clic en su mente la trasladó a recuerdos ajenos que había observado, a las noches de Firo y Carine trazando el portal que los salvaría. Entonces, su Sombra se agitó a sus pies y Claire se giró para recibir el impacto.

Su cuerpo cruzó la mitad del salón, aterrizando casi a los pies de Firo y sacándolo de su ensimismamiento. Este gritó su nombre y corrió para arrodillarse a su lado mientras ella luchaba por mantenerse consciente. Una arcada le arrancó sangre y ácido de su interior, manchando las túnicas de ambos y despertándola por fin. Conteniendo un aullido de dolor, se dejó ayudar para incorporarse y los dos fugitivos entraron en guardia.

Su agresora tenía la piel gris, con ligeras escamas recubriendo sus mejillas. Llevaba guantes que no ocultaban la silueta de sus garras. Tras ella, una cola acabada en punta de flecha, afilada cual cuchilla, se mecía a la espera de su reacción.

Se trataba de una shiriza, pero había algo diferente en ella. Parecía mucho más poderosa que cualquiera de sus anteriores rivales, más incluso que el antiguo propietario de su espada. Tal era su poder que Claire se estremeció, pues la misma sensación que había sentido al cruzar aquella sala, al aparecer en el bosque entre magia, volvió a ahogarla.

Su atuendo verde, sin embargo, no parecía indicar que fuera guerrera. Llevaba un hermoso y elegante vestido largo, combinado con sus guantes y un antifaz que escondía sus ojos. El conjunto parecía más apropiado para una mascarada que una pelea, aunque su ataque había demostrado su fuerza.

Al moverse, un destello brilló en su cintura, dorado como su larga melena ondulada. Se trataba de una espada con empuñadura de oro y jade, envainada hasta hallar algo que cortar.

—Ha sido descortés golpearte a traición, pero también lo es que piséis lo que no os pertenece. Los presos deben ocupar sus celdas —Claire se llevó la mano a la espada y Firo apretó su hombro, pidiendo paciencia. La mujer negó con la cabeza—. Veo que tendré que dar ejemplo de cortesía con mi presentación: Estáis ante Kasshere Zasjara, Reina legítima de Zes’Haris y, por lo tanto, Soberana de la antigua y noble raza shiriza.

Claire escupió, más por el vómito que por ofensa. La mujer ante ella era la responsable del control de miles de inocentes y la muerte de otros cientos. Aquella tirana estaba justo ante ella, y lo único que la mantenía consciente era el dolor y el miedo.

Firo volvió a apretarle el hombro para llamar su atención. Se agachó y, sin dejar de mirar a la Reina, le susurró:

—Retírate hacia la pared, yo me encargo de ella.

Claire contuvo el aliento. ¿Cómo podía estar diciendo aquellas palabras? No hacía ni dos horas que recuperó su cuerpo, no estaba en condiciones de luchar y menos contra una maga tan poderosa. Estaba loco y, sin embargo, sus ojos tenían la determinación de quien ya sabe el resultado de una acción.

La ayudó a levantarse y tuvo la sensación de que había crecido, o tal vez fuera la confianza que depositaba en sus palabras. Fuera lo que fuera, Claire se retiró a la pared mientras Firo marchaba hacia la Reina.

—Firo Delayer —lo llamó, y el nombrado se detuvo—. Te mandé buscar, confirmar que seguías callado y olvidado… menos por ella. Veo que tu maldición no te impidió seguir liberando prisioneros.

Esta vez, fue la Reina quien avanzó, sus zapatos de gala sonando como un cruel metrónomo sobre el mármol. Claire siguió andando casi a rastras, confiando no por fe, si no por la desesperación de no poder hacer otra cosa. Su mano sana cubría su estómago, allá donde la Reina impactó, y entrecerraba los ojos para centrar la vista. Agonizaba, pero estaba cerca de la pared.

—¿Qué pretendes con esto? Sabes que no eres rival para mí, y menos en tu estado. Os mataría antes de que recitaras un mísero escudo —de pronto, la shiriza cambió su tono de voz, como si una idea hubiera cruzado su cabeza—. O tal vez… Intentas que escape sola, como hiciste con la pobre Carine, ¿no es así?

Claire se detuvo para ver como Firo cerraba los puños. La Reina sonrió y un escalofrío retorció sus entrañas. No podía ser que fuera a repetir la historia. No iba a dejarlo solo.

¿O ese era el plan?

—Claire, no te detengas —dijo Firo a sus espaldas—. Confía en mí como yo confié en ti.

Y ella apretó los dientes y siguió caminando. Ya casi estaba. A sus espaldas, Firo le devolvió la sonrisa a la Reina con un desafío:

—Si quieres matarla tendrás que pasar por encima de mi cadáver.

La expresión de Kasshere no respondió a su provocación. Su voz cayó a la gelidez cuando declaró, átona y segura:

―Tu valor te salva de la muerte, pero sigues mereciendo un castigo.

Claire se volvió con aquellas palabras, cuando apenas unos pasos la separaban del final. Lo hizo justo a tiempo para ver a la Reina desenvainar con un silbido metálico. En un parpadeo, la hoja atravesó el aire.

Pero Firo ya no estaba allí.

Claire parpadeó perpleja, tanto como la Reina que se irguió buscando al crío que había osado retarla. Fue entonces cuando la Elegida notó una mano en su hombro, y se giró para ver a los ojos de Firo sonriendo entre su pelo gris, a la misma altura que los suyos.

―Me prometiste que escaparíamos juntos de este lugar, ¿no es así? Y yo no soy quién para romper una promesa.

Le tendió la mano y Claire la aceptó devolviéndole la sonrisa. Desvió su atención a la Reina y, con la mano libre, se apoyó en la pared abriendo una brecha de luz.

La Soberana no se rendiría tan fácilmente. Echó a correr hacia ellos y Firo retrocedió arrastrando a Claire al interior del portal. Sus pies comenzaron a flotar, rodeados de un espacio gris y de luz tenue donde no podía distinguir donde empezaban ni acababan paredes y suelo. Lo único que parecía real era la brecha que daba a la fortaleza, con la imagen de la Reina acelerando hacia ellos.

Firo gritó unas palabras en un idioma que Claire no comprendió y el murmullo de la magia se intensificó hasta un ruido. Había dado la orden de cerrar la brecha, pero Kasshere era rápida y tomó entre sus garras enguantadas los límites, tratando de abrirse paso.

El espacio se sacudió. Claire abrazó a Firo y él la rodeó con sus delgados brazos, temerosos de que la corriente de magia los separara. Las garras de la Reina temblaron, esforzándose a pesar de que la grieta seguía cerrándose.

—¡Recuerda lo que acordamos! —le dijo Firo a Claire, alzando la voz para hacerse oír entre los gritos y el rugido de la magia—. No sé nada del mundo exterior, así que tú escoges nuestro destino. Piensa en un lugar donde estemos a salvo. Visualízalo en tu cabeza. ¡Deprisa!

Claire asintió mientras pensaba donde querría ir… o más bien con quienes quería estar. Sin embargo, una luz cegadora rompió su concentración y arrancó un grito a su lado. La Reina había reabierto la brecha y sus garras se clavaron en Firo, separándolos.

La Elegida consiguió tomarlo de la mano antes de que se lo llevara. El frío y el calor volvieron a su cuerpo preparándose para llamar al hielo. Firo fijó su vista en la mirada oculta de la Reina. Kasshere sonrió.

La oscuridad precedió al hielo de Claire.

El gris del portal, la luz del salón que entraba a través de la brecha, la tirana… Todo fue consumido por la oscuridad. Entre la negrura, Claire distinguió unas finas espinas que se acercaron al antifaz de la Reina. Fue ahí cuando su alivio se rompió en pedazos.

No lo había hecho su Sombra. Las espinas eran demasiado negras, demasiado densas para ser creadas y comandadas por su Otra Voz.  No eran meras sombras, era oscuridad pura y la Reina se detuvo en seco al ver que rozaban su máscara.

Entonces, Firo murmuró algo que Claire no logró entender y que arrancó una carcajada de la tirana. Soltó el brazo de Firo sin perder la sonrisa.

—Tenemos demasiado en común, Delayer —dijo, conforme su cuerpo retrocedía al salón—. Disfruta de tu escasa libertad porque pronto volveremos a vernos. No quiero perder a alguien tan valioso como tú.

La brecha se cerró y Claire atrajo a Firo hacia sí. Un destello amarillo se perdió tras sus párpados cenicientos, el primer color que vio en él. Poco a poco, la densa oscuridad dejó paso a un apacible gris que invitaba a descansar, o tal vez fuera el agotamiento que arrastraban sus cuerpos. Claire cerró los ojos, abrazó a su compañero, y este la correspondió.

El ruido del portal se convirtió en un murmullo conforme los dos fugitivos caían en la inconsciencia. Unidos por sus brazos y un maltrecho manto blanco, permanecieron juntos durante el viaje.

 

 

 

Lo primero que vieron los ojos de Claire al despertar fue un techo de madera. Yacía acostada sobre algo blando que resultó ser una camilla de hospital, y la ventana a su lado la iluminaba con trémulos rayos de sol. Aún nublado, la luz se sintió clara y cálida como una mañana estival, sobre todo comparada con la tormenta que aún tronaba en su cabeza.

Intentando despejarse, se incorporó y las quejas de su cuerpo la devolvieron al lecho. Fue más la sorpresa y el recuerdo de sus heridas que un verdadero dolor, pues apenas sentía molestias en su estómago, cabeza y brazo derecho.

El temporal de recuerdos y lucha empezaba a despejarse en su cabeza, dándole sentido a lo vivido y obligándola a tensar los hombros cuando escuchó a alguien acercarse. Entonces, con la misma rapidez que entró en guardia, se relajó y Blake le sonrió:

—Te abrazaría, pero estás tan herida que temo hacerte más daño.

Claire le devolvió una sonrisa inspirada por la emoción, alegría e incredulidad. En las celdas, logró alimentar su esperanza a base de necesidad, pero siempre existió la pequeña duda de si volvería a ver a Blake, a Ángela, a su hogar.

Y ahora estaba a su lado. Como debía ser.

Escuchó más pasos por la habitación y Blake la ayudó a sentarse en la camilla con cuidado, con los pies colgando del borde de esta. Grey acercó una silla a ellos, levantando dos dedos como saludo.

—Vaya paliza te dieron anoche, ¿no? —comentó, en tono casual—. Creo que no te queda centímetro de piel sin vendar.

—Y que lo digas —coincidió Claire, mirándose.

La habían vestido con una bata de hospital y cambiado las vendas del brazo por unas nuevas. El vendaje se extendía por el hombro y reaparecía en su abdomen y parte de las costillas, además de en la muñeca, más rígido para inmovilizarla. Palpó su cabeza y también notó tela en ella.

—¿Me han mirado bien aquí dentro? —preguntó, forzando una sonrisa—. Ayer me desmayé unas cuantas veces y algunas fueron por golpes en la mollera.

—Los Sanadores dicen que está todo en orden, pero han encantado tus vendas para acelerar la recuperación —contestó Blake. Aunque alegre, su rostro se debatía entre el alivio y la preocupación—. También me han pedido que te advierta sobre las consecuencias de la magia. Parte de tus hemorragias indican un golpe de calor por usarla de forma continua. Es típico en principiantes y…

—Algo de eso he oído, sí —le interrumpió Claire, con un suspiro. Blake la miró con curiosidad, pero ella no desarrolló.

—Tenías un corte bastante feo en el brazo, pero han sabido curártelo bien —comentó Grey, evitando el silencio—. No te quedará ni cicatriz.

—Los médicos han elogiado tu trabajo con el hielo —añadió Blake—. Dicen que paraste la hemorragia sin demasiados daños por frío. Aunque tu muñeca…

Claire miró su mano derecha y comprobó que podía mover ligeramente la articulación a pesar de la venda. Dolía más que el resto de sus heridas, pero estaba mucho mejor que antes. Tendría que pelear con la izquierda por unos… ¿días? Se volvió hacia Blake, su semblante pensativo.

—Recuerda cuando te torciste el tobillo en Máline —le dijo él—. La Sanación aumenta nuestra regeneración natural, pero no es bueno depender de ella porque genera resistencia… La que te han aplicado solo se usa en emergencias.

¿Emergencia? La habitación a su alrededor no transmitía urgencia alguna, a pesar del recuerdo del ataque y su secuestro. Cuando quiso preguntar por ello, Blake volvía a mirarla.

—Claire, ¿cómo te hiciste todo esto?

Su alivio por recuperarla ahora palidecía respecto a su preocupación. Grey también parecía tan intrigado como consternado por su aspecto. Claire no tuvo más remedio que tragar saliva y contestar:

—El shiriza me llevó lejos, a una fortaleza al servicio de la Reina shiriza. Me dejó en las mazmorras, pero logré escapar con ayuda de… —miró a Grey y titubeó antes de seguir. ¿le habría contado Blake sobre sus sueños?—. De otro de los presos. Me enfrenté a ese shiriza y gané a duras penas. Luego intentamos hacer un portal y la mismísima Reina casi nos detiene. —el recuerdo de la profunda oscuridad frunció su ceño—. Ni siquiera sé cómo logramos…

Olvidando lo que había dicho antes, Blake interrumpió su historia con un abrazo tan fuerte que le arrancó un quejido por sus heridas.

—Cuando aquel shiriza me miró a los ojos paralizó todo mi cuerpo, pero podía seguir viendo y oyendo —le contó, con voz temblorosa—. Vi cómo te levantaba y se desvanecía contigo, sin que pudiera hacer nada. Me sentí impotente, un auténtico inútil. Yo…

Claire le dio unas palmaditas en la espalda.

―Ya pasó, tranquilo, ya pasó. Aunque agradecería que no me rompieras algún hueso.  

Blake asintió y la soltó, limpiándose los ojos vidriosos con la manga de su jersey. A su lado, Grey la miraba completamente asombrado.

—¡¿Viste a la Reina?! No, es imposible… ¿Y cómo es que estás viva?

—Sinceramente no lo sé. Él logró cerrar el portal de alguna forma y…

—¿Él? —inquirió Blake.

Claire enmudeció. ¿Qué había sido de Firo?

Miró a su alrededor. Ni él ni Ángela estaban en la habitación. La única camilla ocupada era la suya. Grey y Blake la miraron confusos y una extraña sensación recorrió su espina dorsal.

¿Acaso había sido todo un sueño?

La razón alivió su temor como hielo en una quemadura. Sin Firo, ella no habría podido cruzar el portal a la libertad, no tenía forma alguna de regresar con sus amigos. Luego, Blake soltó una exclamación y disipó sus últimas dudas.

—¡Ah! El preso será el chico que vino contigo. Ángela ha estado con él y ha vuelto para llevarle ropa mía. Fue a visitarle porque se levantó antes que Grey y yo, y decidimos cuidarte mientras ella lo atendía. No debería tardar en…

De pronto, alguien llamó a la puerta y los dos Elegidos se giraron hacia Claire. Ella asintió.

—Adelante.

La puerta se abrió y Ángela le dedicó una sonrisa radiante.

—¡Hola, dormilona! —Claire sonrió de vuelta, esperando un abrazo que no llegó. Ángela se giró hacia alguien que aguardaba tras ella—. Pasa, Claire está despierta.

Tras Ángela, entró un joven que aparentaba unos dieciséis años de edad, alto y delgado. Su piel era clara, contrastando con el intenso rojo oscuro de su cabello, que caía liso hasta la mitad de su espalda. No obstante, el blanco y escarlata no eran lo único que destacaba en él: en su rostro de rasgos finos brillaban dos ojos amarillos, un color más propio de un gato que un humano.

Aquel desconocido entró en la habitación y se detuvo a un par de metros de la camilla de Claire. Agachó la cabeza a modo de saludo y se presentó:

―Mi nombre es Firo Delayer ―alzó la mirada hacia Claire y sus ojos parecieron centellear cuando dijo―: Y sé quién eres.

»Eres Claire Delayer, mi hermana gemela.



FIN PRIMERA PARTE

Tablón: Update Primera Semana Septiembre 24

 ¿Qué he hecho este verano? Y lo que viene siendo las primeras semanas de septiembre  1. ¿Qué es esta entrada? Buenas tardes, inauguro con e...